La luz tenue de las linternas llegaba a ella como rayos cálidos a la proximidad, las sirenas de los autos de la policía parecían tallarle el cráneo y los golpes de las pisadas que cada vez se notaban más cerca la reconfortaban poco a poco.
Aun así, el piso seguía frio y húmedo. La mejilla le dolía y sentía el ojo derecho empapado en algo más viscoso y cálido que las lágrimas.
Debería haber dicho que le dolía todo el cuerpo, sin embargo, la gran parte del pequeño cuerpo de Ana no era capaz de sentirlo, tan solo el dolor palpitante de la mejilla y el frio inundando su pequeño cuerpo como si su cuerpo se fuera congelando de a poco, perdiendo la calidez y el color a través de aquel liquido glutinoso que por tanto tiempo tanto asco le daba, incluso ahora no era capaz de mirarse a si misma por temor a vomitar.
El miedo que la había embargado minutos antes había desaparecido, las manos ya no le temblaban ni le sudaba la nuca. Por fin en muchas semanas se encontraba en paz, como si todo aquello hubiera resuelto las cosas de su vida junto con el caso.
De pronto las luces que llegaban filosas abriéndose paso en la obscuridad absoluta de la fábrica se apagaron por completo y una punzada de desesperación cruzó su pecho.
"—¿La habrían olvidado? —
—Quizás sólo se habían desviado del camino un momento, de seguro estaban cerca—
—O tal vez solo la habían dejado ahí, sabiendo que no podrían hacer nada más por ella, al fin y al cabo, lo importante era cerrar la investigación, de seguro dentro de poco llegarían los forenses a por el pequeño, frio e insípido cuerpo—"
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—Ana, mi querida Ana, siempre fuiste tan pequeña y quisquillosa que muy dentro mío me cuestioné muchas veces hasta donde serías capaz de llegar— Susurraba Rosa, su madre.
—Debiste haber estudiado para cocinera, las comidas te quedan sabrosas y así hubieras conseguido pronto un marido, ahora ya quedaste para vestir santos Ana— la voz algo rasposa de su abuela llegaba a ella.
—Una vida común y ordinaria es a todo lo que una mujer como nosotras puede aspirar, la rutina nos va bien, somos amadas y amamos por igual. Cocinar y lavar tiene los mismos méritos que cualquier otra carrera...—
—Lo sé ama — rezongaba Ana casi por lo bajo cuando se encontraba en medio de aquellas disputas.
—Pues entonces si lo sabes mija, ¿Qué haces aun soltera? O acaso esperas vivir sola toda tu vida, yo me casé a los 17 y tuve a tu mamita y sus tres hermanos y mírame ahora—
—Pareces una vela, flaca, larga y seca— murmura la chica por lo bajo aprovechándose de la sordera la de la anciana mujer.
—Ya sé ma que las cosas que tus haces son incluso más especiales que las que quiero hacer yo, es decir soportas el peso de toda tu familia, pero yo no puedo con tanto, yo quiero ayudar de otra forma, quiero ser alguien especial...— la voz de la chica, aunque baja sonaba convincente y aunque no dejaba conforme a ninguna de las dos mujeres mayores a ella le bastaba para perseguir su objetivo.
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Tal vez si las hubiera escuchado y se hubiera conformado con lo que podía y debía hacer y no con lo que quería ahora no estaría muriendo sola y en la obscuridad.
Quizás su madre y su abuela tenían razón y haber sido tan insistente en perseguir su sueño no había sido más que pura obstinación.
Posiblemente su vida hubiera sido más larga, apacible y hubiera podido formar una familia hace tiempo, no tendría que haberse esforzado tanto, tan solo hubiera vivido como una mujer feliz, y no como una realizada.

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Entre luces y sombras, todos tenemos una segunda cara
Mistero / Thriller"Cuando tus ídolos se convierten en demonios, cuando la vida te muestra la cruda realidad, cuando sobrevivir resulta más importante que vivir, cuando la verdad se ve sumida en la oscuridad, cuando la traición está a la vuelta de la esquina, solo no...