★*No será un año cualquiera*★

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31 de diciembre. Seis y media de la tarde. El Sol estaba dispuesto a esconderse, pero no sin antes deleitar las miradas con el precioso y anaranjado anochecer. El frío viento mecía casi suavemente las plantas y las hojas de los árboles, ubicados en los patios de la vecindad y decorados con bellas luces amarillas.

Cierta familia se estaba alistando para llevar a cabo su viaje a la morada de su familia amiga, invitados con el gusto de siempre. Ya cuando estuvieron listos para partir, se dieron cuenta de algo: el hermano e hijo mayor no se encontraba entre ellos. Extrañados, sus padres subieron las escaleras, y justo al frente, estaba la puerta que daba a la habitación del chico. Caminaron hasta ella, la abrieron con cuidado, y él estaba acostado boca abajo en su cama, vestido formalmente de negro y mirando a la nada finita de la cabecera, con la seriedad predominando su expresión facial.

— Hijo, ¿no quieres ir? —preguntó su madre, sentándose a su lado.

— No quiero ir a esa cena —respondió seco—. Unos inconscientes, planificando una fiesta estando de luto.

— Pero Diego, es una tradición que forma parte de nosotros y de ellos —inquirió su padre, a manera de insistencia y acercándose a él.

— Vayan ustedes.

La notoria y rápida comprensión de sus progenitores fue demostrada. Con un beso de despedida, ellos cerraron la puerta y bajaron a la sala para así irse al evento, un poco desilusionados por la idea de que el muchacho se quedara solo en Nochevieja, pero él tenía motivos suficientes para ello. Incluso motivos para no contestar llamadas ni mensajes de sus amigos invitándolo a jugar online.

Él, cuando se dio cuenta de que el sonido del motor del coche se reducía en la lejanía, estampó su cara en la almohada a llorar a mar de lágrimas. Ellas se debían al inesperado suceso de hace dos semanas: Brianna murió en un accidente automovilístico, cuando se dirigía a su universidad en un taxi. La tristeza que apresaba a Diego era como un trastorno incurable, y el hecho de que celebrara lo enamorado que estaba de ella... SIN ella, era el complemento perfecto para no liberarlo de su estado.

Las horas pasaron. Las lágrimas cesaron y el varón sintió ardor en sus ojos. Revisó su celular, y justo marcaban las 11:59. Se asomó a la ventana, a mirar el cielo nocturno, en espera de que los fuegos artificiales lo iluminaran más que el plenilunio. Y en pocos segundos, aquella colorida pirotecnia hizo su entrada y el reloj marcó las doce de la medianoche.

Con ese espectáculo, Diego puso su mano derecha en el marco de la ventana, como si tuviera a su amada chica junto a él. "Este año sería perfecto... si estuvieses a mi lado", monologaba melancólicamente, mientras los recuerdos más lindos que guardaba con ella se reproducían en un cortometraje mental, haciendo brotar nuevamente las lágrimas.

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"Algunas personas planifican fiestas; otras planifican funerales"

Julia Pire 

Fuegos Celestiales (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora