ʜᴀꜱᴛᴀ ɴᴜɴᴄᴀ, ᴅᴀᴅᴅʏ [ᴋᴏᴏᴋᴠ]

Capítulo cinco

10 AÑOS DESPUÉS

¿Conocen el dicho de nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde? Jungkook se identificaba con esas palabras.

En sus primeros años lo amó como nunca creyó amar a alguien, con el conoció lo que era ese sentimiento que producía una sensación de paz en su interior y la necesidad de estar con él para siempre.

Una vez le preguntaron si sería capaz de engañar a su novio, el se negó al instante. Nunca lo haría. Pero con el paso del tiempo conoció a algunas personas, claramente las rechazaba para qué las quería si tenía a Taehyung. Sin embargo seguían insistiendo hasta llegar a cometer actos extremos y no pudo más, era tanta la necesidad de hundirse en esos cuerpos que lo hizo, no pensó en nada más que en esas excelentes curvas, nada.

Tan cegado por la excitación no se contuvo, siguió y siguió, sabía que el castaño levantaba sospechas pero creía en la palabra de los demás: —Nunca se enterará. —Qué iluso fue. Tan cegado que no supo cuando su pecho sintió vacío, su corazón no latía con rapidez y en su mente no había otra cosa más que sexo, tanto así que no supo cuando dejó de sentir...

Era un muerto viviente, ojeras demasiado notorias, piel pálida — lo que se notaba debido a su color de piel era mas morena —, los ojos rojos y cansados, actitud fría y desinteresada, delgado y con falta de amor.

Lo peor llegó cuando leyó la carta. Ese día lloró como nunca, él también lo ama pero apareció esa chica, y después otra y empezó a beber y todo se fue en picada. Al leer el párrafo donde se enteró que había abusado de Taehyung se maldijo tantas veces y se golpeó reiteradas veces la cabeza. Creyó derramar lágrimas de sangre de todo el dolor que había en su interior, además del provocado.

Intentó todo para buscar a su ex pareja, habló con los padres de éste pero cruelmente le cortaban la llamada, intentó contactarse con Taehyung, sin embargo había cambiado de celular. Movió cielo y tierra pero nunca lo encontró.

Durmió en la cama del menor, quería sentir su presencia y olor. La almohada había quedado húmeda, pero aún así no la quiso lavar.

Cada día llegaba a su casa y decía un: —¡Llegué! — Sabiendo que nadie iba a contestar. También en el momento que escuchaba su alarma iba rápidamente a la habitación pensado que estaría ahí, pero no. Y siempre se iba diciendo un: —Buenos días, amor.

Con respecto a las mujeres nunca más, desde ese día no trajo a nadie a casa o se a acostado con ellas. A los bares jamás iba, primero muerto. Ir a esos lugares lo hacía recordar lo que perdió por ser un idiota.

El trabajo normal, de lunes a viernes a hacer lo que tenía que hacer rechazando una y otra vez a las que querían acostarse con él diciendo:—Tengo pareja. —Aguantando las ganas de llorar. Era como un juego programado para hacer esto, eso y aquello. 

Dormir.

Levantarse.

Prepararse para el trabajo.