Gojo y el squad de protección

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Gojo sentía que últimamente todo iba en su contra.

En parte era verdad, pero en la forma que lo afirma se puede considerar exagerada, una rabieta que no debería tener a esa edad. Él sabía eso, pero no iba a hacer nada al respecto.

Pero, ¿qué diablos ocurre para que estuviera pensando de esa forma? Muy simple, hasta tenía nombre y apellido: Itadori Yuuji.

No sabría explicar muy bien qué le atraía de su estudiante, pero lo hacía. Era casi una necesidad estar cerca del chico, deseaba aquello con todas sus fuerzas. Sin embargo, no ha podido hacer ningún movimiento para conquistarlo -y así ser feliz con él durante lo que le queda de vida-. Más bien, lo que pasaba es que, se lo impedían.

Supo que la tendría difícil apenas lo intentó. Ese día siempre lo recordará como el inicio de sus desgracias.

Cuando Itadori llegó al colegio, Gojo y Fushiguro se tomaron la molestia de hacerle un pequeño recorrido por la instalación. Esto no era nada para extrañarse, la verdad. Todo ocurrió en un momento dado que los tres habían parado para así ponerse a conversar con más calma, teniendo al chico frente suyo.

No recuerda muy bien qué fue lo que había dicho, pero provocó que Yuuji se riera a carcajada limpia. Se tuvo que encorbar apretándose el estómago, achinando esos preciosos ojos marrones y sus mejillas enrojeciéndose. Gojo quedó fascinado por aquella vista, y que justo haya pasado el viento moviendo esos desordenados cabellos, desprendiendo un olor a manzanilla que en ese mismo instante se volvió el aroma favorito del albino, solo lo hizo pensar en una cosa.

Quería besarlo. Necesitaba besarlo.

Sin darse cuenta, su mano ya se estaba dirigiendo al rostro del menor. Quería posarla en su mejilla y darle una caricia, tal vez logrando ponerle nervioso con ello y que sus ojos empezaran brillaran, acercarse lentamente y satisfacer esa agobiante necesidad de probar sus labios que surgía como si fuera lo único que importante en ese momento. Y lo haría, claro que lo haría.

Mas sólo vio cómo Fushiguro, en un movimiento rápido, tomó el brazo de Itadori y lo alejó de él. Le dirigió una pesada mirada, casi de amenaza, sin siquiera darle tiempo a reaccionar.

-Piense bien lo que está haciendo, Gojo-sensei.

Yuuji no entendió qué había ocurrido e hizo un gesto de confusión. Gojo se rio, diciendo algo como que mejor continuaran el recorrido, dejando atrás a los dos muchachos.

Durante el trayecto, Megumi no dejó que el pelimarrón se alejara de él, y se mantuvo alerta a cada movimiento que hacía. A Satoru le pareció gracioso ese comportamiento, pero... ¿Qué diablos, acaso se cree su perro guardián?

Bueno, tampoco era para molestarse tanto. Solo es un pequeño fracaso, ya encontraría otra oportunidad para ligar con Yuuji o incluso plantarle un beso. No tiene ninguna prisa, si se lo preguntan.

Al siguiente día, con la llegada de Nobara, el sentimiento de que había aparecido otro problema lo recorrió. No le había tomado demasiada importancia cuando el pelinegro se alejó un poco junto a la chica, porque estaba más ocupado viendo a Yuuji tonteando con cualquier cosa que le llamase la atención.

Pero supo que debió haber hecho algo al respecto tan solo unos minutos después. Cuando quiso intentar pasar su brazo por los hombros de Itadori, repentinamente apareció la pelirroja detrás de ellos, empujando desde la espalda al chico mientras apresuraba el paso.

-¡Vamos, vamos, Itadori! ¡Aún debemos buscar un buen local de sushi, así que apresúrate!

Fue descarado, rápidamente entendió las intenciones de aquel acto. Y solo se lo confirmó en cuanto ella miró hacia él aún llevándose al ojimarrón, dándole un claro mensaje en silencio.

GoYuu OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora