Invitado

668 64 1
                                    


Un jueves habíamos estado trabajando la mayor parte de la mañana y noté que Stiles no tenía su alegría habitual, un par de mis trabajadores se lo habían comentado, pero él siguió con su trabajo y no habló.

──Ven y come tu almuerzo conmigo en la oficina── le dije. Quería tenerlo en un lugar calmado y seguro, y verlo solo en el taller listo para sentarse en una enorme llanta vieja me daba incomodidad.

──No he traído nada hoy y no tengo dinero──, él respondido sin mirarme y sentándose por igual.

Saqué mi billetera y le di algo de dinero para que fuera a la tienda y lograra comprarse algo de almuerzo. Stiles me miró dubitativo y negó con su cabeza, pero mientras lo hacía estiró su mano y tomó el billete de 5 $ y regresó unos minutos después y me entregó el cambio. No había gastado mucho y no comía mucho al parecer.

En mi oficina encendí la televisión pequeña de la esquina superior, destapé mis tallarines de pollo y comencé a revolver la comida. Mientras dejaba la televisión en alguna película que llamara su atención, vi como comía en silencio, me di cuenta de que algo andaba mal.

──¿Qué pasa, Stiles?── Le pregunté. No era por ser metiche ni sapo, pero era más que obvio que algo le ocurría y ya todos empezaban a notarlo.

Esperé su respuesta, pero nada salió de sus labios, e incluso dejó de comer, como haría alguien esperando a la nada.

──Estás terriblemente callado── agregué. –Vamos, háblame. Me preocupo por ti, he notado que actúas extraño. Como si alguien te persigue, siempre miras afuera ya veces pareces que te vas a desmallar y ni hablas, y otros días cambias a ser el chico más alegre y dulce del mundo. Stiles, eres un joven y tienes algo, vamos. Necesito que me cuentes.

Me miró y se echó a llorar.

──Hey── dije –Prometo ayudarte en lo que sea── se veía pequeño, extraño, dolido.

Me levanté y me acerqué a él y le rodeé con el brazo.

──Dime qué pasa── supliqué por sus palabras y por su atención.

──Mi madre y mi padrastro no me quieren cerca. Me han dicho que me vaya── él dijo.

No supe qué decir. Me quedé impactado. ¿Quién rayos harías eso con su propio hijo? ¿Quién sería capaz de tal crueldad? ¿Quién sería capaz de lastimar a Stiles?

Le conseguí un pañuelo para que se limpiara la cara y lo miré a los ojos. Podría ver el dolor en el que estaba.

──Estoy seguro de que esta noche se habrán calmado, esperando que vuelvas a casa── le dije.

──Me dijeron que no volviera esta noche. Solo quería el lugar para ellos mismos no me quieren cerca. Mi padrastro vende drogas e hice algo malo, lo delaté a la policía por golpearme constantemente y él me dio una paliza peor. Dijo que me golpeará tres veces en donde me encuentren y ya van dos── espetó Stiles.

Las lágrimas rodaban por su rostro, estaba tan molesto, tenía un enojo que creía en mi pecho y quería ir yo mismo y reventarle la cara a ese hijo de las mil putas. Miré a Stiles, pero nunca vi ninguna señal de maltrato hasta que se levantó de mi abrazo y se sacó la camiseta.

Su cuerpo blanco y velludo en el pecho y axilas, dejaba ver unos cuentos moretones muy claros y distinguibles. Metió su dedo por la pretina del pantalón y lo bajó junto con el bóxer, allí puse ver una cicatriz junto a los vellos de su ingle aún más pálida.

──Me golpea bajo a la ropa para que nadie pueda verlo, y aquí me apuñaló con un tenedor. ¿Puedo pedirte un gran favor──, dijo Stiles?

──Claro, ¿Qué deseas?

──¿Puedo dormir en la sala de espera esta noche, no tengo a dónde ir── él rogó poniéndose la ropa. De momento el haber se me había ido y solo sentía pena y coraje al mismo tiempo.

Obviamente, no había forma de que pudiera hacer eso con alguien mucho menor que yo y que era un enviado del gobierno para trabajar en mi taller. Si se enteraban de que un practicante estaba durmiendo en el taller, llegarían las preguntas y me metería en problemas y por ende Stiles. Pensé rápido

──Puedes dormir en mi sofá esta noche, en mi casa. No vas a dormir en el taller── le ofrecí.

No quería que el pobre muchacho sintiera que no valoraba su esfuerzo y honestidad, así que creí que eso era lo que mejor podía hacer por él.

Él me devolvió la sonrisa y me dio las gracias. Me llevé el dedo al labio.

──Mantengamos esto entre nosotros dos. Ahora lávate la cara y ponte de vuelta al trabajo, resolveremos esto, nada está perdido── dije.

Parecía un poco más animado durante la tarde y me mostró una pequeña sonrisa cuando le guiñé un ojo.

MECÁNICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora