capitulo 1

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22 de enero de 2012

Hola de nuevo. Hoy es un día muy triste. Hace mucho tiempo solía creer que mi cumpleaños era muy importante. Siempre hallaba la manera de colocar buena cara ante cualquier situación, no importaba la falta de dinero porque veía con cara diferente el mundo. Más allá de una simple ilusión de niño, consideraba el mundo un lugar encantador; tarde que temprano, debía ser consecuente con la realidad, comenzando por el hecho de que una madre pueda abandonar a sus hijos. Duele tanto pensar en ello.

Todo el mundo pasa muy concentrado en su labor. Prácticamente, he quedado en el olvido. Nadie nota al chico más pesimista que alguna vez se habrán podido encontrar. Es mucho mejor así, no quiero sus miradas de lástima o fastidio; es preferible estar amarrado con una camisa de fuerza, gritar tanto como me sea posible hasta quedar dormido. Es agradable perderme en mi mundo, en donde nadie puede hacerme daño, en donde todas las horribles situaciones de mi infancia queden como una simple cicatriz. ¿Cómo ocultar las cicatrices del corazón?

Esa tal vez ha sido la situación más difícil que me he encontrado. Quiero dejar atrás tanto dolor, pero es imposible ver con buena cara mi terrible vida.

Sí, amigo, hoy es mi cumpleaños. Le deseo a cualquier persona que se haya sentido sola un gran día, porque hoy y los meses venideros solo seré las cenizas de una fogata innecesaria. A nadie le he importado. No recuerdo haber comido pastel en una fecha como esta, ni siquiera recuerdo haber cantado mi cumpleaños con los otros niños mientras todos los presentes se turnaban para abrazarme y dar sus más sinceros deseos; eso nunca sucedió en mi vida. En vez de tener ese certero recuerdo que todo niño debería tener, estoy marcado por sueños irrealizables. Miraba las fiestas de esos niños con envidia, no porque me importara el pastel o esas canciones estúpidas. Era ver cómo sus padres lloraban porque sus pequeños ya se volvían más grandes y los abrazaban hasta no poder más.

Recuerdo estar vagabundeando por las calles. Llevaba una pantaloneta, iba en chancletas. Había llovido hacía una hora, el frío era aterrador. Observaba con gran interés aquel ambiente natural. Delante de mí había un puente. Al cruzarlo sabía que me encontraría más cerca del segundo hogar mío, si es que le puedo llamar de esa forma. Ya estaba muy cansado como para inmiscuirme en otra aventura. En vez de cruzar el puente, me dediqué a observar una fiesta de cumpleaños. Todos miraban con atención a ese niño estúpido de pie, ese niño que vestía muy mal, aunque eso no era motivo para dejar de lado su alegría. Me quedé ahí mirando esa escena, sin caer en la cuenta de que esa mirada de soslayo era solo otro anhelo que me haría odiar la vida. La lluvia que corría por mi cuerpo, dejando muchas marcas, me ayudó a comprender que los sentimientos nos esclavizan. Es muy necesario desprendernos de ellos, a menos que el dolor se convierta en la mejor de las drogas.

Fue ese día en que una mirada de admiración por la vida cayó en el más extenso martirio de tristeza. Todos se acostumbraron a ver cómo aquel chico representa lo que ellos se niegan. Soy solo una muestra de sus insignificantes vidas escondidas en mentiras. Cuando me ven ahora, no cabe lugar a duda, todo lo que observan es un niño estúpido. Para sus ojos, soy basura.

Me gusta pensar mucho en ello. Este es de los pocos recuerdos que marcaron mi infancia. Es como una idea implantada en el cerebro esperando el momento adecuado para salir a relucir. Como tal, toda esta mierda de los cumpleaños solo me recuerdan que estoy otro maldito año vivo, muy lejos de poder cumplir mi más grande sueño: «Morir». Nada tiene sentido cuando eres infeliz.

Disculpa ser tan pesimista. Cuando leas esta parte de mi escrito, pensarás lo mismo que los otros. Tal vez no llegues hasta la mitad y decidas decir que soy un asco de persona. No me importan los juicios, me gusta la idea de compartir el dolor con las personas; me recuerda sus miradas de soslayo mientras en sus mentes trabajan por un plan, trabajan por algo que creen posible para cambiar la perspectiva de alguien como yo.

Bien, en conclusión, la vida es una mierda.

VIVIR NO ES UN ARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora