Prólogo

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INTRODUCCIÓN.

Tamara contaba con que su día fuese lo mismo que el resto, pero ya saben lo que dicen: lo inesperado siempre termina por ocurrir.

Levantarse por la mañana temprano, tomarse una ducha rápida, alistarse e ir a ayudar a las cocineras a servir los desayunos, era parte de lo que comprendía la rutina de la protagonista. Luego iría ella, tomaría una rojiza bandeja con su comida y se uniría a su pequeño grupo de amigas, en la tan conocida mesa del fondo.

—Buenos días.—Saludó Tamara como era de costumbre, visualizando los platos de las demás y cómo se encontraban ya medio vacíos—¿De nuevo llego tarde?—preguntaba tomando el asiento más cercano a la papelera, que últimamente era donde le tocaba sentarse por llegar tarde.

—Está bien, Tamara. Cámbiame de lugar.—Dijo Carolina algo resignada de abandonar su lugar.—Para la próxima no habrá tal privilegio.

Ambas se levantaron de sus asientos, primero cambiando las bandejas de lugar. Carolina le dedicó una mirada de enojo algo sarcástica mientras que Tamara reía en agradecimiento.

—Siempre le dices eso.—Quejó la pequeña del grupo, Tina. Ella sabía bien que Carolina le cambiaría el lugar a su amiga las veces que hiciera falta con tal de hacer que sus tareas a lo largo del día le fuesen más llevaderas.—A mí nunca me dejas tu sitio.—Su tono de voz era tímido y, nerviosa por enfrentarse a la grandullona de Carolina miró fíjamente su bandeja para no intercambiar mirada alguna con ella. Al obtener un fulminante silencio por respuesta, prosiguió a pinchar su tenedor en el puré de la bandeja.

—Tina, ¿Quieres mi comida? hoy no es que tenga mucha hambre.—Apartó Tamara su bandeja dejándola a disposición de su amiga.

—Supongo que es por tu adopción.—Replicó Carolina quien conocía a Tamara como la palma de su mano.

—Sí, creo que es eso.—Nuevamente, aquella mirada que tanto como Carolina y Tina querían evitar para Tamara cruzó su rostro. Sus cejas se fruncieron, sus dientes atraparon su labio que comenzaba a temblar y su rostro quedó atrapado bajo los mechones de su cabello.—No quiero irme, chicas. No sin vosotras...—Sus cuerdas vocales emitieron una temblorosa voz seguida de unas lágrimas que descendían sobre sus rojizas mejillas y acababan en la falda de su vestido.

Rápidamente Tina corrió al lado de Tamara, consolándola echando su pelo detrás de su oreja y limpiando sus lágrimas con el reverso de la manga de su camisa. Tina no era mucho de palabras, los actos le iban de maravilla para demostrar su aprecio hacia cada persona, mientras que Carolina era la más sabia, la consejera y la que más había tenido oportunidad de experimentar fuera del orfanato. La experiencia hace la sabiduría y Carolina era la viva prueba de ello.

—Chica, te fijas en lo malo.—Juntó sus manos con las de Tamara para brindarle apoyo y confianza, intentaba que sus ojos no lagrimeasen y que su voz no le fallara, no cuando más la necesitaba su mejor amiga.—Y qué pasa con todo lo que quieres hacer fuera de aquí.— Dijo figiendo estar pensativa con su mano apoyada en el mentón para comenzar a citar.—Qué pasa con todos los chicos, guapos, rubios, musculosos, con sus ricos cuerpos tendidos al sol, surferos o mejor, motoristas, que te hagan escapar con ellos de la escuela, y sepan cantar y bailar.—Se notaba que estaba a punto de estallar a risas recordando las palabras exactas de Tamara en las noches a vela que pasaban juntas.

—¡Para, estamos llamando la atencion de todo el mundo!—Dijo entre susurros y risas. Tina las acompañaba a las dos, carcajeándose con ambas. El tan característico sonrojo de Tamara comenzaba a aparecer en sus mejillas, se tomó de las orejas notando como éstas se calentaban.

—Aunque yo siempre los he preferido morenos, altos y con mucho experiencia en ya sabéis qué.—Proseguía la pelinegra con más entusiasmo, codeó levemente a Tamara a la par que hacía ascender y descender sus cejas para dejar clara su intención.—Ya te veo con tu chico, bailando todas las noches en algún pub y leyendo juntos en la mañana. A lo mejor puedes convertirte en escritora y viajar por el mundo, así iremos contigo en tu navío privado.

𝗖𝗿𝘆𝘀𝘁𝗮𝗹 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora