Cuenta la historia que un mago en su bosque encantado lloró. Él sabía muy bien, que en su eterno existir, nunca podría salir de su destino...
La Luna su única amiga le daba fuerzas para soportar todo el dolor que sentía por su tan larga soledad. Pre...
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🍂 OTOÑO🍂
Aunque no lo pareciera, había muy pocas cosas que en verdad irritaban al mago. El calor sofocante, que lo despertaran de sus siestas, los mosquitos...
Pero había una cosa que escaló muy rápido en su lista.
Y se resumía a algo muy insignificante.
Un nombre.
No.
Ni siquiera eso.
Un apodo.
'Kacchan'
Y simplemente no sabía el porqué.
Solo estaba seguro de una cosa, ese tal 'Kacchan' no le agradaba para nada.
Izuku hablaba casi maravillas de ese tipo.
No parecía un mal sujeto, no del todo.
Según el hada, su amigo de infancia, un licántropo, muy fuerte, inteligente y valiente...
Oh, y casi lo olvidaba.
Muy genial.
Había algo que ardía cada vez que Izuku lo llamaba tan cariñosamente con ese mote casi infantil.
'Kacchan'
Solo de recordar como Izuku se emocionaba al hablar de él le revolvía el estomago.
Sin embargo, ahora preferiría escucharlo hablar de ese tipo, en lugar de angustiarse por su anormal silencio.
El mago llevaba cerca de diez minutos leyendo a voz alta uno de esos cuentos que Momo solía leerle cuando era un niño. Izuku los había descubierto, e insistió en que Shoto los leyera para él. El mago no entendía el gusto que Izuku parecía tener por escucharle. Pero él no iba a negarle nada.
Sin embargo había algo mal esta vez.
Izuku siempre parecía sorprendido y maravillado con cada historia, su curiosidad hacía que cada par de minutos interrumpiera la lectura de Shoto para preguntar sobre algo que llamase su atención.
Y ahora, no había nada. Izuku parecía distraído y triste.
El mago no pudo más, y cerró el libro entre sus manos. El hada ni siquiera se dio cuenta.
—Bien, ahora vas a decirme que te pasa antes de que decida enviarte a casa a descansar— susurró al oído de Izuku, provocándole un pequeño susto. El mago se había acercado lo suficiente como para que el hada pudiera sentir su aliento chocando contra mejilla.
— ¿Eh? ¿P-por qué? —respondió con nerviosismo y creciente sonrojo en sus mejillas.
—No puedes engañarme Izuku ¿Qué es lo que está angustiándote? — Izuku había dejado de sorprenderse de la facilidad que tenía el mago para ver atreves de él. Incluso ahora, que había logrado engañar a sus allegados, el mago era el único había logrado darse cuenta de que no se sentía bien. —Ni siquiera pienses en mentirme— habló de nuevo.
