Capitulum dua: La Caida.

142 14 2
                                    

Siente como va perdiendo progresivamente todo el control que antes poseía sobre sí mismo a medida que cae. Sus brazos y piernas extendidos hacia arriba, cada segundo que pasa hace que su cuerpo inerte caiga a toda velocidad hacia la desconocida tierra de los animales mortales.

La opresión en su pecho crece, convirtiéndose en un dolor punzante más y más intenso, y el viento silbando insoportable en sus odios lo marea, quitándole la poca fuerza que quedaba en su organismo.

Su cabeza tirada hacia atrás, siendo sacudida de un lado a otro durante el viaje en caída libre, intensifica el bombeo de sangre en su sien y le nubla la vista, la presión se hace insoportable en sus oídos, atormentándolo.

De repente, un cosquilleo comienza a nacer en lo bajo de su espalda, y se extiende con lentitud por todo el resto de su cuerpo. Observa sus manos y nota las yemas de sus dedos oscurecidas. Y sus alas, suaves signos de pureza y vitalidad, se tensan y sacuden contra su voluntad.

La oscuridad del Inframundo comienza a hacerse presente, cumpliendo con las profecías dictaminadas por su antiguo amo. El negro se esparce por la extensión de sus brazos, apoderándose de todo su ser, pintando por completo su espalda y llegando hasta su cuello para robarle el aliento.

Las alas se alzan a sus costados, elevándose por encima suyo. Cada porción de luz que antes destellaban, ahora está siendo transformada en muerte y desdicha.

Plumas negras, un escalofrío que lo hace temblar de pies a cabeza.

La maldición del Padre lo consume, abrumándolo durante los interminables metros de caída libre, adueñándose de cada centímetro de su esencia.

Cierra los ojos, tratando de recuperar sólo un poco de las fuerzas que perdió durante la batalla contra los aliados, pero es en vano, fue derrotado.

Intenta alejar los pensamientos que abundan en su cabeza, pero las escenas de la guerra perdida comienzan a reproducirse una detrás de otra. La caída de su ejército de rebeldes, cuerpos sangrientos envueltos en gritos de terror, los que se atrevieron a cuestionar la palabra del Creador.

Un sentimiento que crece repentinamente en su pecho lo obliga a voltear su cabeza hacia un costado, como si algo lo estuviera llamando, añorando por él. Su otra mitad.

Y cuando lo ve a cayendo su lado experimenta algo que no había sentido jamás. Miedo, terror, pánico.

Todo su cuerpo entra en alerta, la necesidad de ir hacia él para tomarlo entre sus brazos y protegerlo de toda desgracia oprime su corazón, pero es incapaz de moverse.

Las alas del ojiverde se tornaron completamente negras, al igual que sus brazos y todo su torso. Sus rizos cubriendo su cara y sus extremidades extendidas sobre su cuerpo, suspendidas de la misma forma que las suyas, mientras caen.

Ve cómo sus ojos, esos que tanto adora, los que desea ver cada día, cada segundo de existencia que le queda, lo miran suplicantes, asustados y doloridos.

Se estremece al recordar a su amado siendo torturado con brutalidad por criaturas que decían ser bondadosas en esencia.

De los dos, Tamiel fue el que más sufrió en la guerra. Atado, maltratado, completamente deshecho por los castigos otorgados por la mano del Todopoderoso.

Sus facciones se encontraban contraídas en una mueca de dolor que jamás sería vista en otro ser viviente. Era algo que se sintió fuera de lugar, algo que no pertenecía a aquel ser alado.

Abatido por el terror de perderlo, comienza, entonces, a luchar contra la caída.

Lucifer y el Angel Caído.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora