Introducción

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En plena fiesta de graduación, un peliverde junto a la vicepresidente de la clase 3-A bailaban al son de la música que la banda entonaba.

—Momo, tengo algo que decirte antes que todo esto termine.

Decidió hablar, su última oportunidad estaba frente a sus ojos. Si callaba una vez más, quien sabe cuando tendrá otra.

Ella, quien disfrutaba y vivía el momento como si fuera el auge de su juventud, lo miró a los ojos y con una sonrisa que enternecería a cualquiera, respondió.

—¿Qué tienes que decirme, Izuku-san?

Había llegado la hora. Acercó su frente a la de ella, hasta estar pegados, tomó sus manos y las juntó para llevarlas a su propio pecho, donde se ubica el corazón. Yaoyorozu empezó a sonrojarse, se le había advertido en la mañana sobre las acciones que el peliverde estaba decidido a realizar; sin embargo, ella no creyó en las posibilidades.

—Me gustas.

—Te lo dije

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—Te lo dije.

El resplandor del faro alumbraba parcialmente las figuras de dos hombres. Uno estaba sentando en el suelo y el otro, parado. Ambos miraban al frente, como si se estuvieran hundiendo en la profundidad de sus pensamientos.

—Lo sé, Kacchan, pero tenía que hacerlo.

—Imbécil. —Chistó antes de continuar la conversación—. Entonces, ¿ya nada te detiene?

—Ya nada me detiene.

—¿Cuándo te vas?

—En la mañana.

—Ya es tarde. —Miró la luna en todo su esplendor.

—Lo sé. —La solemne respuesta de Izuku causó que callasen por varios segundos.

El silencio continuó, hasta que Katsuki volvió a romperlo.

—Más te vale que te vuelvas fuerte.

—Mejor preocúpate por ti.

Midoriya alzó el puño, mientras que Bakugo mantenía la mano abierta extendida. Sus formas de despedirse eran distintas, cosa que causó una pequeña sonrisa en ambos. Sacudieron la cabeza, negando el hecho de no creer lo que iban a hacer.

—Suerte. —Abrazó al pecoso.

—Mándale saludos a la tía Mitsuki y al tío Masaru. —Correspondió el gesto, con algunas palmadas en la espalda—. Y cuidate.

Parecía que todo se había acabado, él iba a dejar Japón por algunos años para volverse fuerte. Tenía que hacerlo, pero no quería tener algún arrepentimiento antes de su viaje. Revelar sus sentimientos quitó una carga enorme de su afligido corazón, aunque generó la melancolía que siente. Él estaba seguro que ese dolor sería pasajero, que, quizás, en unos meses iba a superarlo. Por ahora, aprendería a convivir con aquello.

—Deku. —Llamó por última vez, logrando que el nombrado volteara a verlo—. Ella se lo pierde.

Dijo por última vez, haciendo referencia a los actos que ocurrieron horas antes.

Izuku sonrió con tristeza, recordó como ella se separó de él, lo miró con lágrimas en los ojos y diciendo «lo siento mucho», abandonó la pista de baile. Aún sentía todas las miradas de sus compañeros, las cuales se apiadaban de él y otras, reprochaban la actitud que tomó.

—Hasta luego, Kacchan.

Caminó, sin mirar atrás de nuevo, a la vez que sentía como su rostro se empapaba de lágrimas.

—Que iluso fui.

Su última acción antes de salir de la UA fue romper su celular con la mano, ignorando las múltiples llamadas de ella.

Luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora