Capítulo III

108 16 11
                                    

Aunque buscaron una excusa para quitárselo de encima Rissoto insistió tanto que casi les dio pena rechazarlo. Sería una oportunidad perdida para tener una cita con Abbacchio, pero habría más. O quizás no, quizás con un poco de suerte podría quitárselo de encima cuando encontrase a alguien que le llamase más la atención, no es que el asesino tuviese problemas para encontrar parejas a las que seducir. Sabía que Risotto se había fijado en su atracción por Abbacchio, era menos discreto de lo que pensaba. También sabía que Risotto era un capullo, pero uno muy atractivo, y que aunque al principio se había fijado en Leone para molestarlo estaba genuinamente interesado en él por como le aguantaba el tipo. Por no hablar de la belleza de Leone, claro.

Risotto se estaba quedando en un hotel pero había ido temprano a la casa de Bucciarati para meterle prisa y molestarlo un poco. Sabía que podía eternizarse solamente con el peinado si lo dejaba sólo, aunque con sus interrupciones tardó aun más. El local al que irían estaba cerca del piso de Bucciarati, por lo que fueron andando. De camino se encontraron con Mista, que estaba mirando fijamente a algo.

-¿Qué haces? -le preguntó su jefe al verlo agazapado, las Pistols hacían lo mismo.

-Aprender -le dijo Mista señalando.

En mitad de un pequeño corrillo de mujeres, obviamente de despedida de soltera, se encontraba Abbacchio. Vestido con una camisa roja sangre y unos pantalones ceñidos negros y el cabello recogido en una coleta, parecía un vampiro. Un vampiro no muy alegre.

-Llevan como cinco minutos suplicándole que entre con ellas, y a más borde es más le insisten, aunque lo conozco y sé que se está conteniendo -dijo Mista como si de verdad estuviese viendo un documental, pero los otros dos no estaban escondidos y Abbacchio los vio y se fue hacia ellos- No me puedo creer que vaya a decir esto, pero voy a tener que pedirle clases.

-Primera clase, Germán -dijo Risotto.

-Guido -le corrigió Mista.

-Como sea. Primera lección, tienes que estar así de bueno. Mira el efecto -le dijo señalando a Bruno.

Aun con escasa iluminación nocturna y su piel bronceada, el rubor se veía en Bucciarati. Su plan para librarse de Risotto fue inútil, más bien este le endilgó a Mista. Después de un par de chupitos Abbacchio mostro que, efectivamente, sabía bailar. E incluso bailó con Bruno, habría sido una noche estupenda para él si no fuera porque al rato apareció Risotto retando a Abbacchio a una nueva ronda de chupitos, le dijo que estaba seguro de que al rato le enseñaría su stand por presumir. No necesitó más reto que ese para ponerse a beber.

Dos góticos enormes retándose a beber fueron un espectáculo rápido para todo el mundo. Sus acompañantes no tardaron en verse desplazados. No es que Bruno no apreciase salir con Mista, pero no en esa ocasión, además el más joven no tardo mucho en decidir intentar replicar el carácter de Abbacchio para intentar ligar, aunque con poco resultado. Decidió ir al baño sin prisa e intentar sacar a Leone de ese reto antes de que tuvieran que sacarlo con una ambulancia. No estaban en el mismo sitio que los había dejado, pero notó que Risotto ya había encontrado a alguien con quien entretenerse, lo cual estaba muy bien hasta que se movió y vio que a quien parecía estar besando como si quisiera devorarlo tenía una más que conocida melena platino.

La vista desde luego era llamativa, dos hombres enormes, de aspecto gótico y cabellos albinos retorciéndose bordeando los límites de la decencia hasta en un lugar como ese. Era casi hipnótico, debía reconocérselo. Si no fuera porque estaba enamorado hasta el tuétano de Leone hasta habría disfrutado de la escena. Pero no podía seguir mirando, se dio cuenta de que estaba al borde de llorar como si fuera un niño.

Esa noche durmió mal y, por primera vez desde que lo conocía, se alegró de no tener que ver a Abbacchio el día siguiente. No es que estuviera enfadado, es que se sentía idiota, triste y cansado. ¿Cómo iba a reprimir sus ganas de simplemente lanzarse encima si a Risotto le había funcionado así de bien? Claro, no era lo mismo, el desgraciado se iría y no sería más que una muesca en sus respectivos cinturones y cada uno seguiría por su lado. Con Leone él no podía hacer eso, no solamente porque era su jefe, sino porque estaba condenadamente enamorado de él. No había bebido lo suficiente como para tener resaca, pero sí para tener un molesto dolor de cabeza. Por eso cuando ante su puerta se presentó Risotto le cerró de un portazo en la cara.

Nights in white satin (BucciaratixAbbacchio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora