Capitulo 7

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Por la tarde, al llegar al pueblo , mi móvil no para de sonar.

Estoy por estrellarlo contra la pared.

Neji quiere hablar conmigo, Apago el móvil. 

Llama al teléfono de mi padre y me niego a ponerme al teléfono.

El domingo, cuando me levanto, mi hermana está plantada ante el televisor viendo la telenovela mexicana que la tiene extasiada, «Soy tu dueña».

¡Menuda horterada!

Cuando entro en la cocina, hay un precioso ramo de rosas rojas de tallo largo. Al verlas, maldigo; imagino quién las ha mandado.

—¡Cuchufleta, mira qué preciosidad has recibido! —Dados Shizune detrás de mi.

Sin necesidad de preguntar, sé de quién son, y directamente las agarro y las tiro a la basura. Mi hermana grita como una posesa.

—¡¿Qué haces ?!

—Lo que me apetece.

Rápidamente, saca las rosas de la basura.

—¡Por el amor de Dios! Tirar esto es un sacrilegio. Han debido de costar algún número que ni puedas imaginar.

—Por mí como si son del mercadillo. Me hacen el mismo efecto.

No quiero mirar mientras mi hermana vuelve a colocar las rosas en el jarrón.

—¿No vas a leer la notita? —Insiste.

—No, y tú, tampoco —contesto, y se la arranco de las manos y la tiro a la basura.

De repente, aparecen mi cuñado y mi padre, y nos miran. Mi hermana impide que me acerque de nuevo a las rosas.

—¿Os podéis creer que quiere tirar esta maravilla a la basura?

—Me lo creo —asevera mi padre. Kakashi sonríe, y acercándose a mi hermana, le da un beso en el cuello.

—Menos mal que estás tú para rescatarlas, pichoncita.

No respondo.

No los miro.

No estoy yo para escuchar eso de Pichoncita »y« pichoncito ». ¿Cómo pueden ser tan ñoños?

Me caliento un café en el microondas y, tras bebérmelo, oigo que suena la puerta. Maldigo y me levanto, dispuesta a huir si es Neji. Mi padre, al ver mi gesto, va a abrir. Dos segundos después, divertido, entra solo y deja algo sobre la mesa.

—Morenita, esto es para ti.

Todos me miran, a la espera de que abra la enorme caja blanca y dorada.

Finalmente, claudico y la abro. Cuando saco el envoltorio, mi sobrina, que entra en este momento en la cocina, exclama:

—¡Un estadio de fútbol de chuches!

¡Qué ricooooooooooooooo!

—Creo que alguien quiere endulzarte la vida, cariño —bromea mi padre.

Boquiabierta, miro el enorme campo de fútbol. No le falta detalle. ¡Hasta gradas y público tiene! Y en el marcador pone «te quiero» en japonés: Watashi wa, anata o aishiteimasu.

Mi corazón aletea, desbocado.

No estoy acostumbrada a estas cosas y no sé qué decir.

Neji me desconcierta, ¡me vuelve loca! Pero al final gruño, y mi hermana rápidamente se coloca a mi lado.

Pídeme lo que quieras 2 parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora