Chapter 2 - El cisne negro

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27 de diciembre de 2017, Andorra

Las mañanas en Canillo eran muy frías en pleno invierno, sin embargo, Estela salía todas las mañanas en bicicleta. Las calles estaban heladas, pero salir mientras todo el mundo dormía era un placer por el cual merecía la pena pagar ese precio. Le hacía sentir que vivía con ventaja al resto. Nadie esperaba nada de ella, no había prisas. Era como si la naturaleza le perteneciera. Solo ella y ese momento. Y aferrarse a ello le provocaba un sentimiento de libertad.

Se acercaba por un sendero áspero y desigual al lado del río, que provocaba que su bicicleta diera ligeros botes a cada metro que avanzaba. Se detuvo unos instantes a mirar a su alrededor y apreciar el paisaje. Se respiraba un aire puro, de plena naturaleza. Se fijaba siempre en todos los detalles: el sonido del río descendiendo turbulento mientras picaba contra algunas rocas que lo obstruían el paso para llegar a alguna fijada destinación lejana. El viento, ligeramente haciendo danzar las hojas de las copas de los árboles y el olor a tierra húmeda de la nieve de la noche anterior que se empezaba a deshacer sosegadamente.

- ¡Estela!... ¡Estela!, ¡Buenos días!

Un chico alto y esbelto se acercó con una sonrisa de oreja a oreja. Tenía la piel morena y cabello corto, negro y muy rizado. Lo primero que destacaba de él, después de su blanca y perfecta sonrisa, era una bufanda a rallas rojas y naranjas, a conjunto con un gorro anaranjado también. Llegó hasta dónde se encontraba Estela, seguía sonriendo:

- ¡Siempre en tus buenas costumbres, eh! No te cansas nunca de madrugar

Stella le devolvió la sonrisa:

- Ya sabes lo que dicen Marc, a quién madruga dios le ayuda. - se acercó la mano al bolsillo y sacó una pieza de joyeria de plata bastante sucia - De momento, mi suerte solo me llevó a encontrar este maravilloso collar viejo bañado en barro al bajar hasta el puente del río.

Marc de acercó aún más para verlo mejor:

- Seguro que esta embrujado, deberías tener cuidado. - soltó otra de sus grandes sonrisas mezclado con una pequeña carcajada.

Stella también se río. Entonces, Marc cogió el collar y se fue con él al lado del río. Lo sumergió delicadamente en el agua, con la intención de quitar toda la suciedad que llevaba.

Poco a poco lo que era un collar mugriento y oscuro se fue convirtiendo en algo un poco más brillante y hermoso. Stella se acercó a la orilla del río junto a Marc.

- No tiene piedra – Marc le mostro la parte del colgante, que formaba una cuenca plateada bacía, donde normalmente se encontraría una piedra decorativa. – lástima, ya no lo podrás subastar en eBay. – siguió bromeando.

- Pues yo lo compraría aún que no tuviera piedra.

Marc de miró a Estella i en su rostro se dibujó una media sonrisa. Las respuestas de Stella nunca dejaban de sorprenderle.

- Gírate.

- ¿En serio? – dijo Stella mirándoselo con una media sonrisa también, bajando ligeramente la cabeza y a su vez alzando la mirada hacia él. Cómo si eso que iba a hacer era demasiado cursi para ella.

Marc dibujó un círculo con los dedos en el aire, indicándole que se diera la vuelta. Estela se la dio y él le puso el colgante.

- Ahora ya tiene piedra.

Estela se echó a reír tímidamente. Los dos se reían.

- ¡Ah! Una cosa más. Ayer me encontré tu madre en el mercado – Marc puso su mano en un bolsillo interno de su chaqueta y sacó un trozo de papel – vas a tener que estar a la altura, porqué tendrás a uno de los críticos de baile clásico del país observándote este domingo. Y tranquila que no llevará este gorro peludo que grita que alguien busque a Wally ya. – se señaló la pieza muy bien tejida que llevaba en la cabeza.

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