Intento de negación

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Si era el peor día de su vida, ¿por qué no llovía? Por lo menos, que el mundo intentara disimular el resentimiento que tenía en contra suya. Solo por esa vez, esperaba que se apiadara de él y su desgracia.

Pero pedía mucho, desde los cuatro años tuvo que plantarle cara a la dura realidad de ser Quirkless. De tener una familia disfuncional. De los abusos de sus compañeros. Sobre todo, el escaso amor que sentí hacia él mismo.

—Creo que todo se acabó para mí.

Respiró profundo, estar echado en el césped le permitió observar las diferentes formas de las nubes. Algo melancólico a su parecer.

—¿I-Izuku-kun? —Una sombra cubrió la mitad de su pequeño cuerpo. Midoriya desvió la mirada, no le gustaba que vieran a través de él, mucho menos en un momento de debilidad.

—Momo-chan, ¿qué haces aquí?

—Volvamos a casa. —Sus ojos rojos mostraban que había llorado. Izuku supuso que le tomó mucho valor para ir hacia él.

Aunque le restó importancia al cabo de segundos, ya que la pregunta recurrente volvió a flote: ¿él tenía algo llamado hogar? La familia tiene como significado calidez, Izuku nunca sintió aquello. El viento trataba de ser sinuoso, pero en su intento solo le hizo comprender que era ajeno a tales sensaciones.

—No quiero.

—¡Izuku, yo-.

—No quiero que sientas pena por mí, por favor. —Sin dirigirle la mirada, aún, se levantó del pasto.

—No es pena. —Arrugó el ceño, tratando de no volver a llorar—. Solo estoy preocupada por ti.

¿Cómo era posible que el mundo dejara de moverse? Sus palpitaciones cardíacas aumentaron el ritmo, mientras que el silencio se extendía. Ella se veía tan débil parada frente suyo, a pesar de que fuera diez centímetros más alta. Izuku notó la aparición de un nudo en su garganta, él era el que debía sufrir, no sus personas amadas. Se sentía patético.

—Estoy bien... —Era mentira—. No te preocupes.

Solo un tonto creería esas palabras tan lamentables, que en lo evidente de lo clandestino, la representación física de las palabras perdería ante los sentimientos intangibles que trataba ocultar.

—¡N-no lo estás! —Gritó en protesta.

—Momo-chan, mírame. —Sonrió sin más—. Volvamos a casa.

Sin embargo, por ahora, seguiría negando los pensamientos fúnebres que atormentaban su cabeza.

Caminando estaban. Por el día de hoy, Izuku debía dormir en la mansión de los Yaoyorozu. La mañana se convertiría en un enigma para Izuku, quien solo recordaba lo que pudo haber hecho para remediar la situación antes que la tragedia pasase.

—Oye. —Llamó sin haberlo pensado.

—¿Sí, Izuku-kun?

—¿Tú-ú... también me dejarás?

—Los mejores amigos permanecen juntos. —No pudo evitarlo. Momo se acercó rápidamente al pecoso, dándole un fuerte abrazo—. ¡Por siempre!

—Sí... —Cerró los ojos, derritiéndose entre sus brazos—. Por siempre.

Eso era lo que esperaba.

Luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora