Todo por un "te quiero"

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•LEN•

Seguí caminando, esta vez con Rin mirándome recelosamente desde atrás mientras sujetaba su dolorido brazo.

-¿A que ha venido todo eso? -preguntó con un ligero tono enfadado, yo no me giré para encararla-.

-No sé a que te refieres -me hice el desentendido-.

-Sí, sí lo sabes -ella correteó hasta caminar de forma paralela a mis pasos y seguir reprochándome con los ojos-. ¿Porque has montado ese numerito en la salida?

-Te dije que tenía prisa -solté, para luego buscar en el bolsillo de mi pantalones unos auriculares y sacar mi Ipod de la bolsa que llevaba los libros-.

-¿Prisa para que? Si hoy no te toca ensayar con el club.

-Cosas mías Rin, nunca entenderías -me puse los cascos y le dí play a la primera canción que ví, obviamente una de las que yo compuse, canté y grabé-.

-Tienes razón, nunca te entiendo... -murmuró cabizbaja, aunque yo no había podido escucharla-.

Permanecimos en silencio el resto del camino. Rin intentaba seguir mis pasos mirando hacia el suelo y yo me dejaba llevar por la música, distrayéndome de la imagen de ese chico con Rin hablando como si fueran conocidos de toda la vida. Al llegar a nuestro hogar la cosa no fue a mejor. Mientras dejaba mi chaqueta en el recibidor mi gemela me dirigió una última mirada llena de odio antes de correr hasta las escaleras para dejarme ver su figura perdiéndose en el piso de arriba. Un gran golpe provocado por una puerta al cerrarse bruscamente hizo que pegara un bote y miré la dirección en la que Rin había desaparecido. Suspiré, "bien hecho Len..."

                         •°•°•°•°•

Un largo bostezo salió entre mis labios en el momento en que terminé mis deberes. Dejé caer el lapiz sobre la mesa en un sonoro repiqueteo y guardé la libreta con los ejercicios en la bolsa. Miré la hora en el reloj que reposaba sobre la mesita de noche de mi cama, las 8:34PM. Me puse en pie, dispuesto a abandonar mi habitación y encaminarme hasta la cocina para cenar algo rápido. Salí del cuarto y me arrastré hacia las escaleras, más un ruido difícil de ignorar me obligó a permanecer quieto y en silencio. Una voz, una dulce, suave y aterciopelada voz acompañada por las notas que liberaba un piano interpretando una triste melodía, que yo podía escuchar perfectamente a través de las paredes que separaban el dormitorio de Rin del pasadizo. Fui acercándome a la puerta que llevaba al origen de ese angelical canto y, al ver que lograba así captar mejor la deliciosa canción, me apoyé en ella para poder escuchar y sentir lo que esta transmitía. La acaramelada voz de mi gemela combinaba a la perfección con la composición del instrumento que estaba tocando, creando así una harmonía propia de una joven muy virtuosa. ¿Desde cuando Rin tocaba el piano así de perfecto? Por no hablar de su voz. No sabía bien como describirla, ya que diciendo que sonaba como un coro de ángeles era quedarme demasiado corto. Nunca había logrado escuchar a mi hermana cantando ni interpretando alguna de sus canciones, ya que no quería darlas a conocer a nadie. Era una lástima que tuviese tanto talento y no demostrase las habilidades que poseía. Me imaginé por un momento como sonarían nuestras voces unidas, como una sola y única voz. Pero ella nunca aceptaría, siempre que le decía de formar un dueto se negaba antes de dejarme completar la proposición.

Algo me distrajo de mis pensamientos, la ausencia de sonido en el pasillo. Rin había dejado de tocar su canción, terminando así con su melódica voz. Capté los pasos de la chica dirigirse hacia la puerta, justo donde yo me estaba apoyando.

Al abrirla mi cuerpo se abalanzó directo al suelo y me giré de tal modo que mi hombro fue el que recibió el mayor daño al golpearse contra el suelo.

Sweet CorruptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora