II

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La castaña se dejó caer en su cama, con el sentimiento de relajación llenarle el cuerpo.

Ya no tenía a nadie con quien luchar por el amor de padre, ya no tenía a alguien interfiriendo e intentando darle lastima.

Por fin era la única princesa, ya no tenía a Athanasia, dando vueltas a su alrededor. Nisiquiera tenía que escuchar su molesta voz o respiración nuevamente.

Chillo alegremente, en sí lugar, revolcándose entre las suaves mantas de su cama.

Debia estar feliz, y cierta parte de ella lo demostraba. Pero entonces ¿por qué se sentía tan sola?

Se dejó de mover y llevó sus manos a la zona donde estaba su corazón, lentos pero allí estaban sus latidos. El fuerte dolor estaba presente en esa zona, como punzadas constantes.

Se sentó en la cama, mientras se agarraba el vestido, posiblemente era por el corsé que llevaba, el cual le estaba apretando demasiado.

Se removió hasta poder soltarlo un tantito y volvió a sentarse frente a su tocador. Con aquel dolor sin apaciguarse. ¿Por qué sentía que se estaba rompiendo? ¿Como si estuviera perdiendo algo?

Se Movió con torpeza hasta su tocador, mirándose en el espejo.

Se quedo mirando sus ojos verdes... ¿Verdes? Agitó la cabeza, al ver esto, y cuando se volvió a mirar el común color azulado seguía allí.

—Una ilusión... Solo eso...

Se murmuró a sí misma.

Tamborilero sus dedos sobre el mueble y viajo su vista hacia todos lados, sin saber que hacer debido a ese dolor.

Quizás Kiel podría ayudarle. Su querido prometido posiblemente sería de ayuda, por lo que sin pensarlo mucho, grito para que las sirvientas entrarán.

Debia verse majestuosa, no como si estuviera apuntó de largarse a llorar.





En el pasillo de un destartalado palacio, se podían escuchar los suaves sollozos de un hombre.

De rodillas, en el marco de una puerta, Félix Robein lloraba mientras admiraba el cuarto de su princesa.

Los libros en un costado, papeles sucios en el escritorio, tinta desparramada y miles de bolitas de papel. Un plato de galletas en la mesita y una taza sin tomar allí presente.

El ligar mantenía un leve olor a hombre, como si alguien hubiera pasó mucho tiempo junto a la dueña del lugar podía suponer quien era, pero no tenía espacio en su cabeza para pensarlo.

Las lágrimas caían sin control sus mejillas, y los sollozos no paraban e salir de sus labios.

Estaba intentando sacar todo lo que sentia, miedo, enojo, tristeza. Tenía tantas cosas en su corazón que sentía que este explotaria.

¿Por qué Dios era tan cruel? ¿Por qué tenía que llevarse a su princesa?

Si el hubiera pasado más tiempo con ella, quizás si hubiera llegado horas antes habría podido darle a conocer sus planes para que la muchacha fuera feliz, con el joven mago.

Quizás si nunca hubiera insistido en que su amigo si quería a Athanasia, ella nunca se hubiera obsesionado con él.

Si hubiera llegado con los papeles de adopción antes, quizás la rubia, y su enamorada aún seguirían vivas, y podrían ser una familia.

Pero todo sucedió rápido, había visto a la chica moverse rápidamente en su habitación, cuando él llegó, intentando encontrar un vestido más bonito en su pobre armario, para ir a visitar a su hermanastra.

No quiso interrumpirá, había visto su bella sonrisa, así que prefirió guardarse los papeles tras la espalda y escoltar la al palacio esmeralda.

Cuando se dio cuenta que algo malo había pasado, podía ver a su hermosa solecito rogarle a su mejor amigo.

Un fuerte alarido de dolor salió esde su pecho, al pensar que el pudo haberlo evitado, que pudo haber solucionado todo si no se hubiera quedado callado.

Pero ahora estaban muertas, estaba solo, otra vez.

Porque Claude ya no era nada para el, ahora solo un jefe, que esperaba dejar pronto. El joven muchacho que le dedicaba sonrisas y le seguía para que le enseñará a usar la espada, ya no estaba.

Nisiquiera entendía que había pasado el día de la muerte de Diana. Había escuchado a su amigo ese día, mientras se encargaba de los nobles, debía preparar una habitación en el Garnet, para la pequeña bebé.

Pero perdió a su amigo múltiples horas, y cuando lo volvió a ver este estaba serio, enojado, mirando unos archivos.
Pregunto por la princesa, incrédulo de que el adolescente no estuviera cumpliendo su palabra

—"No me hables de esa bastarda"

Se había descolocado, aquella frase, era completamente diferente a su

—"Mi pequeña victoria debe vivir cómoda"

Del día anterior.

Lo dejo pasar, mal estuvo allí, debió intervenir desde el inicio, quizás así hubiera podido salvar a su solecito.

Pudo haber hecho mucho, para salvar a Lily y a Athy, tuvo muchas oportunidades. Pero no era hasta ese momento, donde ya no las tenía, que se dio cuenta.

A duras penas, se paro de su lugar, y camino hasta el escritorio, para ver un dibujo, antiguo, que la adolescente había enmarcado, garabatos de él, Lily y la princesa estaban presentes, con la frase "mis guardianes".

Un nuevo sollozo se produjo al leerlo, no tenía derecho a llamarse asi, no después de no poder defenderla en su muerte.

Agarro el  uadro y se lo llevó al pecho, sorbeteando su nariz.

Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí. A duras penas camino por el pasillo, entre lloriqueos.

Su mente vagaba, en todo lo que pudo hacer. No tenía nada seguro, no ahora que ya no estaban.

Ninguna de las mujeres que amaba estaban a su lado, y ya no podía hacer nada contra ello.

El destino fue injusto, la vida terminó antes de Tiempo. La muerte reclamo sus almas muy rápido. Mucho antes de que el pudiera decirles sus ideas de poder formar una familia.

Recordaba las palabras del mago antes de irse, de cómo le había pedido permiso para cortejar a la princesa, se había sentido orgulloso en aquel momento, ahora no sabía si le correspondía aquel sentimiento.

El no tenía nada, porque lo único que tenía se le había sido arrebatado, y no volvería a conseguirlo. Pero sí podía vengarse contra quien se lo arrebato, quizás, podría recibir perdón, si las ventana.

Quizás así podría sanar un poco su corazón.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2020 ⏰

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Después de su muerte [Princesa encantadora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora