primero.

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Goeun

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Goeun.

Llevaba enamorada de Choi Soobin desde incluso antes de enterarme de que estaba unida a él. Quizás era porque no nos parecíamos en nada: él era bastante serio, y yo muy infantil; él estudiaba bastante y yo suspendía la mayoría de los exámenes; él era el delegado y yo la típica marginada de clase... Pero sentía una conexión con el chico que iba más allá del hilo que nos juntaba.

Recordaba perfectamente el día en que descubrí que él era mi alma gemela, porque nunca antes me había sentido así. Me desperté el día de mi cumpleaños, un martes, y cuando le vi por los pasillos de la escuela me empezó a doler tanto el corazón y el meñique que lo supe de inmediato.

No le dije nada por dos motivos. El primero: él apenas sabía de mi existencia, ya que no compartíamos más que un par de clases y yo no hablaba con nadie; segunda: aún faltaban meses para su cumpleaños así que el joven no tenía ninguna idea de quién podría ser la persona a la que estaba destinada.

Solo me quedaba esperar a que Soobin cumpliese los dieciséis y empezáramos a hablar.

No obstante, al igual que todo lo que me sucedía en la vida, nada ocurrió según lo planeado, ya que la mañana del 5 de diciembre Soobin anunció que no tenía un alma gemela sino dos. Y eso era algo tan excepcional, ya que a poquísimas personas en el mundo les pasaba eso, que los rumores empezaron a sonar.

—¿A quién escogerá, a Goeun o a Youngha? —era lo que se preguntaba todo el mundo, y he de admitir que yo también lo hacía.

Youngha era igual de perfecta que Soobin, y si no fuera porque tenían apellidos diferentes y no se parecían físicamente, habría dicho que eran familiares: ella venía de una familia adinerada, siempre iba vestida de manera elegante y a la moda, era la mejor estudiante de todo el instituto y lo más sorprendente: no era egocéntrica.

Eso era quizás lo que más rabia me daba: era imposible odiar a Shin Youngha, porque siempre estaba dispuesta a ayudar, sin exigir nada a cambio.

No dejé que eso me echase a atrás, y por una vez decidí dejar de pensar en los demás y ser egoísta: ignoré la existencia de Youngha y elaboré el plan perfecto para pedirle una cita a Soobin y así conseguir que me eligiese a mí.

La idea era la siguiente: conseguiría su número de teléfono en algún momento, me presentaría educadamente (aunque no haría mucha falta ya que tras el incidente sabría de mi identidad), le preguntaría si querría ir al cine conmigo a ver una película e intentaría convencerle de que yo era mejor partido que Youngha.

Solo había un problema: aquello no me lo creía ni yo.

—¿Hoy es la cita? —me preguntó desde el sofá la mujer que se hacía cargo de mí desde que cumplí cinco años.

Supuestamente debía llamarla "mamá", pero ya era lo suficientemente mayor para darme cuenta de que 1. No lo era y 2. Ni siquiera me trataba como a una hija, sino como un beneficio.

fate ❀ soobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora