Capítulo 3

36 2 0
                                    


Parece mentira que haya pasado una semana desde que llegué a Raccoon City y aún siga aquí. Tuve muchas dudas los dos o tres primeros días. Quería irme, poner tierra de por medio y volver a mi solitaria casa de New Orleans... a lamentarme en silencio. Estoy acostumbrada a él, pero no es lo mismo sentirlo en un lugar conocido.

Pero todos mis planes se torcieron cuando Chris y Barry me vieron recoger todas mis cosas. Me llevaron a la azotea de la comisaría, donde tuvimos una larga charla hasta bien entrada la tarde.

Nuestro turno era de ocho de la mañana a cuatro de la tarde. Cuando todos estábamos bastante animados porque nuestra jornada se terminaba y le tocaba al equipo Bravo entrar en acción, me entró un arrebato de locura. Empecé a recoger todas mis pertenencias ante la atenta mirada de Barry y Chris, que charlaban a mi lado sobre algo que Chris iba a hacer el fin de semana.

-¿Qué haces, Jill? -me interrumpe Barry gritando y acercándose a mi lado. Veo por el rabillo del ojo que Chris se cruza de brazos con el ceño fruncido.

-Recogiendo... -contesto de forma apresurada, notando que me sonrojo como si me hubieran pillado haciendo algo malo.

Por el amor de Dios...

-¿Te largas? -me espeta Chris casi sin pensarlo. Su rostro muestra la preocupación que siente por mí. Qué tierno. Incluso enfadado es monísimo.

-Por favor, no me lo pongáis más difícil... -murmuro notando que se me hace un nudo en la garganta. Están siendo tan amables...

-¡Ni hablar! -exclama Barry sujetándome las manos. Menos mal que todo el mundo se ha ido ya. Habría sido un espectáculo un tanto lamentable de presenciar. Chris, intentando mantener la compostura, se acerca un poco más...

-Barry...

-¡Ni Barry ni leches, Chris! No pienso dejarla marchar.

-Eres un viejo gruñón. ¿Cómo quieres que no se marche si le gritas de esa forma? -ambos sonríen tensos y Barry, despacio, me suelta las manos. En su cara se muestra un gesto de disculpa.

Se están portando tan bien conmigo... y yo... tan impulsiva.

-Los S.T.A.R.S. nos caracterizamos por ser una familia que se mantiene unida en los buenos y malos momentos -dice Barry mirándonos alternativamente. Por último, centra su mirada en mí -. Así que, jovencita -me guiña un ojo -, no te vas a librar de Barry tan fácilmente.

No puedo evitar sonreír. Ojalá fuera tan fácil explicarles lo que pasa por mi mente. Son unos desconocidos, que me conocen desde la semana pasada, y ya están preocupados por mí. A veces los hombres son tan adorables... y otras me encantaría matarlos. Pero ésa es otra historia...

-Eso está mejor -comenta Chris devolviéndome la sonrisa -. Y ahora, ¿qué te parece si nos subimos al tejado y charlamos?

¿Y qué les digo? No puedo contarles la verdad. Me niego. Irons me dijo que lo único que querían de mí eran mis capacidades. ¿Sería verdad? ¿No estarán llevando a cabo una investigación como con mi padre y me van a pillar a mí también? Duermo con esa duda todos los días en la cabeza.

Los miro a ambos. Sé que están esperando a una respuesta. No van a estar esperando eternamente. Finalmente, y en contra de mis instintos, asiento lentamente y en silencio. Aún no conozco la comisaría muy bien, pero el primer día me di una vuelta por todo el edificio con el fin de identificar los lugares donde iba a pasar la mayoría del tiempo.

Realizamos el camino en silencio, a pesar de que Barry y Chris no me quitan la mirada de encima. Pongo los ojos en blanco. Hombres. Están esperando que me dé una rabieta. Pero yo no soy de ésas. Soy de las que dicen las cosas a la cara sin importarle. Con la verdad por delante, siempre.

Todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora