Scary dreams

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Casi dos semanas luego de probar la medicina que Flippy amablemente de dió fue que pensé en lo usual, tomar el triple de la dosis recomendada y ser sacada de la casa en una ambulancia, hechando espuma por la boca y con violentos espasmos, cuando llegasen al hospital mi cuerpo estaría frío e inmóvil, lo que hicieran con el cadáver no era parte de mi plan, sólo me gustaba fantasear con el increíble momento en que todo se fuera a negro y no volviera a despertar jamás. Claro que aquello no podía ser cumplido, yo era una cobarde que jamás daría el salto.

Noté al volver de hacer las compras que Flippy se veía agitado, aunque lo disimulaba bien, estaba en su silla de ruedas, como siempre, hoy vestido con algo casual. Por muy poco formales que fueran sus pantalones negros y su camiseta blanca resultaba verse preparado para ir a algún lugar importante, tenía la cadena militar de siempre y la mirada amable, que borraban de mi mente la idea de que alguna vez pudo estar en un lugar tan horrible como la guerra. Aveces me sorprendía a mí misma, mirándole comer o ver las noticias, era alguien muy apuesto. Desprendía un aire de confianza y seguridad, su cabello descuidado le sentaba a la perfección, su barba de pocos días, sus cicatrices, sus leves ojeras y sus tristes ojos verdes, todo le encajaba de maravilla.

No hablabamos con frecuencia, pero siempre podía sentir su mirada en mí, quizá sólo era mi imaginación, aquello no me ponía incómoda o asustada, era como si sólo tuviera curiosidad. Yo seguía siendo arisca y desagradable, pero lo lamentaba, él había probado ser genuinamente cortés, lo que me dejaba ese hueco en el pecho, lleno de culpa. Ahora el estaba frente a la mesa, realmente concentrado en resolver un rompecabezas, con la mirada fija y las cejas arqueadas, respirando cada tanto mientras que no paraba de encajar piezas. Era muy hábil con los juegos de mesa, en una ocasión me invitó a jugar ajedrez, yo no tenía la menor idea de cómo jugar, pero él fue muy educado y me ayudó con las reglas.

Durante toda esa partida escuché como era el mejor de todo el escuadrón, y quizá porque era una novata, él logró hacerme un jaque mate en cuestión de minutos. Flippy tenía una gran variedad de otros juegos, en todos ellos era increíblemente hábil, aprendí a mostrarme ligeramente retocente cada vez que quería invitarme a una partida de lo que fuera, toda esperanza de ganar era inexistente con él.

Creo que nos hacen falta algunas piezas.

Murmuró, sin quitarle la vista a la imágen, que ya era fácil de reconocer.

¿Sabe dónde podrían estar?

El negó con la cabeza y continuó armando, yo decidí que era más divertido buscar piezas que cocinar el almuerzo. Fui de habitación en habitación, miré bajo las escaleras, detrás de los armarios, en los cajones, entre las revistas viejas y todo otro rincón que pude alcanzar, pero no había absolutamente nada. La idea de volver con las manos vacías me trajo la imágen de decepción de Flippy, su rostro afligido, pretendiendo que no importaba, diciendo que luego podría comprar un rompecabezas diferente, fue ligeramente devastadora, por lo que retomé la búsqueda. Hasta ese momento no había puesto un pie en el sótano, estaba muchos escalones abajo, cada escalón que bajaba me dejaba una sensación más fuerte de que descendía al infierno, ruidos inexplicables que simulaban ser almas en pena, pidiendo que les liberasen del castigo eterno.
Podía verme a mí misma, envuelta entre llamas y vergüenza, con una larga cadena que me unía a Lammy, ella estaba tan lejos que no podía quemarse, yo le suplicaba piedad, pero no me oía, mientras mi piel al rojo vivo se desprendía de la carne me asomaba a un abismo interminable.

¿Encontraste alguna?

La voz de Flippy me sacó de aquel lugar oscuro, todo lo que había en el sótano era una soga y un par de cajas sucias. Volví arriba y le expresé mi incapacidad de encontrar nada. Él, como esperaba, me dió una leve palmada en la espalda y prometió que no importaba, que podíamos pensar en qué imagen tendría el próximo que fuera a comprar mientras comíamos.

Por la noche yo inventé alguna historia, de cómo moriría mañana al salir a comprar, pero tuve un pensamiento intrusivo. La imagen de unos pies colgando en el aire, un cuerpo que se balanceaba suavemente de atrás a delante, la piel púrpura cerca del cuello, la soga atada con firmeza, un nudo que ya no se podría desatar, los ojos cristalizados y la piel congelada. Pero fue curioso que no fuera yo, imaginaba a Flippy, un hombre sumido en recuerdos lejanos, enterrados bajo traumas y desgarradoras perdidas, habiendo puesto fin a su vida en su sótano. Aquello se esfumó cuando recordé que estaba en silla de ruedas, pero me perturbó lo real que mi cerebro lo hizo ver.
No pude dormir y luego de horas de dar vueltas en la cama, por primera vez tuve suficiente fuerza como para tomar dos pastillas para el sueño.

Y luego tengo este sueño. En qué estoy flotando en un mar frío, mi cuerpo se mece a merced de las las olas, que bailan una danza al ritmo de una música que no llego a oír. Mis caderas están moviéndose más que el resto, puedo sentir el calor aflorar desde el interior de mi pelvis, de pronto un escalofrío me recorre la espina dorsal, seguido de un espasmo que me exalta. Siento que desperté, a pesar de que todo está borroso y no siento las extremidades, sólo llegó a captar la electricidad que abarca desde la punta de mis pies a mi cuello.
El vaivén no se ha detenido, pretendo que aún sigo soñando, pero recupero la sensación en las manos, que rozan la áspera tela de las sábanas. Mi parte baja está húmeda, demasiado, instintivamente fuerzo a mi cuerpo a cerrar las piernas, que están extendidas y dejan al descubierto mi interior, veo la silueta de estas en la oscuridad que cubre la habitación, pero un leve rayo de luz que emerge de la puerta delata que hay algo más.

Cuando ambas piernas se presionan, cabe mencionar que es apenas un intento de moverse, algo las sostiene con fuerza y siento un cosquilleo que avanza desde mi vulva, pasando por mi estómago, hasta detenerse en el centro de mi pecho. Es una mano, que dibuja círculos invisibles en mi piel con la áspera yema de los dedos, luego da el mismo recorrido hasta llegar a dónde inició. Para entonces puedo notar que de mí entra y sale algo caliente, que juega con el clítoris, luego vuelve a irrumpir lentamente, estoy tan cansada que apenas puedo vociferar un balbuceo inentendible, así descubro que he estado jadeando desde antes de recuperar parte de la lucidez.
Cuando la intensidad de los movimientos en mi interior llega a ser demasiada es que por reflejo levanto la cadera, siento que las manos se clavan a mis costados y me atraen a la figura que apenas puedo definir como humana.

Cada vez estoy más cerca de alcanzar el cielo, la anticipación me está quemando por dentro, pero no soy yo quien invita a que aquella habilidosa lengua entre y le llene, ni quién jadea con tanta lujuria, ni quién se arquea en la cama en busca de más placer, estoy en algún lugar dentro de mí, sin asimilar el sueño lascivo que experimento. En un esfuerzo desesperado por despertar levanto la mirada, la tenue iluminación revela a un hombre hundido en lo más profundo de mi ser, los cabellos verdes me hacen cosquillas cuando rozan mi vientre, y cada tanto me tortura deteniéndose, respirando con agitación, el frío aire que exhala sobre la lubricada avertura me llena de deseo y siento como los músculos se contraen, pidiendo atención. Una risa, tan maravillosa que duele oírla, luego vuelve a atender mis necesidades más primitivas, se ayuda de una mano, ¿Es el dedo corazón que entra sin dificultad? Se desliza en mi interior, entra y sale a su gusto, poco después se acompaña de un segundo dedo, y sólo reconozco que mis entrañas se presionan tratando de mantenerles dentro, sigo agitada, todo está sensible, el más mínimo movimiento me da golpes de corriente.

Entonces le veo levantar la cabeza, me mira a los ojos, un destello ámbar que me llena de miedo, siento que voy a morir, como si un instinto de supervivencia se activase, debo gritar, o patear, o huir. Pero me quedo en el lugar, suplicando por más, rozando mis caderas con su mano, él se burla, luego vuelve a unidirse en mí. Siento que cada centímetro que toca se derrite, todo palpita, no puedo respirar.

Entonces me hace llegar al orgasmo, mi cuerpo se tensa en una posición que no comprendo, el corazon me va a mil, siento que estuviera por hacerme encima, y sufro de leves espasmos, uno tras otro, incapaz de detenerlos o de parar el fluido que de mí sale, estoy en un espectáculo al que no puedo poner fin. No reconozco mi voz en los ruidos lascivos que emito, porfin caigo rendida en la cama, exhausta, y una última caricia en mi zona, acompañada por un beso en mi vientre es lo último en qué puedo pensar.

(ɪᴛ ʜᴜʀᴛs, ʙᴜᴛ ɪᴛ's ᴏᴋᴀʏ)/HTF/ Flippy Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora