Callejones de Altdorf, Una Historia De Warhammer.

Introducción: El imperio de Sigmar

"Hay tres cosas que hacen grande al Imperio, el acero, la fe y la pólvora"

-Dicho Imperial

El Imperio de la humanidad, de Sigmar, o más comúnmente conocido como "el Imperio" es la nación humana más grande que existe en todo el largo y ancho del viejo mundo, y la más poderosa también. Antes de la época del primer emperador, Sigmar, los humanos vivían en las tierras yermas del sur, mientras que los orcos campaban desde el mar de las garras al norte, hasta las montañas del fin del mundo al sur, pero cuando Sigmar unió a las tribus de hombres y venció a los orcos en la primer batalla del paso del fuego negro, los humanos emigraron al norte de este paso, tomando así las tierras prósperas y exiliando a los pieles verdes al antiguo hogar de los humanos, Sigmar se convirtió en el primer emperador de la recién fundada nación, y se dice que después de su muerte, este mismo se convirtió en un Dios al cual se le alaba fervientemente hoy en día.

La capital imperial de Altdorf, hogar de los emperadores siendo actualmente el conde elector de Reikland, Karl Franz I, fundada por Sigmar, Altdorf es la ciudad más grande en todo el imperio, hogar de famosos sitios tales como el colegio de la magia, el castillo de la Reiksguard, o el palacio imperial, sin duda una ciudad majestuosa que lo tiene todo, por desgracia también tiene peligros.

En una ciudad tan grande como Altdorf es común no solo encontrarse con las maravillas antes mencionadas sino también con amenazas tales como el crimen, la enfermedad, y ataques de criaturas viles como hombres bestia vagando sin rumbo o algún nigromante de poca monta que cree ser capaz de vencer a la Reiksguard con algunos esqueletos y los cadáveres resucitados de goblins. Más sin embargo, no todas las amenazas son visibles, ni todas las murallas seguras, en un mundo tan despiadado como este, con tantas amenazas tan presentes y tangibles como lo son saqueadores norses o los primitivos pieles verdes que osan atacar al imperio. A veces es sumamente fácil olvidar que el peligro en realidad se encuentra en cualquier esquina, y ni siquiera la tan preciada capital imperial ni sus ciudadanos está fuera del alcance del peligro que acecha en la profunda oscuridad.