Mi Guardián |•∆Drarry∆

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Harry andaba solo por los desiertos pasillos de Hogwarts, era un sábado por la tarde y todo el mundo estaba haciendo los deberes que habían encargado para el lunes, deberes que Harry ya tenía hechos.

Simplemente paseaba entre la tranquilidad de los pasillos los cuales se creían vacíos, pero entonces escuchó unas voces provenientes de un aula vacía...

‘No se como te has recuperado de la paliza del otro día, pero ya no importa, eres un inútil que siempre ha sido mimado por su papi y mami, debería matarte tal y como tu padre mató a mi hermano’
‘Y-Yo... ’
‘¡Ja!  Miralo tartamudeando como subnormal, ¿No sabes hablar o que?’
‘Este mal parido habla mucho, pero a la que alguien se le enfrenta... no le salen las palabras... ’
‘P-Porfavor no-’
‘¿Ahora si quieres hablar? Deberíamos matarte y ver cuanto hablas cuando estés muerto’

se escucharon unos leves y prácticamente silenciosos llantos, Harry estaba de piedra, no reconocía esas voces...

‘¿Vas a llorar? miralo Alfred, El Mariquita va a llorar, porque no lo mimamos un poquito y así se tranquiliza un poco’
‘No, por favor no-’

escuchó una cremallera bajarse, el sonido provenía desde bajas alturas lo que le dió a entender que se estaba bajando la cremallera del pantalón, eso le dió a Harry razón suficiente para actuar, y fué en ese momento, que reparó en una voz, la voz de Draco.
Y sin pensar actuó e irrumpió en la "conversación".

Dos chicos; uno de Hufflepuff y otro de Ravenclaw, ambos más altos que Draco.

El Hufflepuff tenía agarrado a Draco por detrás, inmovilizandolo y tapandole la boca, mientras el Ravenclaw lo tenía agarrado por las caderas dejando claras sus intenciones.
Draco tenía una expresión de Terror y pánico la cual el Gryffindor no pasó por alto.

Harry se enfureció como nunca antes se había enfurecido y, nublado por la ira, golpeó al Ravenclaw con todas sus fuerzas dejándolo inconsciente. El Hufflepuff, aterrorizado, dejó escapar a Malfoy y huyó despavorido ante una ira que nunca antes nadie había presenciado.

Draco había caído al suelo, temblando y aún sollozando por el miedo se aferró a Harry, quien volvió en si al notar el contacto del rubio haciendo que se agachara para poder abrazarlo y darle a entender que estaba a salvo.

‘Tranquilo, ya está, se han ido’
susurraba El Gryffindor al Slytherin para calmarlo, el rubio solo se aferró con más fuerza al azabache mientras dejaba salir sonoros sollozos en el hombro del contrario.
‘¿Estas bien? ¿Te han hecho algo?’
preguntó Potter mirando que no tuviera ninguna herida, fijándose en que habian conseguido desabotonar su camiseta blanca, Harry simplemente la volvió a abotonar con cuidado.
No tenía ninguna herida fisica, aún así, Harry sabía que no estaba bien mentalmente.
El rubio no se separó del abrazo en varios minutos en los cuales el azabache se mantuvo quieto sirviendo como apoyo emocional para el rubio.

Desde ese día, Harry Potter juró proteger a Draco Malfoy hasta que sus días terminen.
Desde ese día, Harry Potter y Draco Malfoy se convirtieron en los más cercanos amigos de todo Hogwarts.
Y desde ese día, todo aquel que se acercara a Draco Malfoy con malas intenciones estaba bajo la amenazante y aterradora mirada de Harry Potter.

Contaron lo sucedido al resto del círculo de Wolfram, y todos se preocuparon muchísimo por el oji-gris, quien estaba eternamente agradecido con el oji-verde.
Hermione, Ginny, Luna y Pansy le dieron muy Buenos consejos para poder evitar que esa clase de acercamientos no deseados se repitan, pues las cuatro habían estado bajo esos acosos siendo mujeres muy conocidas por su belleza en Hogwarts por lo que más de una vez las habían intentado "usar".

Ron y Blaise le dieron varias cosas útiles como tres bombas de humo cortesía de la tienda de bromas Weasley, o un spray pimienta que Blaise había comprado especialmente para Draco.

El oji-gris no se quería separar de Harry, pues tenía miedo y el oji-verde le había dejado claro que sería por así decirlo su guardián y le protegería de cualquier bravucón.

pues no era la primera vez que eso le pasaba a Draco.

Pero si la primera vez que alguien le salvaba.