Uno, Dos, Tres.
Uno, Dos, Tres.
Uno, Dos, Tres.
Las agujas del reloj, se mueven al revés, y en la brújula de la tabla las flechas no se dejan de mover. Es el día tres, del mes tres, y se en mi interior sé que el reloj marca las 3:33.
No quiero fallar, ninguno quiere hacerlo, es la hora de responder; y alguien debe perder.
-Sander, es tu turno-, escucho a mi lado.
Estoy consciente que es la última jugada, y al tirar los dados no habrá vuelta atrás; pero como asimilas el hecho que si la respuesta es ¡no!, moriré, el tema no es nada alentador.
Muevo los dados en mi mano como si de una tumbona se tratase, quiero permitirme recordar todo lo bueno que he pasado en mi vida.
Recuerdo a mi madre haciendo el desayuno cada mañana antes de llevarnos a mi hermano y a mí a la escuela. A papá jugando en el jardín al futbol, mientras el perro intenta quitarnos la pelota. Veo a mi novia dándome mi primer beso desprevenido. Y por último recuerdo el cómo arrastre a mis amigos a jugar este estúpido juego.
Somos demasiado jóvenes para asimilar la muerte, pero bueno quizá debí pensar en eso antes de robarme El Nuno, del museo.
Al fin tomo aire profundamente, y lanzo los dados.
No puedo creer lo que estoy viendo, son dos tres, eso significa que quedo exonerado, no debo responder; pero que car.
-Sigues tu Damián-, dice Ken.
Noto en su mirada que tiene miedo, claro que lo noto. Es la misma mirada que tenemos todos desde hace unos minutos. Juega un momento con los dados, y no tarda tanto a la hora de tirarlos sobre la tabla.
Cierro los ojos con fuerza, realmente no quiero ver. El silencio en la habitación me hace entender que algo va realmente mal, con mucha paciencia afronto la realidad y decido ver el resultado, y como lo supuse, no es nada bueno.
El resultado son dos cincos, Damián no abre los ojos aun, no sé si es porque ya sabe el resultado, o porque no quiere verlo. Pero eso no quita el hecho de que el juego cobre vida y mueva su pieza.
En el agujero del centro se graba en fuego la pregunta; mientras lo único que pasa por mi cabeza es quien carajos creo algo tan sádico y aterrador. Disfrazado de un simple juego de mesa, yace un juego maldito, que con forme el tiempo ha pasado, he entendido que perteneció a un aquelarre. Se mueve con vida propia porque esta hechizado, y al darle de tu sangre es capaz de leer todo tu ADN, por lo que no le puedes guardar ningún secreto.
En las llamas de la hoguera, un cuerpo ha empezado a hervir, ¿Cuantas vueltas al sol deben pasar para que su rostro reconozcan, o caso el tiempo es necesario?
Que mierda significa esto
-Qué significa eso-, pregunto desconcertado.
Todo el juego se ha basado en descubrir acertijo tras acertijo, algunos exponían secretos y otros incitaban a descubrir sus peores pesadillas, este por ejemplo es un claro secreto.
Pero no era tan fácil responder, según las instrucciones, si no se responde con la verdad, se graba una marca a fuego en tu piel. Hasta el momento ninguno de los tres tenemos una, y no sé si eso es bueno o malo; quiero creer que es algo bueno.
-No entiendo nada-, dice Damián.
-A caso es algo que no sabemos-, pregunta Ken, -somos tus amigos Dami, de que carajos habla este maldito juego, creo que nos ha dicho lo suficiente para estar seguro de que no es ninguna mentira-, reprocha.
Pongo mi atención en Damián y trato de descubrir algún indicio de lo que quiera decirnos, pero no hayo nada más que miedo.
-No puedo-, dice en medio de un sollozo.
-El tiempo corre Damián-, le recuerda Ken, -sabes que si no respondes antes de que se acabe, vas a condenarte-, advierte.
Me fijo en el reloj de arena que está a un costado del tablero, le falta menos de la mitad, y si se llega cero, no quiero saber lo que puede pasar.
-No puedo, no puedo, no puedo-.
Se jala del cabello como un maniático mientras se pone de pie, lo vemos caminar como un loco cuando de repente se queda estático. Se voltea a donde nos encontramos sentados y se levanta la playera mostrándonos como en su abdomen se ha empezado a formar una quemada, UNA QUEMADA SIN QUE NADIE LO ESTE QUEMANDO.
No puedo apartar mi vista de su cuerpo; no sabíamos si la marca era cierta, porque hasta este momento nadie había dicho que, no. Damián se muerde los labios conteniendo el dolor que seguramente siente, las lágrimas recorren sus mejillas, pero ninguno de los tres es capaz de decir nada.
Después de lo que parece una eternidad su piel al fin deja de sacar humo, y donde antes era un abdomen plano de atleta, ahora se encuentra un gran círculo de carne quemada, con el símbolo que se encuentra grabado en el tablero. Es la cara de una mujer, pero una mujer que claramente no tiene alma, como carajos se puede detallar eso en una marca.
-Ken, te toca-, digo, al ver que el tablero nuevamente cobra vida.
Dudosamente toma los dados, mientras vemos como Damián toma asiento a nuestro lado, sin emitir un solo sonido, en sus ojos ya no se ve vida, como si ya no tuviera alma.
Los dados de Ken caen sobre el tablero descubriendo dos tres. Al igual que yo el también quedo exonerado de la última ronda. Y ahora que se supone que debemos hacer.
Nos quedamos observando el tablero esperando una respuesta, pero no pasa nada. Por un momento el desconcierto es claro en nuestros rostros, nos vemos el uno al otro sin entender nada, hasta que pasa.
El tablero se enciende de la nada y empieza a consumir todo a su paso, pero las llamas no nos alcanzan a Ken ni a mí, pero a Damián, a Damián lo consumen como una hoguera; y es ahí donde entendemos todo.
Él dijo que ¡NO!
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Fiorella
Science FictionNos hemos mudado de país dejando un todo un pasado átras. ¿Sera capaz el destino de devolvernos aquello que una vez dimos por perdido? ¿Sera tan injusto el destino que nos dara felicidad pero a cambio de eso nos arrancara el alma? ¿Podremos luchar c...