Al final no es interesante ni mucho menos positivo que marginemos nuestra vida en el portal virtual de las redes sociales.
Las personas viven para publicar sus actividades, para los selfies del día, para la popularidad virtual. Y nos hemos olvidado de la naturalidad de la vida.
Pero...
Cuando fue la ultima vez que nos acostamos encima del carro de papá para ver las estrellas, hacerlo solo para soñar como niños, no para publicarlo.
Cuando fue la ultima vez que nos paramos en la cera de la calle principal para ver cuantos carros azules y rojos pasan en una hora, para identificar las emociones plasmadas en los rostros de las personas.
Cuando fue la ultima vez que nos detuvimos a percibir el delicioso olor de la panadería de la cuadra y tomar unos minutos para recordar el pan que hace la abuelita.
Cuando fue la ultima vez que reímos por reír,
Que sonreímos por apreciar la sonrisa cautivadora e irresistible de esa persona,
Que sonreímos solo para ver la profundidad de su mirada,
Que sonreímos en medio de un beso largo.
No lo recuerdo pero dejo de pasar, deje de enamorarme de las sonrisas como el fenómeno que alegra mi corazón.
