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MÓVIL DE VEGETTA:

MÓVIL DE VEGETTA:

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Las vistas desde la casa del árbol eran preciosas. La luz de la luna bañaba las calmadas aguas del lago, y las estrellas se desplazaban lentamente por el cielo. AL fondo se veía la silueta en forma de árbol de la casa de Willyrex. Vegetta suspiró. 

Recordaba una y otra vez el momento en que se había interpuesto entre Rubius y Willy. La mirada en los ojos del chico por el que hacía noches que no era capaz de dormir, su sonrisa rota, la forma en que pronunció aquella frase. Por supuesto que le defiendes a él. Cada una de las palabras le dolía pero... era Rubius quien le había fallado, quien le había mentido, quien había fingido querer estar con él para traicionarle después por un estúpido juego. ¿A quién más iba a defender? 

Pero necesitaba hablar con él. Necesitaba escucharle, conocer su versión y entender por qué lo había hecho. Porque por más que lo intentase negar, no podía dejar de pensar en él. 

Su vista se desvió hacia uno de los cuadros de la pared. Rubius había cambiado la imagen original por un gif de ellos mismos abrazándose. Casi podía sentirlo con sólo mirarlo. Quería tenerlo entre sus brazos otra vez. 

Pasó una hora. Dos. Pero nadie llegaba.

Vegetta se sentó en la cama, con los codos apoyados en las rodillas. Esperaría un poco más... 






Era tardísimo, no pasaba nada ya por conectarse, ¿verdad? Con la hora que era, lo más seguro era que ya se hubiese ido. Como mucho le habría dejado una nota, y no pasaba nada por echarle un vistazo. Quizá así podría comprender mejor qué había pasado esos últimos días, además de la traición de la rata de Willy. 

No tenía esperanzas ya en que sus sentimientos fueran correspondidos, Vegetta había dejado aquello muy claro, pero sabía que tenía una conversación pendiente con él, que aunque lo quisiera negar necesitaba respuestas, y tampoco quería preocupar más a Mangel y Alex con ese tema. 

Y en el fondo también, aunque se esforzaba en enterrar ese pensamiento con todas sus fuerzas, quería verle. Quería que se disculpara, que le dijera que había sido un tonto, que todo volvería a ser como antes. 

Con todos esos pensamientos se conectó, ya muy entrada la noche. No había dormido nada desde la última vez que había estado en Karmaland y apenas había comido. Lágrimas ya no le quedaban. 

Tardó en darse cuenta de dónde estaba. Por un momento pensó que había un fallo de la tarjeta gráfica y que no habían cargado bien las texturas, pero en seguida reconoció los barrotes. 

- ¿Qué cojones...? - murmuró. Intentó acceder al menú del juego, pero no pudo. Le habían encerrado allí. Sintió una presión en el pecho que le obligó a sentarse en el suelo.  No sabía qué hacía allí, pero la verdad, ya nada le sorprendía. Alex o Fargan, ambos sus hermanos de una forma o de otra, le habían metido allí, y no podría salir hasta que se acabase el tiempo, que no sabía cuánto era, o hasta que uno de ellos le sacara. 

Sí era cierto que podría quitarse el traje directamente y desconectarlo, pero aquello podría estropear el equipo, además tampoco le quedaban fuerzas y, a fin de cuentas, le daba igual estar en su casa o allí. El dolor era el mismo en todas partes. 

Después de unos minutos en los que se iba hundiendo más en sus pensamientos, se le ocurrió activar la llamada. La noche era especialmente silenciosa, lo que le permitió escuchar una respiración al otro lado. 

- ¿Vegetta...? - Lo preguntó casi con miedo, y sintió que el corazón se le aceleraba y golpeaba con fuerza contra su pecho. Pero nadie contestó. Se seguía escuchando la respiración, suave y acompasada, y de pronto un pequeño murmullo del que no entendió nada, pero sí le permitió reconocer la voz. 

Fue entonces cuando Rubius lo entendió. Era Vegetta, y se había dormido. 

Suspiró suavemente y cerró los ojos, apoyando la cabeza contra la fría piedra de la celda. Sintió cómo una lágrima se deslizaba ardiendo por su mejilla mientras, poco a poco, acompasaba su respiración con la de él. 

Unos minutos más tarde, Rubius también se quedó dormido. 


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