Luciérnagas del recuerdo.

2 0 0
                                    


Me acuerdo la primera vez que decidí plasmar mis sueños en letras. Fue un desastroso y a la vez hermoso inicio, con un arduo sentimiento de inocencia prematura, y miedo, mucho miedo. Miedo porque era pequeña, solitaria y con tantos amigos como el número de lápices que puedes cargar en tu cartuchera.

Me acuerdo de una emoción temprana por compartir, por gritar lo que con noches de desvelos había dado vida. Me acuerdo de la expresión de mis padres, orgullosos y con sonrisas tan enormes como la luna en cuarto creciente. Me acuerdo cómo me vitorearon y eso hizo que se sembrara en mí la idea alocada de compartir mis sueños conformados por fantasías y romance, a los que en su momento, eran mis compañeros.

Sin embargo, recuerdo caos. Recuerdo desinterés y ojos incrédulos ante las palabras que salían de mi boca "¡He escrito algo! Quiero ser escritora". Pero también recuerdo las palabras del niño con sonrisa burlesca y con huecos en lo debería haber dientes. Me acuerdo su condena, gritando con ímpetu y rechazo.

Me acuerdo que, cuando le devolvía la mirada a las hojas resquebrajadas después del suceso, no pude mirarle a los ojos para darle una explicación, de por qué lo abandoné en un baúl polvoso, con la única compañía de un par de plumas y una luciérnaga que me esperaría cuando esté lista.

Recuerdo complejos, noches y días de inseguridad, pero la luciérnaga no murió.

Me acuerdo cuando volví a abrir el baúl. Me acuerdo cómo me recibió la luz y susurró "Bienvenida".

No te quiero (a ratos) 【𝔥𝔞𝔪𝔬𝔫𝔠𝔦𝔩𝔬𝔲】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora