Vivir mientras somos jovenes |KonJon| OMEGAVERSE

Te lavarán el cerebro, tus aspiraciones las harán trizas

Conner lanza el teléfono sobre la alfombra, el olor de Jon se ha impregnado en su paladar. Puede saborearlo en su boca, es un sabor dulce, amable, suave, pero también triste. Un gusto que nunca debió conocer, uno que ahora solo él conocería. Se pasa las manos por el cabello, suspira intentando reunir el valor para mirar a su hermano de nuevo. Jonathan yace sobre la cama, tal vez dormido, quizás desmayado. Respira con tranquilidad, su pecho se mueve despacio.

Las blancas sábanas con pequeños dibujos de dinosaurios de colores están manchadas de sangre y esperma. Una de las almohadas que fue desgarrada durante la noche está en el suelo, derramando plumas por todas partes. Todo se siente mucho peor estando en esa habitación con temática tan infantil, el reloj es un trice raptor, la lámpara un tiranosaurio. Justo frente a él hay un estante con las réplicas a escala que Jon colecciona y tres marcos decorativos.

"Jon y Kon en su primer día de clases." La foto fue tomada por Lois. Conner tenía 11 e iría a la secundaria, Jonathan 6 estaría en la escuela elemental. Una risa amarga sale del adolescente, mientras se frota los ojos. La siguiente no tiene un título, Clark está dormido en el viejo sillón del cuarto de estar. Los dos jóvenes también, su padre los mantiene abrazados. La última de ellas, los 4 sentados frente a un árbol de navidad. "Cena de la familia Kent. Diciembre 2014" Claramente él sobraba en esa foto.

El niño se queja y revuelve sobre la cama, no se ha desmayado. Rueda quedando sobre su estómago, tener la nuca sobre la almohada no debió ser cómodo en lo absoluto. Jon suspira, estirando sus extremidades y después se encoge de nuevo. Conner puede notar perfectamente las marcas que dejaron sus manos sobre la piel de hermano, su dermis que alguna vez fue blanca y pura. Ahora estaba manchada con contusiones rojizas que pronto se volverían purpuras.

En sus hombros, los antebrazos, las delgadas muñecas. Sobre su espalda, junto en su cintura el claro indicio de su delito. Sus pulgares grabados a fuego en el menor. Sus muslos y rodillas también están flagelados, en sus delicados tobillos las manchas ya se han vuelto moradas. El esperma continúa bajando de su interior humedeciendo el colchón. Primero debería limpiar a Jon, busca su ropa interior y sus pantalones. Aun si estaban solos en casa no podía ir desnudo por ahí. El baño está al final de pasillo, se levanta sin ánimos, arrastrando los pies.

Tal vez las cosas habrían sido diferentes si hubiera estado con un Omega en celo antes, Kay lo invito tantas veces. "Mi celo llegará mañana, ven y pásalo conmigo, cachorro." Él nunca tuvo el valor para ir, cohibido por las advertencias de Lex y Clark sobre que no debía acercarse a Omegas en celo. Se excusaba con ella diciendo que no pudo escapar de su casa, que salió con sus amigos. Fue en el otoño de su treceavo cumpleaños.

Kay era socia de su padre, está llegando a los 30 cuando comenzó a meterse a la cama con Conner. Una Omega que vivía como Alfa, al igual que Lex. "Has crecido mucho desde la última vez que te vi, cachorro." Él era joven, inexperto y esa mujer madura estaba ahí. Tocándolo por encima de su uniforme escolar, susurrándole cosas que lo hacían enrojecer.

"Tu padre me contó que eres un Alfa, ¿Por qué no vienes a visitarme mañana? te enseñaré un par de cosas." Había sido muy fácil decirle a Clark que estaba trabajando en limpiar la piscina de la señora Jones. Arreglando su garaje, sembrando flores en su jardín. Kay le daba un par de dólares cuando volvía a casa. Debió ir con ella, le habría enseñado a controlarse, tal y como lo instruyo en todo lo que sabía. "Vamos cachorro hazlo con más fuerza. No voy a romperme."

Ella era fuerte, no habría permitido que Conner la mordiera. No lo hizo porque tenía miedo de que su padre lo descubriera. Las mentiras tienen patas cortas y cuando Lex lo descubrió fue mucho peor de lo que imaginó. La echo de su empresa, obviamente con una cantidad enorme de dinero de por medio. Kay se fue de Metrópolis, él no pudo ni siquiera decir adiós. No tenía su número de teléfono, ningún correo electrónico, sin parientes o amigos.