Darcy y Edward (2) ➳ El cabo suelto de los Vulturis

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La suave brisa marina acariciaba la piel que quedaba descubierta por el traje de baño de Darcy. Con los ojos cerrados, ella estaba disfrutando de la calidez de los últimos rayos del sol de ese día a medida que la corriente la arrastraba. Se sentía en equilibrio con la naturaleza a pesar de que su propia existencia iba en contra de las leyes conocidas por la humanidad.

La siguiente serie de olas que golpeó su cuerpo llegó con algo adicional. La pelirroja sonrió cuando Edward emergió a su lado y la cargó en vilo, acercándola a su cuerpo duro y masculino.

―¡Mi salvador, qué romántico! ―exclamó Darcy rodeándole el cuello con los brazos―. ¿Has visto algo bueno en el continente?

―Sí. Encontré un jaguar que ha estado molestando a una aldea cerca del río. Era bastante grande y ágil. Fue divertido atraparlo.

Darcy lo besó en las mejillas.

―Me alegro, amor. En unos días necesitaré conocer donde se reúnen.

Edward la besó en la frente y se fijó en los ojos dorados de su esposa que aún no estaban oscuros. Darcy no solía tardar más de media hora en alimentarse. Con su don para transportarse de un lugar a otro, aparecía en las coordenadas donde estaban los animales y atrapaba su presa antes de que éstos se dispersaran.

―Creí que te encontraría en la casa.

―Decidí explorar la zona. Me gusta mucho el lugar. Además, se me ocurrió que podría servirte un descanso, amor. No quiero que te aburras de mí.

El inmortal de pelo cobrizo se echó a reír.

―¿Crees realmente que eso es posible, cariño?

―Espero sinceramente que no. Aún me queda por probar varias formas de enloquecerte.

Edward soltó sus piernas y la tomó de las caderas para que se recargara en él, sin dejar espacio para que las suaves olas los separaran.

―Siempre estoy dispuesto, ya lo sabes.

―¿Cómo me encontraste?

―Vi tu sombrero y gafas de sol en la playa.

―Ah.

―¿Es todo lo que dirás? ¿Ah?

―¿Estás molesto?

―No. Me preocupé. ¿Sabes que estás más cerca del continente que de la isla?

Darcy miró a su alrededor y se dio cuenta de que en el horizonte solo se distinguía el agua.

―No me di cuenta.

―Ten más cuidado, ¿sí? ¿Nadamos hasta la playa?

La pelirroja se soltó y se puso junto a él.

―¿Y si mejor corremos bajo el agua?

Edward la besó en el hombro.

―¿Darcy?

―Está bien, lo diré en voz alta. No sé nadar. La ciudad en la que crecí no estaba en la costa y mamá nunca me permitió ir a las piscinas públicas porque decía que estaba llena de enfermedades.

―No tienes que avergonzarte, cariño. Yo te enseñaré si lo deseas. Ya es un gran paso que no le temas al agua.

La pelirroja sonrió.

―Le seguiría temiendo al océano si no fuera inmortal. Ya que te has ofrecido, también me gustaría aprender a surfear.

―Dalo por hecho.

―Mmm. Cuanta predisposición, Edward Cullen. Eso me parece muy sexy.

Edward acercó la cabeza y tomó su boca como respuesta. El beso fue apasionado, lo suficiente para que ella suspirara de placer y estuviera deseosa de mucho más.

―Te amo ―murmuró el de pelo cobrizo.

―Feliz aniversario, amor. Me parece que ya es hora de intercambiar obsequios.

―¿Nos encontramos en la playa?

―Espera. Tengo una idea. Cierra los ojos, amor, y cuenta hasta diez.

El de pelo cobrizo obedeció y luego sintió que ella se acercaba. Sonrió y no tuvo que abrir los ojos para saber que le había puesto el traje de baño de dos piezas en el bolsillo de sus shorts.

―Ahora sí, a correr. 



Para @podriaserpeor_  








ONE SHOT - CrepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora