Sandwiches

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Cumplió su palabra de tomarse unos días hasta que volvió y no como una perra arrepentida, sino cambiada totalmente: su cabello se veía más claro, usaba labial, maquillaje, incluso olía a perfume costoso, y estaba seguro de que todo eso era producto de mi sueldo. Y mientras las niñas la llenaban de preguntas sobre sus vacaciones y supo que había mentido para no molestar a las niñas que aun pequeñas no sabrían bien lo que ocurría.

Por supuesto, comenzaron las discusiones, ella me golpeó y me dio manotazos e insultos a susurros. Había encontrado un abogado y no había dudado ni un segundo en buscar un mejor futuro para ella y las niñas, y pronto me di cuenta de que no tenía sentido seguir viviendo juntos, que si me quedaba las peleas y discusiones serían a diario y que comenzaría a afectar a mis hermosas hijas. Entonces me mudé y alquilé un piso cerca del negocio. Mi primera noche allí me senté en una única silla y lloré, había trabajado muy duro para mi familia y ahora estaba aquí solo en un piso bastante similar al que dejé solo unos años antes de sentir que mi vida se caía a pedazos.

Claro, los primeros días duele como comer carbón encendido con clavos, pero luego pasa y del amor se puede pasar al odio, y del odio a sentir nada. La gente dice que debes perdonar y olvidar para seguir adelante y yo no olvido ni perdono. Creo que se puede salir adelante sin haber hecho ninguna de esas dos cosas, así que me negué a permitir que toda esta amarga situación me afectara a mí, a mi negocio y a mi personal era realmente.

A pesar de que mi vida hogareña era un infierno, al menos mi negocio estaba pasos agigantados, lo cual era bueno para ahorrar dinero, pagar deudas y estar al día con el pago de mi nuevo apartamento. Me senté en la oficina un día llenando formularios cuando recibí una llamada de una mujer que estaba solicitando una visita a mi taller para acoger a unos chicos que realizarían prácticas en mi espacio. Para ser honesto, estaba tratando de negarme, pero ella decidida a persuadirme, así que eventualmente estuve de acuerdo en que podría venir y explicarme sobre ello, después de todo, tener a varios chicos ayudando, seria de mucha utilidad para ganar más dinero y enfocarme en mi propia vida. Sé que eso suena como explotar a los chicos, pero la verdad, no funciona así.

La mujer vino tres días después y me explicó todo acerca de lo que consistía en prestar mi taller a un estudiante para que hicieran sus prácticas y las ventajas eran más que las desventajas, así que si estaba dispuesto a tomar a un aprendiz el gobierno contribuiría a su salario y su mano de obra me beneficiaría a mí y todos contentos. Debía pensarlo un poco, aunque conociéndome al final yo diría que sí y acabaría aceptando. Así que entrevistaría a estos chicos y le daría trabajo a uno de ellos y quizá desarrollen esto como empleo de por vida y yo estaría obteniendo mano de obra barata y placer de dar a alguien lo que otros habían hecho por mí cuando era más joven. Después de unos cuantos días pensé que le devolví la llamada y acepté.

Ella hizo los arreglos necesarios y un total de 4 jóvenes vinieron por una entrevista. Realmente no me impresionó la actitud de dos de ellos, pero no podía decidir lo mismo de los otros dos. '

Eventualmente decidí apostar por el chico menos dinámico para el puesto, un muchacho joven llamado Stiles.

Stiles tenía 20 años y recién estaba salido de la escuela, no era muy alto, era pálido con lunares, una nariz que parecía producto de una de las mejores cirugías y una voz calmada y juvenil, adicional a ello, era sumamente flaco, pero parecía que sería capaz de manejar algunas de las tareas más extenuantes dadas el tiempo y la formación adecuada. Le di a Stephen, mi mayor y primer empleado más confiable que su tarea era de enseñarle las cuerdas y las herramientas. Poco a poco Stiles se fue soltando y a pesar de que no compartíamos tanto tiempo juntos, notaba que siempre se notaba curioso, pero algo en él me llamó la atención, además de su delgadez extrema, era su cambio de humor. Hubo días en donde llegaba como un rayo de sol y cantaba o tatareaba mientras trabajaba, otros días parecía estar siendo perseguido por alguien y no se concentraba, incluso cometía errores que resanaba con una maldición al final.

Él demostró ser un ansioso aprendiz y siempre estaba pidiendo consejos o información para aumentar sus conocimientos y soltarse un poco más. A menudo se acercaba a mí con preguntas que no esperaría de alguien tan nuevo en el trabajo haría y yo, como siempre lo invitaba a mi oficina, allí tomaba una pluma y un papel y se lo tendía, ya que yo sabía que él apuntaba absolutamente todo con sus largos dedos, de hecho siempre traía su mochila engrasada con un cuaderno también engrasado en donde anotaba absolutamente todo lo que aprendía a diario, y los detallaba con uno que otro gráfico hecho por el mismo: Stiles era atento, interesado en su trabajo y creativo, pero no importa que tan bien estuviera un día, al día siguiente parecía temblar y esconderse de alguien o de algo, y eso me preocupaba más que nada.

Muchas veces cuando andaba así, yo salía hasta la entrada y me aseguraba de no ver nada sospechoso, incluso les decía a otros trabajadores que estuvieran pendientes por si algo pasaba y mientras ellos cubrían la entrada buscando mantener el orden, yo enviaba a Stiles a la parte trasera del taller, más calmado y relajado.

Claramente hasta ese momento no le había preguntado absolutamente nada, porque de cierta manera quizá era algo que no me convenía saber.

Por supuesto, hubo bromas en el lugar de trabajo y se burló de todo tipo de cosas, mis llamados de atención los tomó con calma y pronto aprendió a manejarse él mismo. Las preguntas sobre su novia siempre lo hacían sonrojar, pero le sonreía y le daba palmaditas en el hombro y le guiñaría un ojo.

Y todo bien con él.

Siempre tomaba sándwiches para el almuerzo mientras los otros muchachos iban al restaurante tres cuadras más abajo o llevaban algún tipo de comida en tarrinas. Stiles comenzó a traer Sandwiches y se sentó y me habló sobre el trabajo y otras cosas. Parecía gustarle más mi compañía que la de sus otros compañeros de trabajo, a pesar de que a veces yo no andaba de ánimos.

Durante este tiempo mi vida hogareña no estaba mejorando y aunque llegué a ver a mis hijas cada dos fines de semana, realmente no podría hacer que se quedaran en las noches, ya que mi nuevo apartamento no tenía más habitación. A los 34 años y con 4 y 3 años, necesitaban un lugar más grande, pero no podía pagarlo con dinero que le estaba dando a mi ex. Sí, le daba manutención, la casa y todo lo que alguna vez tuve y ella a cambio estaba poniendo poco a poco a mis hijas en mi contra, diciendo que las abandoné.

MECÁNICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora