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Y como Dumbledore era un hombre de palabra, se había decidido a ir a la casa de Bathilda —y ahora también la del chico nuevo— después de mucho tiempo dudando si debía o no.

—Nunca te ocupás realmente de nosotros, ¿por qué hacerlo ahora?— Le había dicho su hermano.

Él era muy paciente, pero esa queja se hacía repetitiva, y dedició que irse y enfriar su mente era mejor que gritar y comenzar un escandalo.

Quizá debería haberme traído un abrigo.— pensó Albus al sentir como una ráfaga de viento le congelaba la espalda.

Estaba empezando el verano, y él, confiado, pensó que ya no sería necesario abrigarse tanto, pero al parecer se equivocó. Apuró el paso, deseoso de sentir la calidad de un hogar otra vez.

—Ya llegaste.— Lo recibió el sobrino de Bathilda. Cuando lo dejó pasar, se  sorprendió al ver que Dumbledore tenía tanto frio. En el país del que provenía, este clima podría considerarse hasta caluroso.

—Sí, espero no llegar tarde.— Se disculpó.— Tuve que preparle la cena a mis hermanos.

Gellert murmuró un —no te preocupes— apenas audible e intento guiarlo por la casa, pero al ver como el pelirrojo se paseaba como si fuese suya, comprendió que esta no era la primera vez que venía.

Bathilda, quien ya estaba sentada en la mesa, se levantó para saludarlo. Luego se dirigió a la cocina a traerle un plato.

—Sentate, Dumbledore.— Le dijo Grindelwald y él obedeció. Se sentó y el rubio se posó a su lado, para su sorpresa.

Bathilda le trajó un plato de una rica y caliente sopa de verduras y un vaso lleno de jugo de calabaza. Luego de haber tomado un poco de su sopa, decidió hablar.

—Así que, ¿sos de Durmstrang, Gellert?— Preguntó, llamando la atención del rubio.

Gellert negó con su dedo índice.

—Era.— Dijo, y recostó su cabeza en la palma de su mano. Bathilda frunció el ceño cuando se percató de que estaba apoyando los codos en la mesa.—Me expulsaron.

Albus levantó una ceja, interesado.

—¿Puedo saber por qué?

—Usé magia negra.— Bathilda lo mataba con la mirada. No podía creer que fuese tan poco sútil con un posible amigo.—Sé que en Hogwarts está mal vista, pero es muy útil.— Y aunque miraba a Albus, parecía que esa última frase iba dirigida a su tía.

Albus frunció el ceño, no opinaba igual.

—No estoy de acuerdo.— Dijo, e inmediatamente Gellert se volteó—quizá violentamente—con una ceja levantada. Azul y negro lo miraban con atención.

—¿Ah, sí?—Preguntó. Dumbledore asintió.—¿Por qué no estás de acuerdo?

—Porque aprendí que la magia negra es magia demasiado poderosa y extremadamente peligrosa. Los hechizos y encantamientos que la incluyen, ya sea de forma directa o no, pueden acabar siendo un gran problema si no se sigue el bien procedimiento o si por algún motivo se realizan mal. Con magia blanca, eso no ocurre.— Explicó orgulloso. Le encantaba explicar, solía hacer de profesor a sus compañeros minutos antes de los ÉXTASIS.

Pero la reacción de Grindelwald no fue la que se esperaba. —Y, ¿Quiénes te enseñaron eso, Dumbledore?— Preguntó Gellert, con un dejo de sarcasmo en su voz.

—Mis profesores de Hogwarts, obviamente.

Gellert soltó una carcajada.

—Los profesores son inútiles.— Albus estaba a punto de protestar, pero Gellert levantó su mano, haciéndolo callar.— ¿Tampoco estás de acuerdo?

—No, claro que no. Ellos me enseñaron todo lo que sé.

—Sí, sé que sos un tipo inteligente. Mi tía me contó sobre tus logros, llegué a pensar que eras un anciano de setenta años, en vez de un chico de veinte.— Gellert estaba equivocado, él no tenía veinte.

—Tengo diecinueve.

—Da igual.

Silencio.

—¿Por qué decís que son inútiles los profesores?— Preguntó Albus con cierto enojo. Él respetaba y quería a todos sus profesores.

Gellert se acomodó en su silla.

—Ellos saben muchas cosas, lo acepto. Pero, en vez de ser neutrales en todo el asunto de “magia negra”— Hizo comillas con sus manos.— se oponen a ella y sólo te muestran el lado malo, nunca el bueno. Además, la magia blanca también puede ser peligrosa si se usa incorrectamente, Dumbledore.

—Claro que no.— Contestó Albus.

—Te equivocás. Mi tía me contó que te gustan las transformaciones, deberías saber que es peligroso intentar transformar un parte de tu cuerpo, y sin embargo es magia blanca, Dumbledore.— Dijo Gellert mientras sonreía de lado.

—Sí, es verdad.— Admitió.— Pero esa es simplemente una condición para utilizarla, cómo sabrás, la magia precisa de advertencias y condiciones para poder emplearse...

Bathilda estaba maravillada con el debate que se había formado, su mirada se posaba en su sobrino y luego en Albus, y de nuevo en su sobrino, como si fuera un partido de tenis.

Gellert refutó, y Albus volvió a dar un argumento, y Gellert fue capaz de refurtar otra vez.

Y así se les fue la noche, discutiendo, argumentando y poco a poco, sin que se dieran cuenta, formando un pequeño vinculo.

-grindeldore;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora