✾ No serás mi Omega ✾ [Taekook]

✾ Prólogo ✾

Me quedé en mi lugar analizando todo lo que acababa de suceder hace unos instantes, el nudo en mi garganta no se había ido y me había tenido que sentar en el lugar más cercano que pude encontrar al sentir que mis piernas me fallaban.

Realmente había pasado.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero me costó un par de segundos volver en mí al oír a Jimin llamándome, al mismo tiempo que sacudía mi hombro y no paraba de preguntarme qué había pasado.

— Se acabó, Jimin. Toda esta mierda se acabó. — Tuve que tragar grueso al decir: — Por fin.

— Taehyung...

— No te preocupes, estoy bien. — Dije riendo un poco, el sonido sonando desastroso en mis propios oídos, pero no dejé que me afectara. Alcé mi vista y lo vi como si fuera un sólo borrón debido a mis lágrimas, por lo que tuve que parpadear varias veces para poder ver su mirada, preocupada y quebrada por mí. — ¿Por qué me miras así? Te dije que estoy bien, ve a comer. — Ni siquiera sabía si ya había pasado la hora de almuerzo, probablemente sí, debido a que el cielo estaba un poco más oscuro. — Estoy bien. — Repetí una vez más.

— Si estás bien... — Dijo Jimin tomando mi mentón con delicadeza, para levantar mi rostro hacia él. — ¿Por qué estás llorando?

Sentí mi labio inferior temblar, mis ojos ardieron aún más y el dolor en mi pecho creció a niveles excesivos, hasta que fue demasiado como para contenerlo dentro. Lo siguiente que supe fue que me aferré a su camisa amarilla, bañándola con mis lágrimas e hipos descontrolados. — J-Jimin yo... yo no quiero que se vaya, realmente no quiero que lo haga. — Y no podía parar de repetirlo, al mismo tiempo que seguía llorando con ganas. — P-pero he hecho tanto y él me estaba mirando de esa forma tan fría y yo... y-yo...

Sus pequeñas manos empezaron a acariciar mi cabello, con el fin de darme consuelo; sin embargo, la profunda tristeza y el desespero seguía siendo una tenaza alrededor de mi garganta. — Todavía pueden arreglarlo, Tae.

— Se va a ir, Jimin. — Repetí otra vez, sintiendo en cada palabra el peso de mis acciones. — Se va a ir y me va a dejar.

El arrepentimiento tomándome como su prisionero, mientras me hacía preguntarme una y otra vez por qué dejé que todo llegara hasta aquí.