Capítulo 1: Hábito

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Viernes 10 de abril de 2020, Los Santos, 6:30 am.

Gustabo García. Un chico de 24 años, rubio, ojos azules, delgado pero no demasiado, metro setenta y la mismísima imagen del sarcasmo. Se encuentra tumbado en su cama con una pierna estirada y la otra flexionada, pasando su brazo izquierdo por detrás de su cabeza mientras con la otra sujeta su móvil. Tiene una pequeña sonrisa dibujada en su cara, tal vez sarcástica (muy común en él) o puede que totalmente sincera. Está chateando con su mejor amigo del alma: Horacio Pérez.

Horacio es su mejor amigo desde Dios sabe cuándo, hasta él mismo ha perdido la cuenta, aunque tampoco le da mucha importancia a ese tipo de datos. Los dos se complementan a la perfección, como se suele decir: una de cal y otra de arena. Uno es excesivamente cariñoso, como diría Gustabo, "un osito amoroso", y el otro prefiere mostrar su afecto con pequeñas bromas o gracietas, pero que tienen mucho significado detrás. Se conocen muy bien, demasiado bien dirían algunos. Tienen tan buena relación y tanta confianza entre ellos que la gran mayoría de personas que los conocen de vista piensan que son pareja, pero no es el caso. Ninguno se siente atraído por el otro ni lo más mínimo, y esa es una de las razones por la cual su amistad es tan sincera y persistente.

Ambos amigos forman parte del Cuerpo Nacional de Policía de Los Santos con el rango de Sub-Inspectores. Tienen muy buena relación con sus compañeros (quitando alguna excepción) y se lo pasan muy bien ejerciendo su trabajo. Aunque trabajan muchas horas, no se les hace un empleo pesado, ya que les entusiasma y se sienten muy cómodos en el lugar.


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Ya eran las 7:30, a Gustabo se le había echado el tiempo encima con esa conversación tan surrealista que estaba teniendo con su amigo, que le contaba el sueño que había tenido hoy. Mira el reloj y se da cuenta de que tiene que estar en comisaría a las ocho en punto si no quiere una buena represalia, así que se deshace de su tan cómoda postura y se dirige flechado al armario a vestirse. Se pone el uniforme que tiene guardado en casa porque no le va a dar tiempo a cambiarse cuándo llegue. Una vez vestido, corre directo al baño a asearse y seguidamente va a la cocina a coger cualquier cosa para comer por el trayecto a recoger al causante de que vaya justo de tiempo.

Coge las llaves y sale de casa cerrando de un portazo por la velocidad a la que va. Se sube en su Audi blanco y se pone en marcha en dirección a casa de Horacio. Una vez está abajo, le escribe a éste para avisarle de su llegada. Diez minutos después ya están llegando ambos a la comisaría.

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Llegan justos, son las 8:00 am. La comisaría ya está llena de gente desesperada por recibir atención y otra simplemente para molestar un poco (algo muy común en esta ciudad). Gustabo y Horacio pasan el vestíbulo discretamente para que nadie los detenga en su camino hacia el despacho de su jefe, el Superintendente. Una vez pasan a toda la multitud de gente, suben las escaleras hasta llegar a la puerta del despacho de su superior. Horacio llama a la puerta y se escucha un grave "adelante" desde el interior de la sala. Gustabo de pronto se pone firme involuntariamente, le pasa cada vez que escucha esa voz, pero ya lo tiene como algo normal. Horacio entra el primero soltando un alegre "Hola, papu". El rubio le sigue por detrás, con su ya característica pose de pasota, con sus manos en los bolsillos y esa sonrisa pícara, que nunca falta.

Gustabo: Hey. - dice con un tono normal.

Conway: Horacio, deja de llamarme papu, no soy tu puto padre, anormal. - suelta tajante, como siempre.

Horacio: Joder, vaya humos llevamos hoy, papu. - haciendo hincapié en la última palabra.

Conway: Lo que tengo que aguantar... - susurra para sí mismo, pero ambos chicos logran escucharlo perfectamente. - ¿Qué queréis?

LIMERENCIA - Intenabo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora