Capitulo 29: Heridas a la culpa

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Nathaniel Archer

Ella era peligro, como un elixir que causaba un frenesí imparable en mi interior. Intentaba concentrarme, pensar en trabajo y juntas pero no podía, solo tenía en la mente su cuerpo desnudo y de solo imaginarla terminaba duro. El trabajo y el sexo no combinaban, terminaba con la polla caliente en plena reunión y eso era muy incómodo. Tenía que fingir que nada pasaba y ni siquiera podía consolarme en el tocador. Ahí estaba, sentado frente a una mesa de conferencias escuchando nuevas propuestas y yo lo único que pensaba era en salir corriendo de allí, buscar a Catalaia y follarla, duro, muy duro. Control Nathaniel, control.

— Y bien, ¿Qué le parece la propuesta señor Archer?

Miré los documentos y buscando volver a envolverme en el tema respondí algo perdido.

— Mi decisión va ligada a la de la de Margaret. Ella es quien tiene la última palabra.

Margaret me miró algo sorprendida e intentando disimular secundó.

— Les tendré una respuesta para mañana. Muchas gracias por su propuesta.

A veces sentía que era demasiado egoísta. Pensaba en mis propios pesares, en el amor que sentía por Catalaia que me había olvidado de Margaret por completo. Quería que ella fuera feliz, que encontrara un hombre que la amara y le diera ese lugar que el padre de su hija no le dio. Ella despachó a los inversionistas y al cerrar la puerta volvió a sentarse.

— Revisaré la propuesta y te diré qué tal mañana.

— ¿Cómo vas?

— Bien, logré retener dos clientes que querían cancelar contrato.

— No hablo del trabajo, hablo de ti. Louis se casó, me he enterado por Catalaia.

Asintió con la cabeza

— Si. Al menos uno de los dos puede ser feliz.

— No creo que lo sea. Ninguno de los dos lo es.

— Ya no hay mucho que hacer. Además, él merece alguien normal que pueda hacerlo feliz sin temerle a nada. Estoy feliz por él, porque puede hacer una familia.

— Tu también puedes Margaret.

Ella se quedó callada y su rostro triste me lo decía todo. Se había resignado a dejar la mujer atrás y dedicarse a ser solo una ejecutiva sin vida ni relaciones amorosas. Tenía mucho más miedo de amar del miedo que yo pude haber tenido. Pero algo más me estaba ocultando. Volvía a tener exceso de maquillaje y usaba gafas de sol en la oficina. Comencé a mosquearme y mirándola con seriedad exigí.

— Quítate las gafas

— Tengo dolor de cabeza

— Que te las quites

A regañadientes se las quitó y al ver sus ojos llorosos y llenos de moretones lo único que quería era decirle hasta del mar que iba a morir. Era hasta cierto punto masoquista. No decía nada porque sabía que no tenía mucho que decir. Estaba harto de que su vida fuera un círculo vicioso. Bajó la mirada e intentó justificarse pero la detuve rápidamente.

— Volviste con Jake

— No es como piensas.

— ¿No? ¿Y como es? ¿Te caíste? Ah no, mejor aún, fue que te chocaste con el marco de la puerta. Ya esas excusas están gastadas Margaret Archer. No entiendo tu lógica. Preferiste dejar ir a Louis, que se casara con otra, ¿Para regresar con el imbécil de Jake? ¿Pero estás idiota?

Mosqueada respondió algo alterada.

— Tu menos que nadie puede darme lecciones de moral y lo sabes. Mira a donde nos ha llevado a todos tu relación con Odette. Si hablamos de tóxicos tú eres el primero en la lista.

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