La llegada

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Pasaron de la una para que Jimin regresara a casa y no tardó en recostarse, echando a sus costados el bolso o uniforme.

¿Quién es usted? ¿Qué es lo que quiere de mí?

Parecía tener el cuerpo inctacto, porque el de capucha negra se deshizo de quienes le habían molestado.

¿Qué había sucedido exactamente para que el jefe se hiciera presente ante un mortal?

Eran tantas preguntas que ni siquiera encontraba una salida. Lloraba toda la madrugada y con el cielo de testigo.

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¡Jefe! ¿Cómo se le ocurre luchar como un espíritu? Usted mismo nos dijo de las consecuencias de realizar maldades en contra de los demás sí no somos buenos...

— Él no respondía, parecía estar perdido en sus pensamientos. Seguramente mañana los fantasmas de otras estancias les vengan a reclamar a ellos por alterar su equilibrio.

Amo...

— Ascendió la vista con el hueco de los ojos iluminando a color rojo vivo, cayendo sangre con lo que daba pinta a un lagrimal.
Cállate.

¿Qué pasa con el jefe? Nunca se comporta así con nosotros, o al menos no para defender a una peste.

Quiero que sepan que voy a cuidar de ese chico, yo seré su guardián. No quiero que fastidien mi trabajo.
Es mi vida, mi camino y cuerpo.
Yo sé más que nadie lo que hago.
— Levitó y abandonó la habitación, dejando un silencio abrumador.

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Pov Espectador.

Park había salido de la universidad a las diez y media, teniendo varias paradas para comprar cosas de por medio.
Alcanzaba a ver el reflejo de una silueta negra espeluznante, aunque era Jungkook.

El menor dejó de mirar por las vidrieras, apresurando los pasos para llegar rápidamente a su hogar. En eso unas personas salieron de un callejón, todo se había complicado.

Jungkook se frenó y se colocó justo detrás del pequeño, tratando de observar lo que iba a pasar.

Jimin gritó del terror, pidiendo ayuda. Corrió con la mochila envuelta en sus brazos, había perdido la batalla, pero perdido no es nada para el mayor.

Justo cuando el primer ladrón iba a atacar, el fantasma sopló en su oído y usó la energía en hacer que la ropa del dos lo haga estrellar en los ladrillos de un edificio, haciendo resonar su espalda.

Jimin no entendía lo que ocurría, pero se escurrió en unas cajas de la calle, asomándose en un borde, viendo la escena monstruosa.

Luego de unos instantes, la pelea había finalizado, y aquella sombra se acercó al refugio en donde su víctima estaba escondida.

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Ya no hay peligro... Tranquilo.
— Dibujó una sonrisa con los dientes, aunque se veía como si fuese a devorarlo.

Aléjate de mí, monstruo, desde que estoy contigo no hago nada más que sufrir. ¿Es qué a caso alguien te pidió ayuda? ¿Yo solicité tus cuidados? ¡Déjame en paz!
— Le faltaba el aire, se notaba en su respiración.

El espíritu sintió una puntada y de un segundo al otro ya no estaba allí. Había perdido la pequeña capa de confianza que se había generado entre "ambos".

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Pasó una semana desde que Jungkook no molestó más a su chico. No habían problemas, si así se podía llamar, pero de algún modo, Jimin lo extrañaba.

A veces dejaba la ventana abierta esperando su llegada, pero no pasaba absolutamente nada.

Escribió una carta y la colocó sobre su cama "Lo siento... Gracias por hacer lo que los demás no."

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Yo sé que para ti aún no soy nadie, pero, ¿por qué siempre dudas de las personas que quieren ayudarte? ¿por qué te cierras a una realidad en dónde todos pueden amarte? No puedo saberlo, me aterra.

La gente me conoce por traer el terror a las pesadillas, no conozco un final feliz, sólo el de la tortura, aquel el que siempre viví.

Enséñame, Park, porque me estoy volviendo dependiente de un mortal.

Me estoy obsesionando contigo, y yo no tengo límites. Estoy muerto, mi alma está presa. Dame una solución, te necesito con locura.

Hay un escrito para usted, mi señor.

Jungkook dejó de reflexionar de sus acciones, tomando esta entre sus manos negras por el polvillo.

Esclavo de sus deseos (Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora