Lo peor de tener pesadillas, era que no podía descansar bien. En especial, en días de escuela.
Lucas siempre batallaba para despertarme después de haber tenido alguna mala noche. Irónico, considerando que él era quien tenía el trastorno del sueño. Tras varios minutos de él gritando mi nombre y una ducha con el agua helada, me encontraba lo suficientemente despierto para poder vestirme y salir de mi habitación.
Cuando ya estábamos listos, y solamente faltaba nuestro desayuno, me senté en una silla en la barra de la cocina, viendo a Lucas preparando algo de comida.
Me quedé abstraído viéndolo cocinar: los movimientos que hacía con sus manos al cortar el jamón y la cebolla, o los pequeños pasos de baile que daba con la música que sonaba en la radio. Incluso las pequeñas sonrisas que me daba cada que me volteaba a ver de reojo.
Y varios recuerdos empezaron a aparecer en mi mente. Recuerdos que había tratado de bloquear, pero que el sueño de anoche habla desatado.
○◇○
Había salido de la Pirámide del Sol. Había sido una noche larga, llena de pesadillas sobre el Décimo Infierno. Algo normal, considerando que no había pasado ni una semana desde que volví al mundo de los vivos, pero aún así, unas enormes ojeras se habían aparecido bajo mis ojos.
Y en los de Lucas, pues él también estaba teniendo esas mismas pesadillas.
Él se encontraba a unos metros de mí. Solía despertar antes, y todos los días iba a buscarme a mi Pirámide. Algunos días salía justo cuando él iba llegando, otros días me quedaba dormido y él entraba a despertarme. Aunque estaba sonriendo, se veía cansado.
Y había una sombra de tristeza en sus ojos. Claro, había muerto, pero incluso en el Infierno él había logrado mantener una chispa de alegría en sus ojos. Y ahora parecía que se había apagado. Y eso me ponía mal, no me gustaba verlo triste. Lucas me había ayudado mucho cuando estuve ahí abajo, y sin duda habría enloquecido sin su compañía, así que debía compenárselo de algún modo. Debía encontrar la forma de que volviera a sonreír.
Cuando llegué a su lado, le di un abrazo. Un abrazo bastante fuerte.
—Buenos días, dormilón —dijo Lucas riéndose—. Creo que alguien anda de buen humor, hace días que no me dabas un abrazo.
Solté una pequeña risa.
—Cállate —le contesté mientras lo soltaba— o no volveré a abrazarte nunca más.
La comisura derecha de los labios de Lucas se había elevado un poco.
—¡Ay, los tórtolos enamorados! —chilló Mich emocionada a unos cuantos metros. Ella venía acompañada de una chica cuyo nombre no recordaba. Creo que era su media hermana, hija de su padre divino, Tepeyollotl, el dios jaguar.
—Iugh, si quieren demostrarse signos de afecto y cariño, regresen a su Pirámide donde nadie los vea —se quejó Haku que también se estaba acercando por el otro lado. Iba con Payne y todos se reunieron donde estábamos Lucas y yo.
Una rayo de alegría me atravesó al ver a todos mis amigos juntos otra vez. Los nuevos y los viejos.
Desde que había resucitado, eran pocos los momentos que me hacían sonreír de verdad, como cuando estaba con Lucas, o cuando almorzaba con Mich, los entrenamientos de espada con Haku o los partidos de voleibol con Payne. Esos momentos me daban paz, y me ayudaban a alejar los recuerdos oscuros que tenía del Infierno.
Y era algo que agradecía. Era bueno estar vivo otra vez.
—Vamos a almorzar, chicos —les dije mientras tomaba a Lucas de la mano y lo jalaba hacia el comedor.
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La Trilogía Azteca 3: El Monolito del Caos
AdventureTras el escape del Décimo Infierno y, con los semidioses asesinados por Coyolxauhqui de vuelta a la vida, todos creen tener un momento de paz. Pero las cosas en el mundo de los dioses nunca se mantienen tranquilas por mucho tiempo. Enormes cantidad...