Se acercaba noche buena. Una época llena de felicidad, un día donde todas las familias podían reunirse, algunas cantando villancicos y otras tantas haciendo las mejores comidas para terminar explotando de risa. Faltaban pocos días para que llegará, pero Seungsik jamás pasó por algo así.
Para él, todos los días, incluidas navidades, siempre eran igual, todo el tiempo era la misma rutina.
Paso número uno: levantarse desde las siete de la mañana para asearse.
Paso número dos: a las ocho bajar al comedor para poder desayunar, donde lo compartía con miles de niños igual o peor que él.
Paso número tres: esperar a que den las nueve para que "el maestro" les diera los buenos días.
Paso número cuatro: agradecer y por fin poder comer, si es que a esa asquerosidad se le podría llamar "comida".
Paso número cinco: terminar y esperar a que el señor también lo hiciera.
Paso número seis: a eso de las nueve y media agradecer y retirarse.
Sí, era una excelente rutina para empezar el día. Pero, en realidad no podía quejarse, o no al cien por ciento. Ahí podía tener lo necesario, cama, comida, un lugar donde limpiarse.
Odiaba todo, en especial, se odiaba a sí mismo.
Por algo su familia lo abandonó ahí desde temprana edad, por algo nunca fue elegido por una pareja, por algo seguía ahí, sólo y siempre siendo el que animaba a los demás en sus momentos malos.
Estaba cerca de cumplir la mayoría de edad, lo correrían de aquel lugar. Se sentía tan perdido de solo pensarlo, ¿A dónde iría?, ¿De qué podría servir?, Para empezar, ¿Él podría sobrevivir solo? Sí, esa pregunta sí tiene respuesta, lo ha estado haciendo por diecisiete años.
Eso siempre le pasaba por su cabeza, sus problemas mentales eran algo de su día a día, y la única forma de hacerlos desaparecer era trabajando.
No era gran cosa lo que hacía, solo debía lavar algunos carros o cobrar el dinero de los clientes. Se quedaba con algunos pesos que le daban, pero era inservible, tenía que darle una parte de esto a su maestro, con la excusa de "es la manera en que me agradeces, realmente no te pido nada. Solo así tú puedes tener todo lo que te doy". Puf~, aunque era absurdo, tenía razón. Si no fuera por él, Seungsik ya habría muerto desde hace mucho.
Como siempre, salió de su "trabajo" a las doce de la noche. Una muy buena hora para perderse, detestarse y volver como si nada a su orfanato.
Esa noche se sentía diferente, era difícil ignorar el frío que hacía. Debió llevarse algún suéter.
Le agradecería más al rato a algún Dios por odiarlo tanto.
Las luces que habían era lo único que iluminaban aquella noche, junto a la Luna y algunas cuantas estrellas.
Se sentó en un pequeño banco para poder adorar la Luna. Sentía que era la única que estaba a su lado, la única que era capaz de escucharle. La amaba tanto, era su todo. Le agradecía por estar a su lado apoyándole en todo y siendo su protección.
Sintió un peso en el lado contrario de la banca. Volteó a verlo solo de reojo, temía que aquella persona le mirase mal y pensara que era un intrometido.
— ¿Buscas algo?, ¿Te gusto o por qué me miras tanto? — su voz le había asustado tanto, no esperaba empezar una conversación de esa manera — oh, vamos — continuo aquella persona — solo estoy bromeando.
Una sonrisa apareció en su rostro — soy Seungsik, Kang Seungsik.
— Seungsik, es un bello nombre — ¿Acaba de halagarlo? — yo soy Seungwoo, Han Seungwoo.
Estuvieron en silencio por un buen rato. Era uno cómodo, no se sentía raro de ninguna manera, era... Especial, y le gustaba.
— la Luna está hermosa hoy — Seungsik lo vio — ha estado brillando desde hace un buen rato. Me gusta cuando está así.
— creo que pensamos igual. Ella es lo mejor que el mundo pudo regalarnos.
Han sonrió al escucharlo. Decidió dejarse caer en la banca.
De nuevo se presentó aquel silencio.
— mhj~, ¿Eres nuevo por acá? — ésta vez fue Seungsik el que habló — jamás te había visto.
Woo no habló por algunos segundos — sí, algo así. Vengo de vez en cuando.
Silencio.
— creo que es momento de volver. Espero volver a verte, señor Han Seungwoo — se iba a despedir y retirarse, pero el mencionado lo detuvo agarrándole el brazo.
— ey, ¿Piensas que te dejaré irte solo a estas horas? — Woo se paró y se puso a su lado — vamos, yo te sigo. Solo espero que no seas algún tipo de personas que vende órganos.
Sik respondió dándole un pequeño golpe — ay ya, apenas tengo diecisiete años, estoy completamente limpio — alcanzó a escuchar a Woo reír — vamos.
Comenzaron a caminar juntos, no decían nada, solo eran ellos y su amiga la Luna, y algunas cuantas luces. No se sabía exactamente cuánto tiempo había pasado mientras caminaban, ni por cuánto lo han hecho, pero ya se encontraban frente a la gran puerta del hogar de Kang. Pararon.
— bueno... Éste es el final — le habló, y recordó que aún se mantenían agarrándose, eso le puso de nervios. No es que no quería soltarle, al contrario, le gustaba tenerlas así, más bien era que ya tenía que irse — espero que regreses sano y salvo a tu casa.
Woo se dió cuenta. Por más difícil que haya sido, sus agarre terminó por separarse. Dándole fin a su pequeño encuentro.
El mayor estaba preparado para irse — pasa buena noche, pequeño Kang Seungsik.
¿"Pequeño Kang Seungsik"? ¡Le estaba tratando con tanto cariño que no sabía cómo sentirse o qué responder!
— hasta luego, Seungwoo.
Lo vió partir por el mismo camino por dónde vinieron y espero hasta que lo perdió de vista. Entró al local y comenzó a caminar.
Se sentía extraño. Era la primera vez que un desconocido le hablaba y parecía que lo conocía de toda una vida, también era la primera vez que alguien lo traía hasta el orfanato.
Detuvo su andar cuando estuvo casi en medio del patio y dirigió su vista a la Luna, quién aún lo cuidaba. Ella fue la única que estuvo de testigo de ese encuentro. Le sonrió por última vez y se fue hasta su cuarto.
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ᴄʜʀɪsᴛᴍᴀs ¦ 2sᴇᴜɴɢ
Fanfiction- "Navidad no puede ser tan mala como tú te lo imaginas. Ya verás, cambiaré esa idea errónea"