Prólogo.

17 0 0
                                    

Onderville, editorial Clement Ferrer.

La editorial esta hecha un caos, hay demasiado trabajo. Han llegado muchas copias de impresiones de nuevos escritores. Es un trabajo de vez en cuando un poco pesado, pero oye he juntado las cosas que más me gustan; el dinero, la lectura y las nuevas ideas. Que más se puede pedir en la vida. Cada día esta lleno de aventuras, fantasias, ficción... Al menos en las hojas de las impresiones.

Mis padres son dueños de una editorial. No voy a ir con ese tema cliché de "las más reconocidas del país" porque no es así, si estamos en un buen puesto y las ganancias son buenas, porque de toda buena inversión viene recompensas. Y mis padres si que se lo han ganado. No era extraño que tendría mi puesto seguro en la empresa al terminar mis estudios, aún no los he terminado, pero estoy en proceso. Aún así trabajo como si de una pasantía se tratará. Es de mi total agrado.

Llegué a mi  pequeña oficina y mi madre me estaba esperando. Se quedó viendo mi cabello con disgusto. Me lo había pintado de negro, antes estaba rubio y ahora moreno, y así lo prefiero. Le sonreí y la salude con educación. Mi madre no podía ocultar su disgusto, era lógico, desde hace un tiempo su mayor preocupación soy yo. Lo cuál es absurdo, ya que dedico todo mi tiempo a estudiar y a crecer como un joven bueno y saludable. Aunque no puedo negar que hay algo de trasfondo, algo que lo explica todo. La razón de que mis padres estén sorprendidos por tantos cambios en mi.

― Espero que no te moleste mi visita. ―Soltó cálidamente.

― Claro que no madre, eres bienvenida cada que quieras. ―Le dije con una sonrisa.

― Me gusta que tengas tú oficina ordenada. ―Comentó. ― Veo que pintaste las paredes también, todo se ve con un aire más sofisticado, más maduro. Aunque si fuera preferido que entre tantos cambios no te fueras pintado el cabello.

― Lo he notado madre. Pero yo siento que me veo mejor así. El negro resalta mi color de piel y mis ojos. ¿No te parece?

― Si es lo que quieres creer.  ―Respondió con burla.

La observé unos segundos antes de hablar.

― Podría quedarme a hablar más del tema, o bueno a bromear. ―Solte. ― Pero tengo mucha hambre, solo venía por mis llaves para salir a un café y te encontré.

― Puedo ir contigo si no te molesta. ―Lo pense mientras buscaba mis llaves en la primera gaveta del escritorio.

― No me molesta, la compañía siempre es agradecida.

Nos levantamos y salimos de la oficina. Ella con su brazo enrollado en el mío. Pasamos por la oficina de mi padre y lo invitamos a desayunar. A lo cual él no se negaría por nada, mi padre es un hombre muy familiar y siempre planeaba eventos para que nos reunieramos. Bajamos por el ascensor entre una plática divertida. Mi padre es un hombre trabajador, responsable y educado. Mi madre es la esposa que buscaba la tranquilidad y la paz entre todos. Mis padres habían tenido tres hijos, mi hermana Mayor Ángela trabajaba como escritora con la editorial de la familia y mi hermana menor Sarah aún estaba en la secundaria.

Todos somos muy unidos, pero yo me siento muy extraño al lado de ellos me caen bien y los quiero pero aún así me siento como un intruso. Me siento estúpidamente excluido. He pensado noche tras noche el por qué de esa sensación y nada viene a mí. Digo puedo entender que las familias no son perfectas y siempre habrá uno que se sienta diferente a los demás. Pero yo no tengo razones para sentirme así, mi familia me trata muy bien no tengo problemas con ninguno, Sarah y Ángela se la pasan peleando y Ángela tiene diferencias con mi mamá, pero aún así se siente en su hogar, no se siente como yo lo hago, al menos eso creo.

Julián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora