¿Reto?

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Una joven mujer admiraba melancólicamente el cielo estrellado, debatiéndose a sí misma si era correcto lo que hacía a escondidas de sus padres

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Una joven mujer admiraba melancólicamente el cielo estrellado, debatiéndose a sí misma si era correcto lo que hacía a escondidas de sus padres. Estaba enamorada y era prisionera de esos sentimientos que jamás creyó sentir por alguien que era el enemigo. ¿Que podía hacer? Tal vez ¿fugarse con esa persona? No, de ninguna manera podía hacerle eso a su familia. Eso implicaría jamás verlos, jamás sentirlos y convivir con ellos como siempre lo ha hecho durante tantos años.

La brisa en el balcón se expandía a gran velocidad sobre su piel expuesta, solo se cubría con una manta carmín, dejando a la vista sus hombros y piernas lechosas. Se limitó a sólo suspirar cuando unos delgados brazos robaron su cintura y un rostro se acomodó sobre la curva de su cuello olisqueando el dulce aroma cerezas.

— ¿Estás pensando en tu familia?

—Mn.

— Tienes miedo ¿verdad?

La omega se giró sin romper el agarre que la otra persona había hecho sobre su delgada figura. Y en respuesta a la interrogante sonrió débilmente cerrando por un instante sus párpados. —Tengo miedo de lo que ocurrirá si nuestros clanes se enteran, tengo miedo de ser alejada de ti.

— Conozco tus miedos, así como tú lo míos. Mi clan es enemigo del resto pero. . . — Depositó un casto beso en la frente de la menor, tratando de darle calma. —Desertaré.

— Es peligroso, muy peligroso. ¡No quiero que nada te ocurra! ¿Que haré yo si tú...?— Unas gotas asimilándose a gemas preciosas se deslizaron con lentitud en los pómulos de la hermosa omega.

—Hmp, eres una llorona. —Besó las lágrimas de su amante en un intento de esfumarlas. —Ten fé en mi, confía en mí.

Sin embargo esas últimas palabras se hicieron cada vez más silenciosas y lejanas, iban desvaneciéndose en el sonido del lago que rodeaba la mansión. Al percatarse que de nuevo había recordado aquella ultima vez que se vieron, su mano dirigió en dirección a su pecho dónde yacía su corazón, haciéndola puño. —¿Donde estás? —Murmuró con melancolía y deseos de ser escuchada y respondida. Pero sólo le hablaba al vacío, a la soledad, tristeza y a los recuerdos de ese amor que tuvo alguna vez.

Wei Wuxian y Jiang Cheng observaban a lo lejos, preocupados. Sin saber el porqué de la tristeza de su adorada hermana, nunca conocieron el motivo de su sufrir, tampoco querían ser insistentes con el tema porque confiaban que alguna vez ella confesaría lo que le agobiaba. Mientras tanto tenían que disimular la impotencia que sentían al verla así, pues supuestamente nadie sabía de ese momento de debilidad.

— A-Cheng, ¿Que debemos hacer? No puedo seguir viéndola así, tan... devastada.

El heredero estaba cruzado de brazos, recargado sobre un pilar adornado con lotos púrpuras. Mantenía su ceño fruncido, irritado porque no podía hacer nada al respecto más que limitarse a observar cómo idiota. — No es posible actuar, si ella no nos quiere contar sobre su sufrimiento debemos respetar su decisión.

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