3.0

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Frío...mi cuerpo se estremecía. Sentía que me congelaba, metí las manos en los bolsillos esperando hallar calidez. Caminaba por una calle oscura y solitaria. La noche pintaba el cielo pero sin luna ni estrellas. Miraba el suelo como si estuviera en busca de algo. Oí pasos y voces, subí la mirada. Venía caminando hacia mí una pareja. Tomados de las manos sonreían y se consumían con la mirada. Su alegría era mi dolor. Recuerdos inundaban mi mente de aquel abril cuando todo era distinto. Yo era alegre, él tomaba mi mano y juraba amarme por siempre. Lágrimas brotaron de mis ojos y recorrieron mis mejillas pálidas. El dolor que sentía me atravesaba.
Con unos pasos más me encontraba en la Avenida Principal, la más concurrida de todas. Llena de personas luces y sonido, pero todo aquello me era indiferente, me seguía sintiendo a oscuras, ahogada en la soledad. después de haber caminado unos minutos a la derecha llegué al puente William Cannon, el cual pasaba sobre un río del mismo nombre.

Me puse a pensar en los últimos días que habían pasado, en todo el rencor y dolor que estaba acumulando, el daño que me habían hecho. Era insoportable, todos esos sentimientos encontrados me estaban volviendo loca, rasgaban lo más profundo de mí, marcaban mi alma. Tomé una decisión... ya era tiempo de acabar con toda aquella agonía, cortarla de raíz.
Me sujeté de la baranda, pasé mis piernas hacia el otro lado y me paré en el borde del puente, hacia el horizonte. Respire profundo, sabía que sí daba un paso más no podría volver atrás. El puente tenía una caída muy alta era imposible que sobreviviera.

«Pero ¿¡qué estoy haciendo!?» pensé. Iba a terminar con mi vida, a dejar a mi hermana menor sola, no tenía porque morir yo, no era la responsable del mal creado. Me di la vuelta despacio para no caer pero mi pie derecho resbaló. Grité atemorizada, quede colgando de mi mano izquierda. Un grupo de personas se detuvo a ver qué ocurría, otros se acercaron corriendo para socorrerme, pero fue en vano. Mis manos estaban muy frías, no podía seguir sujetándome. Empecé a caer.

Mirando hacia el cielo mi vida pasó frente a mis ojos: mi infancia, mi primer día de escuela, mi primer beso, los cumpleaños, la salida con amigos, la muerte de mi madre. Sentía el aire romper en mi espalda, escuchaba gritos y llantos de desconocidos. Sabía que eran mis últimos segundos y no podía hacer nada para evitarlo. Lloré y me dejé llevar, cerré los ojos y me desconecté de la realidad. Un fuerte pero breve dolor de cabeza se apoderó de mí, eso fue lo último que pude sentir. Todo era silencio y oscuridad, mi ser comenzaba a desvanecerse. Segundos después cayó al agua mi cuerpo sin vida.

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Palabras de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora