Prólogo - Bienvenido, lector

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La oscura noche se postraba regular. Las sirenas de los coche policía se balanceaban arbitrariamente como un péndulo lunar, y su sonoro vaivén azul y rojo dibujaba semicírculos por toda Granada. Los bares y pubs seguían abriendo incansables, siendo usados como refugio. En los últimos años, los establecimientos de ocio que ofrecían asiento y bebida al vivo, habían sufrido un cambio. Ahora eran búnkeres blindados hechos para survivalistas, a los cuales no les haría gracia que les arrancase la yugular un vampiro a medianoche. Allá donde podía mantener el culo a salvo el hombre de a pie, era donde se movía el dinero; era un exitoso negocio de protección, al menos hasta el amanecer -salido ya el sol- cuando los echaban con el resacón del siglo.

Puede que las horas intempestivas de aquí sean una incesante rutina de horror y balas chocantes contra el asfalto de los callejones pero, antes de ser víctima de esta metamorfosis -superior en todos los sentidos a la que Kafka describe en su libro-, no era el escenario de alguna novela negra llena de detectives y opio. Desde el dos mil quince, y hasta el período actual, el mundo había decaído con la espontánea aparición de engendros y bestias; todos los seres imaginables, progenitores de una pesadilla para gente despierta, se habían hecho tan real como usted, querido lector.

A diferencia del siglo XX, el recuento de vagabundos muertos se precipitaba hasta los mínimos en muchos años, mientras los criminales fallecidos ascendían como el precio del alcohol durante la ley seca. Los tribunales -y en general el poder judicial- había dejado de encerrarles en cárceles, pues preferían que ''ellos'' llenasen sus estómagos para volver a hibernar y no molestar. Volviendo a la época de los sacrificios -para monstruos, en lugar de para dioses, en esta ocasión-, el crimen había sido reducido considerablemente. En las calles no te valía un bate, ni siquiera una navaja, era más factible pedir un vaso de agua en uno de los muchos refugios -al ''asequible'' precio de diez euros-, a ser mutilado y vendido por fascículos al Google maps.

Cuando se alzaba el sol, las masas volvían a movilizarse. Salía tímidamente la gente tras la puerta blindada, justamente al dar las seis de la mañana, de manera puntual. No importaba que hubiese algo esperándote detrás, pues el matón de turno salía primero. Con una escopeta esbozaba de dolor -usando perdigones en lugar de pintura- al hijo de puta que se pusiese delante de su bendita entrada. Ser un sicario no era algo fácil, ya que si no recargabas lo suficientemente rápido, o el retroceso te tiraba al suelo, no te levantarías de una sola pieza, ni tampoco vivo -tal vez, muerto viviente, si te mordía alguno-

                                         

Este mundo contemporáneo en constante cambio, estaba dividido en infinitas facciones indetectables. Por un lado existían Los Federales, descerebrados contratados por el ejército y ex-mercenarios de guerras -los cuales iban con su rifle de asalto deseando dispararle a algo, exactamente igual a un eufórico cachorro persiguiéndose la cola-. Sin embargo, al otro lado -entre incontables gremios más-, se podía hallar El Zoo. Sus miembros podían ser escasos, pero no por ello desconocidos.

Ningún empresario olvidaría el legendario nombre de Circusman, el tiburón de las finanzas alemán. Era un pesos pesados recubierto con su abundante grasa y su deprimente acento expirado, mezclado con cofres empedrados guardianes de escrúpulos y un bosque crepuscular -el umbral de su sádica mente con neuronas de hoja caduca-, los cuales jamás saldrían de esos cofres sin llave.

Esteban Silva, el cazador. Ni el más ambicioso de los taxidermistas -con una colección de especies en extinción- podía evitar envidiar su trabajo. Un escocés de nacimiento, de padre australiano y madre española. Lleva el don del domador en las venas, traídas por su bisabuelo de Oceanía. Había pasado su trágica adolescencia en soledad, a causa de la repentina muerte de su padre y su -fallecida en el parto- madre. Vivió desde los ocho hasta los dieciséis con su abuelo, pero al fallecer se quedó solo y fue víctima de un potente acoso. Adaptándose a esa sociedad la cual lo odiaba, viajó con sus peores enemigos a New York, lugar donde habitó hasta el día en que decidió recuperar sus raíces españolas bajo la influencia del fenómeno ''Monster'' allí en auge, en España podría retomar los genes de su bisabuelo.

Por último, Alejandro Lázaro, Alex para los amigos. Todo lo que podamos decir de él sobra; su pasado es irrelevante, y bastante corriente -aunque concordando en la falta de amigos con su compañero-. Su vida siempre había sido del montón, hasta que explotó este suceso y necesitaba dinero. Nadie se atrevía a ser el cuidador de enormes depredadores -y mucho menos él, que tenía miedo hasta a las moscas-, pero se había independizado y vendería su cuerpo por una taza de café caliente, ergo no puso pegas a dar de comer a tigres enormes y musculosos -oficio que realizaba de una manera que dejaba mucho que desear a los propios animales, siendo difícil decepcionarles al ser exageradamente conformistas-.

Los Federales guardaban un portentoso rencor hacía los miembros de El Zoo, ya que capturaban a las bestias sin matarlas. Esos pseudosoldados del estado -pintados como héroes nacionales-, odiaban rememorar el dato de que uno solo de esos engendros había sido disparado, pero no asesinado. Los atentados contra la vida de Silva iban en aumento cada día. Pero, contratando su jefe a los asesinos a sueldo adecuados, podía ser salvado de múltiples situaciones. Aunque no era beneficioso para Circusman que un soldado protegido por el rey y el ejército saliese en mil pedazos de una contienda, ergo buscaron a alguien más detallista e inteligente -pero que, igualmente, supiese pelear-.

Si preguntases a la gente, te contestaría que eso de las facciones es una leyenda: “¡Es matar o ser matado!”

dirían algunos, pero otros opinarían: “La tercera opción es mantenerlos a nuestra vera, justo como lo haríamos con un león o un asesino en serie con un buen abogado. No critico que los exterminéis, pero no estaría de más permitir un lugar para mantener vivos a, por lo menos, un espécimen de cada raza. Podemos tapar el problema con sangre, o prevenir al futuro; ¡Decid que miento al decir que estamos con la mierda al cuello por haber pensado todo este tiempo que no eran reales! ¡Atreveos a mencionar que esto no podría haberse evitado si hubiéramos creído en ellos¡ ¡Hubiésemos estado preparados para detener esto! Recordemos a nuestros retoños que el horror vive, que la vida no es bella sino escalofriante. Podemos vivir con miedo en nuestros refugios bebiendo hasta vomitar, o podemos preparar un mañana mejor sin miedo ni calles carmesíes”

Ese discurso había sido creado a conciencia por grandes pensadores racionales, los filósofos y biólogos más brillantes de las dos últimas décadas. Aunque ni ellos, ni los otros, tenían razón.

Usted -como lector- debe hallarse atónito, pues quizás no entienda en que consiste esta historia. Por suerte, soy vuestro fiel guía -el narrador-, soy vuestro mejor amigo y el pintor de paraíso a base de palabras. Os llevaré de la mano, os protegeré y divertiré como un bufón o payaso todo poderoso, os haré aguar las cascadas que son vuestras cuencas de los ojos, os asustaré tanto como vuestra peor pesadillas, porque ese es el trabajo para el que mi ser infinito y eterno fue creado. Nosotros, los narradores, somos proyectores de lo que -por escritores- fue creado, y nuestra única recompensa es ese brillo especial en vuestros ojos; una sonrisa triste que os haga feliz.

Esta novela -la cual nos ocupa- nos mostrará un mundo post-apocalíptico. La paranoia baña las calles en pánico, mientras las bestias andan sueltas ¿Los protagonistas? La facción de El Zoo, a la cual verás sufrir y reír. Si sigues aquí, conmigo, te daré un consejo: Si esperas algo típico o mundano con romances y protagonistas con cien parejas posibles con las cuales crear tu propio culebrón, no te daré ese placer. Yo no soy ese tipo de narrador, no, yo cruzo la cuarta pared y te introduzco en este mundo, el cual es de tu criterio tachar de irreal.

¿Qué vas a leer? Pues una historia donde cada segundo ocurre algo -que pasas por alto-, donde todo se conecta como un puzzle. Un adiós a la censura donde no habrá ningún tabú, una historia de terror que te hará sentir mucho más que miedo. Pues mucho de algo bueno es malo, ¿ No, querido amigo?

Bienvenido al zoo de los horrores, un lugar para toda la familia. El enemigo siempre acecha, dentro y fuera; todo tiene una razón, pero debes conocerla ¿Desaparecerán, o vivirán en jaulas estos monstruos? ¿Los seres matarán, o se adaptarán a una vida pacífica? ¿Sucumbirán al caos y se rendirán nuestros protagonistas? No despegue su dedo de la página, pues vuelve la cuarta barrera y proseguimos con el fin de iniciar nuestro viaje.

Paso a paso, comenzaremos ahora con el origen de El Zoo. No se edificó en un día, ni de manera legal, ni siquiera sin derramar sangre, pero si sobre tierras malditas -causa de que Circusman las comprará, pues sería un bajo costo considerable-

[Definitivo] El Zoo De PripiatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora