La sangre manchaba sus manos y caía sobre el cuerpo sin vida de la mujer. Este se encontraba junto a sus pies, cada vez volviéndose más y más pálido.
¿En qué momento había llegado a aquel punto? ¿Cómo había llegado a sostener aquella roca ensangrentada entre sus manos? Roca que momentos antes había estado aplastando el cráneo de la señora.
Pero no se arrepentía de ello, claro que no. Jamás lo haría. No cuando aquella mujer había amenazado con destruir todo lo que amaba.
Sabía que su vida cambiaría al llegar a aquella academia, pero jamás pensó que daría un cambio tan drástico.
La persona que era antes de llegar allí había desaparecido por completo, y había dejado en su lugar a una persona completamente nueva.
De ser una simple ladrona a una asesina.
Su madre no hubiera estado nada orgullosa, su padre probablemente sí. Pero estaba agradecida que ninguno de ellos siguiera con vida para comprobar sus reacciones.
Porque, desde el momento en que sujetó aquella roca entre sus manos y tomó la decisión de estrellarla contra la cabeza de la mujer, supo que ya nada volvería a ser lo mismo de antes.
Pero también sabía que era lo correcto.
Aunque...
¿Qué era, exactamente, lo correcto?