Highland

64 2 2
                                    

25 de diciembre de 2013

-¡Iris, date prisa que ya veo el lago Ness!
-¡Ya voy Leila! Hasta luego mamá.

Una vez me he despedido de mi madre corro detrás de Leila para quedarnos unos segundos asombradas por la belleza del acantilado, que es interrumpido por el agua que nos tiran los chicos.

Nosotras sorprendidas gritamos y  reímos cuando Felipe cae al agua de culo. Yo corro y empujo a Miguel para caer con el dentro del agua y me alegro una vez más de haber convencido a nuestros padres de venir.

Hace un mes Leila y yo comenzamos a decir que queríamos venir a Highland (Escocia) y así ver el lago Ness y sus preciosos valles. Esto fue causado porque nos enganchamos a una saga de libros ambientada en Escocia.

En cuanto lo contamos a los chicos del grupo, a los que habíamos conocido este verano y no habíamos hecho amigos, decidimos hablar con nuestros padres y venir.

-¿Pero cómo habéis acabado así? Id a secaros antes de coger una pulmonía.

Nos riñe riéndose Marta, la madre de Gabriel.
-Siii. Contestamos todos a la vez.

Cuando ya estamos en la habitación del hotel que compartimos Leila y yo, decidimos que sea ella quien se duche primero, por lo que me desnudo y me pongo en albornoz a leer.

-Ya he terminado puedes entrar.
-De acuerdo
-Yo voy con los demás, nos reunimos después. ¿Vale?
-Sí. Digo yo con pesadez.

Una vez he terminado de ducharme y de arreglarme decido ir a dar una vuelta por la zona. Nada más salir me quedo asombrada por la belleza del lugar. De día, ya había quedado embelesada pero la noche, tenía algo mágico. Yo, rodeada por pequeños montes y con un cielo tan brillante en el que se podían observar miles de estrellas hacían que volviera a soñar con volar por un cielo tan magnífico.

Decido sentarme en uno de los bancos que había por allí para poder seguir observando esa belleza y dejarme llevar por los sonidos de la naturaleza.

Al rato, veo que una persona se acerca al banco que estoy sentada, según se aproxima veo que es un hombre alto, fuerte y de unos 18 años. Lleva puestos unos vaqueros azules y una sudadera negra que le sientan de miedo... Es realmente atractivo.

Por fin está justo frente a mí, yo deseosa de saber quién es, me dispongo a hablar pero no consigo decir ni una sola palabra. Él sigue de pie mirándome fijamente con unos ojos casi negros y una expresión triste, pero llena de curiosidad.

Yo callada simplemente lo observo disfrutando del silencio que hay entre nosotros, un silencio que parece querer decir millones de cosas, pero no hace falta.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero nunca olvidaré el sentimiento de tristeza cuando él se fue y

pensé... que no sabía ni su nombre.

Después de estar una hora esperando por si él volvía, decidí que era hora de volver a dentro y buscar a los demás.

-Iris te estaba buscando. Me asustó pero me giré como si no hubiera pasado nada. Nunca me había gustado que se me notara cuando estaba asustada o triste, excepto si a mi me interesaba.
-Pues me encontraste, dije sonriendo divertida.
-Sí, si lo hice. Me contesto mirándome a los ojos con una sonrisa a penas visible, me sentí como si estuviera siendo cazada...
-Bueno... ¿Vamos con los demás? Dije ya algo tensa.
-Claro.

Cuando encontramos a los demás me sentí aliviada, me caía muy bien Miguel pero a veces tenía la impresión de que yo le llamaba mucho la atención, y eso no me gustaba.
-Leila, querida ¿Dónde te habías metido? Le digo poniendo voz de vieja cotilla y apoyándome en ella como si me costará andar. A lo que ella por supuesto se apartó intentando que yo cayera con una sonrisa maliciosa. Y yo con todo el amor del mundo le golpeaba ligeramente la barriga.
-¡Ay! Serás vengativa, dice aguantándose las ganas de tirarse encima mía para empezar una pelea como solemos hacer, y acabar sin respiración a causa de la risa y la "pelea".
-Por supuesto, digo con sonrisa de niña buena. Leila pone los ojos en blanco y se sienta a la mesa para comenzar a cenar.

Mientras cenábamos hablábamos del instituto, de películas, música en fin lo de siempre.

Cuando ya era la una y media decidimos ir a la cama. Aprovechando que Leila y yo dormíamos juntas, le conté mi encuentro con ese chico tan misterioso.
-¿Y tú no dijiste nada? ¿Sólo te quedaste ahí mirando?

Dice extrañada, ya que yo normalmente era directa cuando se trata de conocer a alguien.
-Sentí que no hacía falta, pero ahora me hubiera gustado saber su nombre... Le dije algo triste.
-Un día preguntas a un tío que calzones usa y ahora no te atreves ni a preguntar su nombre, ¿no has pensado que puede que te haya gustado? Me dice poniendo cara de pervertida.
-Sabes que a mí no me gusta nadie tan rápidamente, sólo que hay algo que me atrae hacia él, supongo que ha llamado mi atención.
- Puede ser... Dice ya cansada de que le hable de él.

De repente, oímos como algo pesado caía. Leila y yo nos miramos preocupadas, ese ruido había venido del baño. Nos levantamos poco a poco y fuimos para ver que podía ser. Encendemos la luz y vemos a una chica rubia que está inconsciente y llena de sangre.

Me giro rápidamente hacia Leila para evitar que mire, ya que siempre que ve sangre se pone histérica.
-¡Sa-sangre, sangre, sangre!

La cojo rápidamente y la llevo fuera del baño, hago que respire hondo, y una vez que me he asegurado de que está bien, me dirijo al baño para confirmar que la chica no este muerta. Veo que respira.

Miro a la chica y me doy cuenta de que me saca media cabeza, y que es de piel muy blanca. Me agacho y observo que sólo tiene un par de cortes superficiales y que no son suficientemente profundos como para que se desangre, cosa que me relaja.

Cojo una toalla mojada en agua y comienzo a limpiarle la sangre de la cara y los brazos para poder desinfectar los cortes.

Una vez ya está limpia, y la sangre se ha secado, le pido a Leila que me ayude a llevarla a la cama.
-Iris, no se despierta, será mejor que vaya a buscar a nuestros padres para que llamen a una ambulancia.
-Tienes razón. Yo me quedo aquí por si se despierta.
-Vale, hasta luego.

Cuando Leila está a punto de abrir la puerta un cuchillo sale disparado para acabar clavado al lado de su cabeza.
-¡Ni se te ocurra salir por esa puerta! La chica está despierta y nos está mirando a las dos, con otro cuchillo en la mano. Pero Leila ya está histérica.

Lo que toda persona sueñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora