𝐂 𝐚 𝐩 𝐈𝐈

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Emma regresó a paso lento, custodiada por aquel hombre de largos cabellos, al cuarto en el que despertó. Dánae abrió la puerta con suavidad y la invitó a pasar, pero Emma caminaba sin fuerzas, casi como anestesiada.

Peter dejó la habitación al tiempo que la niña se posaba en el colchón de la cama, cabizbaja. Ciertamente aún no procesaba toda la información de los momentos previos y se daba asco a sí misma al recordar la manera en la que le tomó la mano a aquel hombre después de su propuesta. 

Pero como había aprendido en su amada casa del Campo de Gracia, primero debía sobrevivir y luego habría tiempo para llorar.

Subió su frente con fuerza y sus ojos volvieron a mostrar determinación.

—Señorita Dánae, ¿me puede decir qué día es hoy?

La mujer terminó de ordenar dos platos de comida sobre una mesa móvil y giró hacia Emma. —No llegaste aquí hace mucho, es 4 de Noviembre y son las... catorce horas con veintisiete minutos, ¿por qué, querida?

Emma no lo creía, pero le aliviaba saber que sólo había pasado una noche desde que salió de Grace Field. Si los planes seguían en pie, el escape sería el 8 de ese mismo mes. Pero con aquel acantilado... Comenzaba a dudar.

—No es nada... Gracias. 

—Adelante, puedes comer lo que está de tu lado —Dánae sonrió mientras le acercaba la mesita.

Aunque Emma no tenía mucha hambre, mucho menos ganas de ver un filete después de aquello.

—¿Podría comer más tarde? 

Con un corte de carne ya en la boca y una expresión de sorpresa infantil, la mayor tragó rápido para contestar —Claro, déjame guardarla.

Esa mujer parecía una niña. Emma la observó desde lejos tapar el plato y guardarlo en lo que parecía una pequeña nevera. Pero las ropas que la adulta llevaba le hacían pensar... «¿Era esta mujer una asesina de niños también?»

No podía saberlo aún.

—Señorita Dánae —interrumpió Emma —¿Puedo ir al baño?

____


Ya frente al lavabo y habiendo terminado de hacer sus necesidades, Emma pudo darse el lujo de mirar el lugar sin temor a ser reprendida. Incluso sabiendo que «Su Escolta» se encontraba detrás de la puerta, consideró intimidad básica preguntar antes de entrar.

Emma avanzó por el pequeño baño de aquella habitación. Azulejos hexagonales de tonos blancos y grises cubrían las paredes, pero había algo extraño. Ni en este ni en ningún otro lugar de esa edificación había visto ventanas. ¿Cómo es que no se estaba ahogando? Subió un poco más su mirada, sólo para encontrarse con un techo construido con rejas abiertas. «Estamos bajo tierra» Concluyó Emma rápidamente.

—¿Todo listo, pequeña?

—¡Ah! Ya casi... —Emma hizo sonar el grifo abriéndose y lavó sus manos. Era extraño, no lo había recordado hasta el momento, pero seguía con algodón pegado al dorso de su mano. Lo retiró con cuidado y vio un pequeño moratón en su piel. Eso sólo le ocurría cuando mamá hacía los exámenes de sangre anuales. ¿Acaso estaban examinándola para comérsela? Todo le olía a muerte a esa niña.

Después de aquello no le quedó mucho más tiempo antes de ir a la cama. Unas cuantas horas incómodas mientras cenaba y cambiaba su ropa fueron las cosas que pudo hacer hasta ese momento.

Las luces, ahora apagadas, le indicaban como siempre que llegaba la hora de dormir, pero no podía estar más despierta.

Dánae descansaba sobre una colchoneta en el suelo. Emma sabía que no podría salir de ahí, esa mujer había cerrado con llave hacía un rato. Aunque no fuese para nada el estilo de Emma quedarse quieta sin hacer nada por cambiar una situación con la que estuviere inconforme, empezaba a comprender que era lo único que podía hacer por el momento «Te invito a formar parte»... Emma recordó esas palabras con especial interés, sin embargo, lo que le quitaba el sueño era la imagen vívida de aquellos pobres niños. ¿Qué estaba haciendo? Le hervía la sangre de no poder salvarlos, ni a sí misma.

𝐓𝐡𝐞 𝐆𝐨𝐥𝐝𝐞𝐧 𝐋𝐚𝐝𝐲 || ➷𝐘𝐍𝐍 𝐀.𝐔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora