"Divina Trinidad", se leía con brillantes letras doradas a la entrada del gigantesco lugar.
El joven de ojos azules miraba con duda aquella entrada abierta que dejaba ver un florido jardín y a todos los otros chicos que entraban, no se sentía listo para ingresar.
Sintió el brazo de su madre rodear sus hombros y apretarlo un poco, fue algo reconfortante, pero no eliminó ni un poco de su nerviosismo.
—Estarás bien —habló la mujer con voz dulce —solo será un semestre, ¿qué es lo peor que podría pasar?
Distintos escenarios catastróficos recorrieron la aturdida mente del menor, quien simplemente dio un largo suspiro.
—Nada, supongo —respondió con voz baja.
Un par de segundos pasaron para que la mujer le entregara sus pesadas maletas, le deseara una cómoda estancia y se despidiera de él con un corto beso en la frente.
Avanzó, con algo de dificultad se adentró en el recinto.
Conocía el camino, había estado ahí cuando su madre fue a solicitar un lugar para él.
"Divina Trinidad" era un colegio altamente reconocido por la disciplina de su enseñanza y sus hermosas instalaciones, un internado para jóvenes que prometía entregar "caballeros de bien para la sociedad". Por lo cual, conseguir estudiar ahí era casi imposible para aquellos que no tuviesen inmensas fortunas o calificaciones extraordinarias. Roger tenía la primera, pero la separación de sus padres había retrasado su ingreso un par de años.
Ahora, con dieciséis años, se alejaría de casa por primera vez, lo que le llenaba de angustia.Avanzó un par de metros, pero cuando sus delgados brazos no daban para más, se detuvo con frustración porque no iba ni una cuarta parte del camino avanzado.
Nuevamente suspiró, no quería quedarse varado a mitad del pasillo principal, trató de arrastrar un poco sus cosas al menos hasta llegar a las escaleras, donde recién comenzaría el verdadero suplicio.
Los dormitorios se ubicaban en un edificio de cinco pisos, su habitación estaba en el tercero.
Llegando a los extensos escalones fue cuando se dio por vencido, todos parecían subir sin dificultad alguna, con maletas aparentemente más pequeñas que las suyas pero que lucían igual de pesadas.
Ahí fue cuando sus inconscientes peticiones fueron atendidas.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó un chico frente a él.
Levantó su mirada para encontrarse de frente con un joven de larga cabellera castaña y tiernos ojos grises.
—Si, por favor —respondió con cansancio
Al instante el otro joven tomó una de las maletas entre sus manos, con fuerza la levantó del suelo y la subió al primer escalón.
—¡Cielos! —expresó con sorpresa —¿Qué traes aquí?
—Todo lo necesario… según mi madre.
Su explicación le causó una ligera risa al contrario que de inmediato habló.
—Soy John, por cierto —extendió su mano hacia el rubio
—Roger —respondió al saludo
—Deberíamos apresurarnos o la noche nos llegará aquí —bromeó.
Ambos subieron un par de escalones más, hasta recién llegar al primer descanso antes de la segunda mitad de las escaleras al segundo piso, donde decidieron detenerse a recuperar un poco de fuerza.
—Puedo imaginar que eres nuevo, ¿no? —habló John
—¿Se nota mucho? —preguntó Roger
—Un poco, digo, jamás te había visto por aquí
—¿Conoces a todos aquí? —preguntó divertido
—Yo no, pero tengo un amigo que sí —aclaró antes de volver a tomar la maleta para continuar subiendo.
Finalmente llegaron al tercer piso y bajo la guía de Roger, John llevó a rastras la maleta hasta el dormitorio del rubio.
—Muchas gracias por la ayuda —agradeció Roger
—No es nada —contestó John levantando los hombros restando importancia.
Estaba a punto de decir algo más, pero a lo lejos escuchó una voz conocida, alguien estaba buscándolo.
—Tengo que irme, nos vemos —se despidió sacudiendo su mano mientras se alejaba.
Roger se limitó a imitar la acción con su mano.
Volteó hacia la puerta de madera que lo separaba de su nueva vida, con un movimiento lento tomó la perilla para girarla y así por fin descansar un poco.
La habitación era más grande de lo que esperaba, era casi tan amplia como la que tenía en casa. El piso lucía el mismo piso de madera impecable que el pasillo, las paredes tenían un cálido color crema y entre todo resaltaba un gigantesco buró negro a los pies de la cama tendida con cobijas rojas. Pero sin duda lo más llamativo era la ventana junto a la cama, la cual dejaba pasar la luz del ocaso llenando de luz el lugar.
Una vez dentro con todas sus cosas y con la puerta cerrada, el joven se acercó a admirar la vista que se le regalaba, no era más que el verde pastizal que conducía directo al afamado túnel de árboles de cerezo que envolvía el camino entre el alumnado y la rectoría. Dicho túnel era casi tan conocido como la escuela misma, puesto que los cerezos parecían siempre estar en flor a pesar del frío ambiente inglés.
Un poco más animado por la preciosa imagen, Roger se recostó sobre la cama que era bastante cómoda en realidad, y con una expresión entusiasta mantuvo su mirada en el techo aún nervioso por todo lo que podría pasar en el semestre que se avecinaba.
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Varcoiris no es la historia de buchones que te prometí, pero me inspiré escuchando canciones con mi mamá:(
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𝐶𝐸𝑅𝐸𝑍𝑂
Fanfic"Y de toda aquella gigantesca institución, su lugar preferido era el túnel de cerezos..."