Inframundo Terrenal.

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Te he estado siguiendo. Hoy has estado solo nuevamente, ¿no tienes amigos? ¿por qué no vives? Maldito humano mal nacido.

Esas eran los pensamientos del fantasma, un hombre de aproximadamente veintinueve años de uno de nosotros, pero desde el mismo alba.

POV Jimin

Odio mi vida.

Cada día que transcurre solo me siento muerto, no tengo objetivos más que salir a estudiar.
Me gustaría ser como los demás jóvenes de mi edad, pero es imposible. Lo único que me queda es la esperanza de recibirme y llegar a tener oro hasta en la cama.

Yo era alguien reservado, sin amigos y generalmente el típico solitario en cualquier pasillo de los recesos.
Almorzaba solo, suponía que mi condición física no era la mejor, pero claro, ¿quién se juntaría con un crío más delgado que las vainas? Nadie.

"Esqueleto" "A ti te han sacado del Inframundo" "Asistente de belcebú"... En fin, típicas palabras que se adaptaban a mí, en un punto llegaron a dejar de dañarme.
Tenía mi autoestima, sí. Yo sé quién soy y no le dejaré pisotear por nadie.

— — — —

Park Jimin, tu alarma está sonando hace media hora, ¿qué demonios te ocurre, chico? ¡Apresúrate!
— Gritaba su madre golpeando la sartén con la puerta, la vieja estaba loca.

¿Qué mierda? ¿Qué le pasa a esta mujer? ¿Será qué este chico también sacó ese lado? No puede ser. Quizá escogí a un idiota, joder.
— Golpeó su frente, traspasando la mano, y sí, nada más y nada menos que un fantasma.

Mami, mami, no debes enojarte...
— Suspirando agarró los lentes y se levantó como si nada, colocándose éstos y sus pantuflas de conejo.
Arregló su cabello rápidamente, aplicando en el cuerpo su uniforme, el cual al desvestirse dejaba a notar una cintura extremadamente pequeña, no era para destacar, ya era delgado de por sí.

Pasó unos quince minutos para que él corra a la escuela, ¿quedaba lejos? un poco, pero se dió el lujo de llegar tarde.
Tuvo caídas o tropezones, nunca faltando la risa del hombre misterioso, que se escuchaba a ronca voz en el oído del menor.
A el joven le daban escalofríos y terror, llegó a creer que era un trauma, aunque sabía del hecho de estar en peligro.

Llegó a la universidad, pasando a las corridas por el pasillo. Entró a su salón agitado, tanto que parecía que iba a tener una gran falta de aire.

— — — — —

Lamento... Lamento, mi demora.
— Tenía sus manitos en las rodillas, parecía que en cualquier momento iba a caerse.

Obviamente recibió un castigo por eso, pero nada grave.

Pasaron las horas, dando el tiempo para el almuerzo. A veces para Jungkook le era una tortura no poder darle su compañía y luego tener que verle llorar mientras que Jimin le lloraba a su peluche Mandom por los sucesos.

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Uhm... ¡Ho – Hola!
— Con una gran sonrisa y sus ojos presionados quería mostrarse agradable ante las miradas de sus compañeros, los cuales fueron indiferentes.

Ya te he dicho que a mí no me interesa quién fue la chica de la carta, realmente no me llama la atención.
— Hablaban entre sí de cualquier chisme que se soltaba, pero él era un cero a la izquierda para absolutamente todos.

Hola, mi nombre es Jungkook...

¿Y desde qué tiempo los espíritus tienen contacto con humanos? ¿Quién sufre la verdadera depresión de estar desolado?

— — — — — —

Terminó el día, y Park debía regresar a casa.
Se acercó a la estación del metro, subiéndose al primero que lo llevaba a la dirección cercana a la vivienda.

Escogió un asiento entre los disponibles, justo el que tienes a cualquiera en frente tuyo.

Así fue. Se quedó dormido y despertó a las dos horas.

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— Abrí mis ojos y dí un sobresalto. Miré a una silueta negra de sombra azul reflejarse frente mío. Grité de tal forma que hasta el contrario llegó a asustarse.
¡¿QUIÉN ERES TÚ?! Si esto es una actualización de algún videojuego... ¡No consumo contenido basura! ¡Largo de aquí! ¡LA SANGRE DE CRISTO TIENE PODER!
— Fingió tener agua bendita, la cual solamente era de la canilla de la cancha de básquet.

¡Quita esa cosa, crío!
— Frunció el ceño y de la nada desapareció.
El metro frenó de golpe, abriendo sus puertas a la última parada.

¡Me cago en el conductor!
— Chim no era de decir insultos, pero ni ser católico lo salvaba.
¡Estoy endemoniado! ¡No puede ser!

¿Usted sigue ahí? ... Por favor, deme una señal. No soy pecador... Bueno, sí, pero no en exceso ...
No busco la venganza ni el mal de nadie.

— — — — — — —

La estación parecía estar vacía, ni un alma que fuese a fastidiar, pero tampoco que lo acuda.

— — — — — — —

Me debes un favor, yo te salvé la vida. Escogiste no seguirme, y no fue de ayuda para ti.

Tu vida es mía, me pertenece.

Quiero saldar mis deudas, pero mi alma es perversa. Únete a mí, entrégame tu pureza.

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Fue tanto el miedo que habitó en su víctima en aquella noche que le dió paso para poseerlo, dejando su sello.
El rubio cayó desmayado, viendo cómo último al apuesto chico que tanto le había cautivado.

— — — — — — —

Quizá él me ame... Quizá por fin alguien me quiera...
Quizá... Puedo ser suyo, mi señor.

Esclavo de sus deseos (Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora