Se pasaron la noche entre charlas y risas, recostados al lado del otro, manteniendo suaves silencios cómodos observando el rostro de la persona que amaban, observando todo esos detalles, aquellas imperfecciones que el otro juraba tener eran detalles hermosos que conformaban una gran obra de arte.
—¿Sabes? El otro día estaba "hablando" con Polonia— Alemania hizo una pausa y observó los ojos profundos de su pareja.
—¿Lograste decirle algo?
—La verdad... No, intenté hablar con él por los documentos que tenemos que firmar por un acontecimiento en la frontera... Pero a penas me vio se dio la vuelta y se fue.
Alemania desvió su mirada algo triste y apagada, se sentía igual que un horrible monstruo bagando en los oscuros caminos de las pesadillas de cualquier pequeño infante.
—Soy tan estúpido, me siento tan mal cada vez que simplemente me ignora y se va como si yo no fuera nadie, y siento que debería dejar de intentarlo, pero en el fondo tengo la esperanza de que podremos hablar bien y todo pasará— sus ojos estaban cristalinos, de modo que si cerraba sus ojos las lágrimas se escaparían.
—Mi niño, no llores, no es tu culpa, a mí también me cuesta hablar con él, aunque sé que para ti es mucho más duro, Polonia es así por todo lo que pasó en el pasado, pero eso no es tu culpa, no debes complicarte la vida por ello ¿si? Con el tiempo se calmará, ya verás.— Rusia lo abrazó suavemente mientras acariciaba su cabello con la punta de sus dígitos, podía sentir como su pareja respiraba entre cortadamente, soltando algunos largos suspiros mientras pequeñas lágrimas salían de sus ojos. —¿Te parece si bebemos chocolate caliente de desayuno?
El germánico asintió con la cabeza, sonriendo tímidamente, dio un pequeño beso sobre los labios contrarios y soltó una suave pero encantadora risa. —Tienes razón, no debo joderme por cosas así, y sí, me encantaría.
El ruso sonrió amablemente, limpió sus lágrimas con la punta de cobija, soltaron unas suaves risas y se acomodaron para por fin dormir en brazos de su amado; ya las estrellas se veían con un poco más de claridad, así que luego de pequeñas caricias y susurros dulces, detallaron algunas constelaciones para dormirse lentamente.
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Suaves copos de nieve danzaban sobre la punta de los árboles que conformaban aquel bosque. Ambos estaban despertando junto a el otro, Alemania temblaba un poco; a pesar de las muchas veces que había estado en territorio ruso nunca había podido adaptarse a aquel terrible invierno, sentía como sus huesos rechinaban al moverse tan solo un poco; Rusia solo sonreía divertido por esto, mientras tallaba sus ojos y se estiraba.
—Pareces un gatito enrollado en la cobija.
—¿Como es que puedes aguantar tanto frío?
—No aguanto taanto frío.
—El otro día nadaste en un lago que estaba literalmente congelado.
Rusia abrió la boca como si fuera a decir algo pero la cerró inmediatamente al saber que su pareja tenía la razón. Solo se limitó a sonreír y levantarse de la cama, buscando una bata levantadora que abrigara a su amado.
—Si quieres quedate acostado, prepararé café.
—Mhm, no, mejor te acompaño, me gusta verte cocinar.
Ambos mantuvieron un cómodo contacto visual, el de habla rusa tomó otra bata levantadora y caminó rodeando la cama hasta sentarse al lado de su amado, un suave beso en la frente seguido de la bata siendo colocada con delicadeza. Luego de unos minutos de diversas y cariñosas caricias junto a dulces palabras, se levantaron para ir con sus manos entrelazadas hacia la cocina.
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❀ Té de manzanilla ❀ Rusger ❀ Countryhumans ❀
RandomEl enamorarse no es porque asi lo deseas, sucede de repente, y con cualquier persona, y a pesar de no querer aceptarlo siempre estará allí ese sentimiento de amor; al comienzo Alemania no quería aceptar aquel sentimiento, y mucho menos Rusia, ya que...