Prefacio

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Prefacio

España año 2008

–Rufina, ¿podrías hacer el favor de levantarte de la cama? – dijo mi mamá desde la puerta del cuarto. – Hija, vamos a llegar tarde a la fiesta de cumpleaños de tu tía, vestite de una vez.

–Solo un ratito más, por favor mami.

–Rufina, ya tenés seis años. ¿Querés que te siga tratando como una bebe?

–No, ya me desperté. Soy grande.

–Bien, entonces preparate que con tu padre y hermano ya te estamos esperando en el comedor para irnos.

–Bajo en cinco minutos mamá. – cuando cierra la puerta escucho sus zapatos retumbando en la escalera mientras baja.

Puedo escuchar un eco por toda la casa que indica que han tocado el timbre.

Pocos segundos después se empieza a escuchar un gran revoloteo, como si hubieran entrado muchas personas a casa. Termino de cambiarme rápido para ir a ver qué sucede.

Cuando abro la puerta de mi cuarto se empieza a escuchar todo mas claro; no son muchas personas, es una mujer gritando. No distingo quien es.

Bajo a la sala y cuando entro por la puerta la mujer que le estaba gritando a mi padre se detiene y gira a verme.

– ¿Quién es esta niña? – dice la señora enfadada. Viajo mis ojos por la habitación y veo a mi mamá sentada en una silla agarrándose el pecho, como si algo le doliera; Valerio se encuentra a su lado sin saber qué hacer. Giro nuevamente a donde está la señora y veo que hay una niña que parece igual o más confundida que yo.

– ¿Papi qué ocurre? – lo que sale por mis labios no es más que un susurro, pero todos en la sala alcanzan a oírlo; mi mamá que no se había percatado de mi presencia gira a verme preocupada, la señora se gira a verme de nuevo, pero rápidamente sigue discutiendo con mi padre mientras se van al escritorio de él, seguidos de mi mamá; la niña también gira a verme, nuestras miradas se cruzan haciendo que en todo mi cuerpo se extienda un escalofrío. Me acerco a hablarle.

–Hola. – le digo con una sonrisa.

–Hola, ¿Cómo te llamas? – su rostro no refleja ningún sentimiento.

–Rufina Montesinos Constantini– Su rostro cambia y deja de ser inexpresivo. Sus ojos se abren, en señal de asombro. Le extiendo mi mano – pero puedes llamarme Ruf , ¿y tú? –

–Lucrecia Montesinos Hendrich, pero puedes llamarme Lu – dice estrechando mi mano. Ahora soy yo la que abre los ojos por la sorpresa. – ¿Tu papi es mi papi? – pregunta sin soltar mi mano.

–Si, eso creo. – vuelvo a sonreírle. Ahora ella también me sonríe. Veo por encima del hombro de Lu como Valerio todavía está parado al lado de la silla que hasta recién ocupaba mi madre, sin entender nada, pero sin poder despegar sus ojos de Lu.

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