🔱 Amenazas 🔱

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La sola mención del rey Ramiel trajo de regreso los sentidos de la princesa

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La sola mención del rey Ramiel trajo de regreso los sentidos de la princesa.

El corazón que latía acelerado se detuvo mientras que la realidad de la situación en la que se dejó envolver le había caído como un balde de agua fría.

La vista se le aclaró y se enfocó en lo único que tenía enfrente; aquellos ojos rojos que la miraban turbios.

Todo lo que hizo volvió a repetirse en su cabeza y se dio cuenta de la locura que había cometido.

«¿Qué demonios he acabado de hacer? ¡He perdido la maldita cabeza!», se recriminó a sí misma.

Su mano continuaba enredada entre los mechones ondulados de aquel cabello tan negro como la noche.

La respiración se le agitó y el sube y baja de su pecho la hizo volver a entrar en contacto con el cuerpo del hombre que tenía sobre ella.

Por un instante, olvidó lo que el concejal había informado. Sus ojos bailaron para rememorar cada facción del varonil rostro.

Detuvo su mirada sobre los labios que acababa de disfrutar y el deseo por volver a probarlos se hizo presente, pero el carraspeo de la garganta de Markus le devolvió la sensatez.

Vio el arrepentimiento en aquellos ojos y se percató de la intención del demonio por alejarse.

—¡Quítese de encima! —arremetió ella, empujándolo.

No le daría el gusto de humillarla una vez más.

Markus se alejó y ella no dudó en hacer lo mismo.

Arregló su vestido y acomodó varios mechones de cabello que confesaban su pecado.

—No vengas a hacerte la santa ahora —farfulló el rey, colocándose la camisa que colgaba sobre el respaldo de una silla.

—No me hago la santa, pero esto... —señaló la cama— fue su culpa. Vine aquí en busca de explicaciones, no para...

Se inhibió de decirlo. Aquellas palabras jamás podrían ser expulsadas por su boca.

—Vamos, dilo —desafió el monarca, ladino y con una ceja levantada.

—No —renegó ella, cruzándose de brazos—. Usted ya sabe a qué me refiero.

—La mujer que entra a mi habitación es para solo una cosa —insinuó Markus con arrogancia—. Pregúntale a Nahya si no me crees.

—No me interesan las aberraciones que usted cometa aquí con las mujeres que entran y salen. —Respiró agitada—. Espero que le quede claro que conmigo no va a suceder lo mismo. No seré una...

—Cállate, ¿sí? —Markus se llevó los dedos a la sien para comenzar a masajearla—. Tienes esta única habilidad para provocar en mí un dolor de cabeza que parece salir de la nada. Hablas y hablas —imitó la acción con su mano— y al final no dices nada... nada que me interese.

El ángel prohibido© ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora