CAPÍTULO I

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Capítulo I
                                        

   Ataco el balón contra la pared, con tanta fuerza que el rebote hizo qué este cruzara hasta el patio del vecino, rebote tras rebote llego hasta dónde estaba un letrero medio enterrado en  la tierra que decía “Cuidado con el Ranger”⚠️, el balón dio un último rebote qué se estrelló contra el rotulo, provocando qué se cayera al suelo, despertando al canino sobre vitaminado qué cuidaba la propiedad del vecino.

El chico estaba pensando en entrar sin hacer ruido, pero el patio estaba lleno de ramas secas y era imposible no alarmar al adorable cachorro, que ya estaba olfateando con extrema curiosidad el mikasa, que ya comenzaba a arañar con sus patas, qué parecían manos de boxeador soviético.

Emilio tenía que actuar de inmediato, pues su balón estaba cada vez más llamando la atención del Ranger, quien ahora ya estaba intentando clavar sus imponentes colmillos. Emilio intento llamar su atención: gritándole, lanzándole ramas, incluso silbándole, algo qué no le salía muy bien, púes nunca aprendió a hacerlo.

El Ranger por un breve momento levanto la vista y enlazo sus ojos negros color del abismo con el chico, acto seguido gruño restándole importancia a la petición desesperada qué le hacían.

El chico corrió rápidamente a tocar la puerta del vecino, al término de unos cuarenta y cinco segundos,  la puerta se abrió, después qué desmontaran varios clavos qué usaba cómo traba para la puerta. Don Santiago su vecino un señor de unos sesenta y tantos años o eso nos dejaba saber su barba de color blanco cenizo, pero qué no te engañe, aún era un señor erguido y lleno de vida, púes diario se le veía partir grandes troncos para leña con su enorme y pesada hacha.

̶  ¿Que queres chavalo? Pregunto el don con una voz áspera y algo fastidiada.  ̶  Disculpe la fregadera don Chaguito, pero necesitaba qué me hiciera el favor de pasarme el balón antes qué su perrito lo destroce.  ̶  Oh chico si te refieres a eso que tiene el Ranger 🐕 dentro del hocico.    ̶ Señalándolo con su dedo hacia el patio.  Debo suponer qué ya no sirve. La ojos de Emilio se hicieron grandes al ver su balón ponchado y todo deshilachado. Fue una imagen desgarradora.   ̶ Bueno chavalo al parecer tendrás qué buscarte otro y procura no invitar al Ranger a jugar. Dijo con tono burlón, mientras le mostraba amablemente la salida de su casa. Emilio no dijo nada, se disculpó por las molestias y se marchó de ahí.

Pasaron unos cuatro días en lo qué Emilio no pudo entrenar en su patio, debido al altercado con el perro del vecino, estaba desesperado y triste púes no tenía el dinero para volver a comprar un balón nuevo.

Al otro día un amigo le escribió al WhatsApp 📲 comentándole que en la tienda de artículos usados le pareció ver un balón de volibol, no era nuevo pero se veía en buen estado. Emilio se levantó enseguida de la cama, cogió su camisa de uniforme, camisa con qué habían ganado el campeonato del año pasado, era la inquitable. A todos lados iba con ella puesta.
Después de caminar unas cinco cuadras llego a la tienda, aquella tienda era enorme, tenia de todo. Desde ropa, zapatos, lencería, juguetes y artículos deportivos todo por su puesto usado.

¿Mencione lencería verdad?

¿Quién carajo compra lencería usada?, seguro que hay gente que si en fin.

Al fondo, muy al fondo estaban los artículos deportivos tirados en una caja de cartón, remendada con tape para qué pudiese mantenerse en pie. Comenzó a escarbar en ella sacando pelotas de softball, raquetas, balones de futbol pero nada de volibol, ¿acaso ya lo vendieron?  ̶  Se preguntó.   ̶ ¿Buscabas algo en especial?
Pregunto alguien mientras se acercaba hacia Emilio. Era una chica joven algo alta, un poco arriba del promedio, tenía un bonito cabello color caoba. Mientras se acercaba se iba haciendo una moña que termino ajustando con un lapicero.

La chica movió unas cajas qué estaban por detrás de Emilio    ̶ Imagino qué buscas un balón de volibol. Dijo la chica.   ̶ ¿Cómo sabes que es eso lo que busco? La chica le hizo señas con su boca, señalando su camisa    ̶ Supongo qué juegas volibol dijo mientras seguía apartando cajas   ̶ ¿Tú juegas? preguntó Emilio dejando por un momento la enorme caja.
  ̶ Si, bueno antes de mudarme a esta ciudad.               ̶ –En la bodega de arriba hay un balón qué planeaba comprarlo yo, pero creo que tú lo necesitas más.
¿De verdad?
Gracias, ¿me lo podrías mostrar?   ̶ Claro, pero está algo raro el balón. No sé, tiene unas marcas y rayas todas feas, ya te digo bonito no está. ¡No importa!  ̶  Exclamo Emilio.    ̶  Con tal que sea de volibol me servirá.

  ̶  Ok. Dijo la chica.   ̶ Ven sígueme.

Ambos subieron las escaleras en forma de caracol hasta llegar al segundo piso, la chica palpando la pared logro dar con el interruptor que encendió una lúgubre luz 💡, que parpadeaba y dificultaba ver con claridad la estantería de la bodega.  ̶  Sígueme, ah por cierto me llamo Saraí.  ̶  Mucho gusto, yo soy Emilio. Se presentó, acelerando el paso para estar a su par.  ̶  El balón tiene que estar por ahí. Señalando hacia el fondo de la bodega.     ̶  Lo escondí ahí para que no lo vendieran. Soltando una carcajada  ̶  Yo hubiese hecho lo mismo dijo Emilio riéndose uniéndose a ella y su escandalosa risotada.

Llegaron hasta el final de la estantería Saraí aparto unos suéteres frondosos de esos que usas en Alaska. Ahí estaba el balón, Emilio enseguida lo tomo con sus manos, estaba algo polvoso, pero se le veía bien, al menos estaba bien inflado y eso es una buena señal.

Comenzó a bolear con el hacia arriba, entonces un poco del polvillo cayó en su ojo izquierdo, lo que hizo entrecerrar su ojo haciendo perder de vista la pelota, qué al regresar a sus dedos hizo mal contacto y salió desviada derribando unos sartenes viejos haciendo un escándalo chillante.   ̶ Una cosa estoy segura, colocador no eres. Se burló Saraí mientras iba por el balón.

Justo cuando lo estaba tomando la intermitente luz se apagó por unos segundos, para luego volver… de repente Saraí grito y soltó el balón asustada😨   ̶ ¿Que te paso? Pregunto Emilio inmediatamente.   ̶ No es nada. Dijo algo perturbada. Toma llévate la pelota y salgamos de aquí.

Ambos bajaron de la bodega, Saraí lo acompaño hasta la caja para que cancelara su compra sin decir una sola palabra, solo le hizo un adiós con las manos formulando una tenue sonrisa.

̶  Oye muchas gracias por todo eh. Le dijo mientras pagaba. Le sonrió y le dijo adiós, dejando la tienda.

Tres metros bajo la sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora