III: el reencuentro

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Las grandes puertas empezaban a hacerse visibles y luego se empezaban a desintegrar para darles salida a sus habitantes; la mente de Vermon era atacada por un millón de pensamientos y recuerdos, como la tranquilidad de que la colmena estuviera en orden y que todo su equipo se encontrara en perfectas condiciones para obtener unas largas vacaciones como compensación por sus servicios, cada paso que daba hacia la salida lo llenaba de ansias para encontrarse con su Glitza.

El puente de hologramas que separaba la colmena de la ciudad y atravesaba un inmenso acantilado (que se encargaba de mantener alejados a los curiosos del corazón de la ciudad) empezaba a materializarse frente los ojos de todos los espectadores. En el publico se apreciaban rostros tristes, y enormes sonrisas, se sentía la esperanza y también el cansancio por la prueba que había pasado la humanidad.

Pero fue solo hasta que casi llegaba al otro extremo, que la vio (o eso era lo que él pensaba) – Glitza- grito y corrió hasta los brazos de la muchacha que sostenía un ramo de flores color escarlata en sus manos, y que tenia unos ojos azules eléctricos, tal como los recordaba; pero, cuando sus manos la alcanzaron lo hicieron retroceder en un instante, había algo en ella que no era igual.

-No soy la Glitza que tu esperabas encontrar, soy una creación de ella- la muchacha sonrió y le entrego las flores, seguidas de un pequeño artefacto esférico, él lo sostuvo y detallo un diseño en los bordes, era la marca de ella de su Glitza, cuando lo giro y abrió, una luz reflejo el holograma de una Glitza acostada en una camilla, tenia un respirador atado a sus fosas nasales, y un cable luminoso en su muñeca; ella miraba con sus ojos eléctricos - mi amago Vernon- dijo la imagen de Glitza en el holograma- decidí grabar este mensaje porque no me queda mucho tiempo- su imagen sonrió- logre encontrar la forma de parar toda esta locura, el virus era más predecible de lo que me imaginaba; solo debíamos esforzarnos un poco para descubrir su naturaleza- una lagrima se deslizaba en la mejilla de la imagen, y también en el rostro de Vermon- pero no Sali muy bien librada- hizo una seña hacia sí misma y volvió a sonreír con fuerza, como si su propio aspecto le hiciera gracia- no hay oportunidad de salvarme, pero aun así quiero cumplir nuestra promesa, por eso cree algo solo para nosotros- la imagen de la pantalla cambio, y se veía el extremo de la camilla, donde su piernas estaban tapadas por una cobija, Vernon recordó que esa era su cobija favorita, desde el momento en que él se la regalo; y mas allá de la camilla se veía una capsula con una chica en el interior, parecía dormida, pero era igual a Glitza, su mismo rostro, su mismo cabello, el mismo tono de piel, incluso podía jurar ver el lunar que ella poseía en la parte superior de su pierna, la capsula estaba conectada a un artefacto extraño y vio como uno de los androides de Glitza poseía acomodaba los cables, uno de ellos era el mismo cable luminoso que la imagen de Glitza tenia conectado a su brazo; en la imagen volvió a aparecer una Glitza agonizante- mi amor, así podremos cumplir nuestra promesa, esa- señalo hacia el frente- soy yo- sus ojos se cerraron pesadamente y en un susurro se despidió-Espero que nunca olvides que te amo- la imagen se contrajo, significaba que la trasmisión holográfica había finalizado. 

Vernon miro a la chica que tenia al frente, y ella le sonrió, por un momento recordó la intensa sonrisa que Glitza tenia, la sonrisa que le hacia erizar cada vello de su cuerpo y mandaba una señal eléctrica por su espina dorsal – ahora entiendes todo, mi amor- ella le tomo la mano – así podremos cumplir nuestra promesa- Vermon comprendió y su corazón se encendió de alegría, así que le dijo – sabes, prometo que jamás nos volveremos a separar, no existirán más despedidas.

Sin embargo, a pesar del bullicio de la gente, de su equipo y de sus superiores, de los megáfonos y de las fotos y hologramas, de los androides y drones que rondaban la zona, a pesar de todo eso, él y Glitza se alejaron tomados de la mano, y se escuchaba en las paredes de la central la voz de un cantante que decía: "Podrá acabarse el calor del sol y La Tierra convertirse en hielo pero el amor y el calor humanos tendrán siempre un mañana...".

Glitza en los tiempos del coronavirusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora