Capítulo Cuatro: Realidad

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Grimm padre pasaba su tarjeta de trabajo por la mañana; suspirando antes de entrar

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Grimm padre pasaba su tarjeta de trabajo por la mañana; suspirando antes de entrar... 

—¡Hey, Grimm! —le gritó aquel compañero que tanto se burlaba de él. 

—No estoy de humor —le respondió Grimm mientras de su bolsillo derecho del pantalón, sacaba ya unos guantes para así colocárselos. 

—No quiero molestar —le dijo entonces el hombre pasando por su frente—. Te ves apagado, colega —le dijo entonces mientras lo tomaba del hombro. 

—Lo sé —respondió frío el hombre—. Lo estoy... 

—¿Puedo saber por qué? —preguntó el compañero; provocando entonces que Grimm viera a sus lados, para luego asentir un poco con la cabeza.

—Mi esposa, creo que tiene cáncer —dijo—. No sé qué voy a hacer. Ya es bastante con los gastos de mi casa, para que ahora...

—Lo siento, amigo —respondió entonces el otro hombre—. Pero quizás pueda... ayudarte. 

—¿Cómo? —preguntó entonces Grimm.

—Escuche que tienes un pitbull —dijo—. Lo he visto. Se ve fuerte. Muy fuerte. 

—¿A qué quieras llegar? 

—Podrías sacar dinero con él... Lo suficiente para ayudar a tu esposa. 

...

La noche llegaba, y entre los muros del calabozo donde descansaban los kronan, surgía una pequeña explosión que terminó por derribar las puertas del mismo; dejando entrar a varios hombres con armaduras similares a las romanas, y armados con algo similar a lanzas. 

—Ya se habían tardado —dijo entonces Korg, poniéndose en pie. 

—¿Son ellos? —preguntó entonces una mujer que estaba al frente de los soldados—

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—¿Son ellos? —preguntó entonces una mujer que estaba al frente de los soldados—. ¿Son esos que son como ustedes?

—No lo sabemos. Pero creemos que sí vienen del exterior como nosotros —respondió Margus—. Hay que ir por ellos, al igual que por la princesa. 

Los Cuatro Fantásticos y la lámpara de AladinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora